Salmo 015

El huésped de Yahvé. Los que habitarán en el monte santo de Dios
1 Señor, ¿quién entrará bajo tu tienda?
¿Quién morará en tu monte santo?
2 El que anda en integridad y actúa con justicia,
el que habla verdad en su corazón
y no forja calumnias
3 El que no daña a su hermano,
ni hace mal a su prójimo,
ni admite reproche alguno contra su vecino.
4 Aquel a cuyos ojos el criminal es menospreciado,
pero honra a los que temen al Señor.
5 El que aun jurando en daño suyo, no por eso cambia;
el que no presta dinero con usura,
ni acepta sobornos.
Quien obra así jamás vacilará.

MEDITACIÓN

Introducción.- En esta bellísima composición encontramos el código moral del fiel que aspira a vivir en intimidad con Dios en el santuario de Jerusalén. No se insiste en las purezas rituales levíticas, sino en las morales del corazón; «es como el ceremonial de corte exigido al que se propone entrar en intimidad con Yahvé» (B. Ubach)
Más allá de la imagen del Templo, el creyente anhela estar con Dios, ser con Dios. Quien abriga este vehemente deseo, formulado en pregunta (1), ha de ser honrado, recto y sincero (2s). Son tres actitudes generales. Las tres condiciones siguientes (3b) se relacionan con el comportamiento hacia el prójimo. El que desea estar con Dios ha de ser partidario de los amigos de Dios; estar en contra de los enemigos de Dios –han sido reprobados por Él –, y respetar el juramento, que consagra la acción prometida (4). Son tres acciones en las que se aúnan Dios y el prójimo. Dos acciones más, tienen un alcance económico-jurídico (5).
Un conjunto de once o de diez mandamientos, según se relacionen el primero con el segundo, dan a quien los cumple una estabilidad semejante a la que tiene la creación: la comunidad construida sobre estas actitudes «nunca fallará» o, «no vacilará», porque se fundamenta en Dios. La observancia de los mandamientos sin el perfume del amor es mero cumplimiento.

1 Señor, ¿quién entrará bajo tu tienda?
¿Quién morará en tu monte santo?
Quizás este monte signifique la morada eterna, interpretando el vocablo monte como la suprema prueba del amor de Cristo en la vida eterna. Morar puede simbolizar la unión con Dios.
Dios es santo, y, por tanto, para acercarse a Él es necesario cumplir determinadas condiciones que no le hagan indigno de la presencia del Altísimo. En Lv 11,44 se dice al pueblo de Israel: «Sed santos como yo soy santo». Nada contaminado puede entrar en relación con Yahvé, que vive en una atmósfera de santidad y pureza.
Para acercarse a Él es preciso «santificarse» con ritos especiales de purificación y, sobre todo, tener ciertas cualidades morales excepcionales. El salmista aquí no tiene preocupaciones de índole ritual y sólo exige la preparación moral para acercarse a Dios. La morada en el templo de Yahvé ha sido considerada siempre como una garantía de seguridad y de felicidad íntima espiritual
Para poder acercarse dignamente y ser huésped del santuario se debe llevar una vida en conformidad con las prescripciones divinas, obrando con justicia y rectitud, lo que implica sinceridad en las relaciones con el prójimo, ausencia de engaño y abstención de todo lo que pueda causar daño o injuria al prójimo.
Se enumeran once condiciones para la integridad de la vida moral en su manifestación de palabra y obra que constituyen una síntesis ideal de los compromisos morales fundamentales recogidos en la ley bíblica.
Así pues, este salmo, pues, escuchado al fin de la jornada, viene a ser como una invitación a la reflexión sobre las acciones de nuestra jornada e incluso de toda la vida, al examen de conciencia sobre nuestro comportamiento y a la consideración del significado mismo de nuestra celebración y de nuestro culto. Que este texto nos ayude a la propia conversión, en esta hora tan oportuna para el examen de nuestro día.
¿Examinamos nuestra conciencia con cierta asiduidad para asegurar nuestra proximidad al Señor? ¿Entra en ese examen no sólo nuestras acciones poco cristianas, sino también nuestras omisiones en el testimonio, en la proclamación de la Palabra o en proximidad y ayuda a nuestro prójimo más necesitado?

2 El que anda en integridad y actúa con justicia,
el que habla verdad en su corazón y no forja calumnias
Las dos primeras condiciones son genéricas, ya que la justicia abarca casi todas las relaciones humanas; la tercera habla de una sinceridad mental contrastada con la calumnia oral de la cuarta.
Porque hay algunos que tienen la verdad en los labios, pero no la hospedan en el corazón; decir la verdad es poco si ésta no se halla formalmente en el corazón: se practica el engaño con la lengua cuando una cosa es lo que se dice con la boca y otra lo que se oculta en el interior.
"¡Cuánto se chismea en la Iglesia! ¡Cuánto chismeamos nosotros los cristianos! En el chisme es propio despellejarse, ¿no? Es maltratarse el uno al otro. ¿Como si se quisiera disminuir al otro, no? En lugar de crecer yo, hago que el otro sea aplanado y me siento muy bien. ¡Esto no va! Parece agradable chismear... No sé por qué, pero sienta bien. Como un caramelo de miel, ¿verdad? Te comes uno -¡Ah, qué bien! -Y luego otro, otro, otro, y al final tienes dolor de estómago. ¿Y por qué? El chisme es así: es dulce al principio y luego te arruina, ¡te arruina el alma! Los chismes son destructivos en la Iglesia, son destructivos... Es un poco como el espíritu de Caín: matar al hermano, con su lengua; ¡matar a su hermano!". "El chisme no te hará bien, porque te llevará a este espíritu de destrucción en la Iglesia. ¡Sígueme!”.Es hermosa esta palabra de Jesús, que es tan clara, es tan amorosa para nosotros. Como si dijera: «No hagan fantasías, creyendo que la salvación está en la comparación con los demás o en el chisme. La salvación es ir detrás de mí». ¡Seguir a Jesús! Pidamos hoy al Señor que nos dé esta gracia de nunca inmiscuirnos en la vida de los demás, de no convertirnos en cristianos de buenos modales y malos hábitos, de seguir a Jesús, para ir detrás de Jesús, en su camino. ¡Y esto es suficiente!". (Papa Francisco, Homilía en Santa Marta)
¿Tratamos de ser justos con todos los que nos rodean? ¿En nuestras palabras y en nuestras acciones? ¿”Rumoreamos” mucho? ¿Tratamos de corazón a los más humildes? De calumniar, nada, ¿verdad?

3 El que no daña a su hermano,
ni hace mal a su prójimo,
ni admite reproche alguno contra su vecino.
El que no ha hecho mal a su prójimo: es de todos conocido que por prójimo hay que entender a todos los hombres. Y no ha aceptado injuria contra su prójimo: es decir, ni gustosa ni temerariamente ha dado crédito al que lo acusaba.
“No se trata de nada extraordinario. Pero el que no es capaz ni siquiera de practicar esto, tampoco lo será de decir la verdad en su corazón y de no practicar el engaño con su lengua, esto es, de decir la verdad tal como se halla en su corazón y de tener en la boca el sí, sí, o no, no. Tampoco será capaz de hacer mal alguno a su prójimo, es decir, a nadie, ni de aceptar injuria contra su prójimo. Todos estos extremos son patrimonio de los perfectos, en cuya presencia el malvado ha quedado reducido a la nada” (San Agustín)
¿Cuidamos de no hacer daño a nuestro prójimo en manera alguna? ¿Evitamos los comentarios mordaces sobre nuestro prójimo? ¿Tanto hacerlos como escucharlos?

4 Aquel a cuyos ojos el criminal es menospreciado,
pero honra a los que temen al Señor.
Para ser digno de Dios es necesario tener una valoración religiosa de los hombres; es decir, no se debe uno dejar llevar de las apariencias, honrando a los que triunfan en la sociedad a pesar de ser réprobos ante Dios.
Los honores deben reservarse a los temerosos de Yahvé, los que conforman su vida a sus mandatos, sabiendo sacrificar muchas veces sus intereses materiales por seguir la ley de Dios. Los tiempos del salmista eran difíciles, y prevalecían los que hacían caso omiso de los preceptos divinos.
Lo más fácil era adular a los poderosos que se habían creado una posición social por su carencia de escrúpulos morales. Estos, en realidad, son para el salmista réprobos ante Dios, y por eso deben ser menospreciados por el que pretenda ser huésped de Yahvé.
Al contrario, los temerosos de Dios eran comúnmente despreciados porque por sus escrúpulos religiosos y morales no habían logrado ascender en la escala social; sin embargo, ellos son los predilectos a los ojos divinos, y por eso deben ser honrados por el que aspira a ser amigo de Dios y entrar en su casa.
¿Detestamos el crimen pero tratamos con compasión al criminal?
¿Somos conscientes de que el temor al Señor no es miedo sino respeto y acogida?

5 El que aun jurando en daño suyo, no por eso cambia;
el que no presta dinero con usura,
ni acepta sobornos.
Quien obra así jamás vacilará.
Por último, se enumeran los últimos tres preceptos para examinar la conciencia: ser fieles a la palabra dada, al juramento, incluso en el caso de que se sigan consecuencias negativas para nosotros; no prestar dinero con usura, delito que también en nuestros días es una infame realidad, capaz de estrangular la vida de muchas personas; y, por último, evitar cualquier tipo de corrupción en la vida pública, otro compromiso que es preciso practicar con rigor también en nuestro tiempo. La integridad de vida exige también fidelidad a los juramentos prestados, aunque su cumplimiento sea en perjuicio propio.
La usura es también algo de lo que debe estar alejado el amigo de Dios. En hebreo, el préstamo a interés es llamado «mordedura», expresión gráfica del perjuicio que causa al que se ve obligado a recibir dinero a crédito. La usura estaba prohibida en la Ley cuando se hacía entre israelitas, pero estaba permitida con los extranjeros. Aquí el salmista no distingue, pero en su perspectiva parece que se refiere a las relaciones con los connacionales. En realidad, a pesar de la Ley, la usura era una plaga en la sociedad hebrea, como nos lo dicen los profetas.
San Hilario de Poitiers, Padre y Doctor de la Iglesia del siglo IV, en su Tractatus super Psalmos, comenta así esta afirmación final del salmo, relacionándola con la imagen inicial de la tienda del templo de Sión. «Quien obra de acuerdo con estos preceptos, se hospeda en la tienda, habita en el monte. Por tanto, es preciso guardar los preceptos y cumplir los mandamientos. Debemos grabar este salmo en lo más íntimo de nuestro ser, escribirlo en el corazón, anotarlo en la memoria. Debemos confrontarnos de día y de noche con el tesoro de su rica brevedad. Y así, adquirida esta riqueza en el camino hacia la eternidad y habitando en la Iglesia, podremos finalmente descansar en la gloria del cuerpo de Cristo».
“El salmista también prohíbe la venalidad en la administración de la justicia. Era corriente que los jueces dictaminaran por cohecho en contra de los intereses de los más débiles económicamente. Vemos, pues, cómo al salmista no le preocupan los problemas de pureza ritual, sino los valores ético-religiosos, lo que está en consonancia con la predicación profética. El ideal que propone es muy alto, pero el premio por parte de Yahvé no se hará esperar: al que tal hace, nadie jamás le hará vacilar. El que es fiel a Dios cumpliendo sus preceptos, será inconmovible, porque está anclado en lo eterno, que es el mismo Dios.” [Maximiliano García Cordero, en la Biblia comentada de la BAC]
¿Somos generosos con los necesitados? ¿Pensamos que la justicia actual es lenta y poco eficaz? ¿Evitamos jurar cualquiera que sea la circunstancia en que nos encontramos?