SALMO 016
1 ¡Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti!
2 Yo digo al Señor: Dueño mío, tú eres mi Bien,
nada es comparable a ti.
3A los dioses de la tierra,
y a los señores en quienes me deleitaba
4 ¡Multiplíquense sus desgracias
que los sorprendan una tras otra!
yo jamás les derramaré
libaciones con mis manos,
ni mis labios proclamarán sus nombres.
5 Señor, tú eres la parte de mi herencia
y de mi copa;
Tú mismo has echado mi suerte:
6 Las cuerdas me asignaron una parcela deliciosa,
el Altísimo midió mi heredad.
7Bendigo al Señor que me aconseja,
aun de noche instruye mi conciencia.
8He elegido al Señor como mi guía perpetuo,
de su diestra jamás me apartaré.
9Dios fiel, se me alegra el corazón,
mis entrañas saltan de gozo,
y aun mi carne habita al cubierto,
10 pues no entregarás mi vida al Abismo,
ni dejarás que tu amigo vea el sepulcro.
11Me enseñarás un camino de vida,
me llenarás de alegría en tu presencia,
de gozo eterno a tu derecha.Texto
MEDITACIÓN
Introducción.- «Confianza» y «alegría» son dos términos característicos de este salmo. Ambas realidades provienen, de hecho, de la gran intimidad que hay entre el salmista y Dios. En efecto, el Señor va por delante, mostrándole el camino, pero también está a la derecha del fiel (el lugar más importante). La conclusión del salmo sitúa al fiel, lleno de gozo y felicidad, ante el Señor e, inmediatamente después, es el fiel el que está a la derecha de Dios. Este baile de posiciones (delante, a la derecha) pone de manifiesto la intimidad entre estos dos amigos y compañeros.
1 ¡Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti!
Verdadera introducción al salmo con esa petición inicial de protección, basada en el gesto de confianza que representa la acción de refugiarse en el Señor. El rasgo característico de este individuo es el de uno que ha apostado todo por Dios. Se ha «jugado» hasta su vida por él.
Estamos contemplando en los tiempos actuales los ataques a los cristianos en Oriente, en países como Pakistán, y este primer versículo debe de ser una de las oraciones preferidas, más proclamadas por esa gente ejemplar que no renuncia a su fe en Dios.
Podemos aprovechar para recordarlos y pedirle al Señor por su felicidad, por su tranquilidad, teniendo siempre presente su ejemplar conducta y haciéndola presente en este cómodo mundo de nuestra civilización occidental, para incrementar la conciencia de la necesidad de ayudar a los necesitados que tenemos cerca y a aquellos que están lejanos físicamente, pero cerca en el Señor.
¿Recurrimos al Señor en nuestros momentos de angustia, problemáticos, “bajos”?
¿Tenemos fe en su auxilio, esperanza en su acogida, ágape en nuestro entorno?
¿Somos conscientes del significado de refugio: Asilo, acogida, amparo (DLE)?
2 Yo digo al Señor: Dueño mío, tú eres mi Bien,
nada es comparable a ti.
25El Señor es bueno para los que esperan en él y lo buscan; 26es bueno esperar en silencio la salvación del Señor; 27le irá bien al hombre si es dócil desde joven. (Lm 3, 25 – 27)
Lo que caracteriza y hace fecunda nuestra evangelización es el hecho de que hacemos preceder el testimonio a la palabra; que el «hablar» debe seguir a nuestro «ser». Al mismo tiempo, hemos comprendido que, debido al camino comunitario que seguimos, el mismo «hablar» es parte del «ser». Nosotros somos realmente los que debemos ser también si comunicamos. Y es esta conciencia la que nos ha proyectado siempre hacia el prójimo, y nos ha hecho aprovechar innumerables ocasiones para dar a Dios a las personas.
Pero hay un punto, una piedra, sobre la que se debe apoyar todo, de manera que nuestro evangelizar, que es también comunicar, sea auténtico, un compromiso prioritario e imprescindible para que todo el edificio de nuestra, evangelización se apoye sobre cimientos seguros.
Santa Teresa de Lisieux decía que es mejor hablar «con Dios» que hablar «de Dios», porque en las conversaciones con los demás se puede introducir siempre el amor propio.
Y es cierto. Pero, porque la nuestra es una espiritualidad comunitaria, nosotros debemos también hablar «de Dios». Naturalmente debemos también hablar «con Dios», debemos, antes de nada, amar a Dios con ese amor que es la base de nuestra vida, y por tanto también de nuestra evangelización, y que se exterioriza en la oración o en la actuación de su voluntad.
Por tanto, hablar con el prójimo, aprovechar cada ocasión para evangelizar, pero hablar, antes de nada, con Dios.
¿Tenemos al Señor como nuestra meta de vida? ¿Creemos que es el verdadero Bien? ¿Estamos seguros de que es un dueño que sabe que nuestra libertad es imprescindible para vivir? ¿Sabemos usar de esa libertad?
3 A los dioses de la tierra,
y a los señores en quienes me deleitaba
Es una entrega al Señor que excluye todo culto a otros dioses - sacrificio, invocación del nombre-, y excluye también la confianza satisfecha en poderes humanos.
El hombre está tentado por este mundo circundante, por "los ídolos del país, sus dioses que tanto amé".
Convertido al verdadero Dios, está turbado por el éxito y la prosperidad aparente de las grandes naciones paganas. El materialismo sin Dios es atractivo: "tras ellos van corriendo"... hay que armarse de valor para enfrentarse a una corriente de opinión.
La gran tentación en todos los tiempos, ha sido el "sincretismo": esto es, juntar una pequeña dosis de "fe y una gran dosis de "materialismo"... algo de verdadera religión y algo de ídolos... un poco de Dios y mucho del dios Mamon, el dinero...
¿Formamos nuestra conciencia para saber compartir, ayudados por el Señor con nuestra oración? ¿Sabemos mantener “bajo control” esos pequeños dioses que el mundo parece querer imponernos? ¿Andamos tras el dinero por encima de todo?
4 ¡Multiplíquense sus desgracias que los sorprendan una tras otra!
yo jamás les derramaré libaciones con mis manos, ni mis labios proclamarán sus nombres.
Este tipo de versículos constituyen la más grave dificultad del libro de los Salmos porque no se ve como pueden con la letra y el espíritu del Evangelio.
Sin embargo, pueden servirnos para analizar nuestra conciencia para ver si albergamos alguno de los deseos que se citan, si nuestro corazón contiene animadversiones, faltas de perdón, antipatía, a personas cercanas o no a nosotros.
También podemos hacernos conscientes de que estos versículos pueden expresar la parte de culpa que tenemos en el mal del mundo o en los males de la Iglesia.
Desear que venga el Reino de Dios, tal y como rezamos en el Padrenuestro, implica desear que desaparezca todo aquello que es contrario a él: el pecado y el mal moral, el mal físico, la guerra, el dolor, la mentira….
Pero también es necesario comprender que los enemigos a que se refiere el salmista no son personas que se encuentra frente a él, sino que los lleva dentro; son sus propios defectos, vicios o pecados.
¿Sabemos apartarnos de los “dioses” que el mundo actual nos presenta? ¿Sabemos evitar nuestra contribución a su engrandecimiento?
5 Señor, tú eres la parte de mi herencia y de mi copa;
tú mismo has echado mi suerte
Se usaban estos términos para describir el don de la tierra prometida al pueblo de Israel. Nosotros sabemos ahora que la única tribu que no había recibido un lote de tierra era la de los levitas, pues el Señor mismo constituía su heredad. El salmista declara: «El Señor es el lote de mi heredad y mi copa... » (versículos 5 y 6). Por tanto, da la impresión de ser un sacerdote que está proclamando la alegría de estar totalmente entregado al servicio de Dios.
San Agustín comenta: «El salmista no dice: "Dios, ¡dame una heredad! ¿Qué me darás como heredad?". Dice por el contrario: todo lo que me des fuera de ti no vale nada. Sé tu mismo mi heredad. Eres tú a quien yo amo... Buscar a Dios en Dios, ser colmado de Dios por Dios. Él te basta, fuera de él nada te puede bastar»
Porque el Señor sella nuestra suerte, el Señor en persona se entrega a nosotros. Que opten los demás por lotes terrenos y temporales de disfrute: el lote de los santos es el Señor eterno. Que otros degusten placeres que acarrean la muerte; el lote de mi copa es el Señor.
El Diccionario de la Lengua Española define “herencia” como: “Conjunto de caracteres que los seres vivos reciben de sus progenitores”. ¿Somos conscientes de la responsabilidad que recibimos con esa herencia? ¿Nos damos cuenta del apoyo espiritual (y físico) que nos da esa herencia del Señor, nuestro Padre? ¿Sabemos de la suerte que tenemos con tener ese Padre y la compartimos con los demás?
6 Las cuerdas me asignaron una parcela deliciosa,
el Altísimo midió mi heredad.
Los linderos de mi posesión han caído dentro del territorio divino; por ello es una parcela deliciosa que, por otra parte, tengo que saber compartir.
No bastará toda la vida para la exploración de este «lote» que le ha tocado en suerte. Nuestra vida no está exenta de pruebas, de dudas y de peligros. La «seguridad» de Dios no elimina los propios riesgos de toda aventura humana y religiosa. El territorio es bueno pero requiere nuestro esfuerzo y nuestra fe.
“Resulta evidente que la terminología de los versículos 5 y 6 es la terminología de la apropiación de la tierra y de la diferente atribución a la tribu de Leví de lo necesario para el sustento. Esto significa que este salmo es el canto de un sacerdote que expresa aquello que constituye el centro físico y espiritual de su existencia. Quien en este salmo ora, cumple todo cuanto la Ley ha establecido para él: la privación de posesiones exteriores y una vida sustentada por el culto divino y para el culto divino, de tal manera que este culto no se entiende únicamente en el sentido de una forma determinada de subsistencia, sino que se vive como verdadero fundamento. Este orante espiritualiza la Ley, la transfiere a Cristo, precisamente porque en él no llega a realizarse en plenitud su genuino contenido. Este salmo reviste indudable importancia para nosotros: en primer lugar, porque se trata de una plegaria sacerdotal; en segundo lugar, porque encontramos aquí la autosuperación interna del Antiguo Testamento en movimiento hacia Cristo, el impulso de aproximación por el que el Antiguo Testamento se proyecta hacia el Nuevo, y de este modo podemos admirar la unidad de la historia de la salvación. No vivir en virtud de lo que uno posee, sino del culto, significa para el orante vivir en la presencia de Dios, fundar la propia existencia en un confiarse a El desde lo más íntimo” (Joseph Ratzinger El camino pascual BAC Popular Madrid-1990.Págs. 178-184)
El tema de la felicidad. Podemos leer una preciosa traducción del Padre Claudel "Permitidme medir maravillado esta herencia que me cayó del cielo... Tú me has saciado con tu rostro... Escucha lo que te digo muy quedo para que solamente Tú lo oigas: Oh, el Señor que no he merecido de ninguna manera... ¡Magnífico! ¡La porción que me tocó es algo del otro mundo! ¡La parte que me tocó no hay cómo ponderarla, es algo bello!... Tú has embriagado mi corazón, Tú has desatado mi lengua... Lléname de las delicias de tu rostro, lugar en que todos los caminos terminan..."
¿Estamos contentos con la “parcela” de vida que tenemos? ¿La ejercemos con alegría cristiana y con la esperanza puesta siempre en el Señor? ¿Ponemos esfuerza y fe en el cuidado de esa parcela?
7 Bendigo al Señor que me aconseja,
aun de noche instruye mi conciencia.
El Señor como consejero permanente y como guía perpetuo, no sólo en el templo, sino en todo momento siento la presencia y compañía de Dios, fuente de alegría, descanso y serenidad.
Bendeciré al Señor que me ha dado inteligencia, que me capacita para ver y poseer esta herencia. Es más, incluso hasta la noche me han aleccionado mis riñones: además de la inteligencia, me ha instruido hasta la muerte mi parte inferior, la carne asumida, para experimentar las tinieblas de la mortalidad que esa inteligencia no posee.
La certeza que Dios está con nosotros, Emmanuel. Podemos mantener con él una conversación continua, día y noche: meditación-conversación-oración... De lo contrario, preferiremos los ídolos del mundo. Señor, que te busque, que Tú seas mi único amor absoluto.
La formación de la conciencia es un imperativo fundamental, es una exigencia en la misión evangelizadora de la Iglesia, no sólo mirando a la sociedad sino al interior de la comunidad cristiana. La conciencia manda lo que se debe aceptar y lo que se debe rechazar en cada paso. Finalmente, la conciencia juzga cuándo se ha hecho lo correcto y cuándo no; por eso da paz o remuerde.
¿Cómo formar la conciencia? La formación de la conciencia significa ayudar a las personas a escuchar esa voz de Dios que a todos nos habla en nuestra intimidad. El cuidado y el respeto al dinamismo de cada persona debe ser criterio fundamental para la catequesis que impartimos a los niños que han recibido el bautismo y a los adultos, cuya espiritualidad no es más que el desarrollo de la vocación bautismal.
Por supuesto, la confianza en el Señor que, como dice el salmo, “instruye nuestra conciencia”, es fundamental, siempre que no nos resistamos, que no evitemos la acción del Padre.
¿Nuestra conciencia cristiana toma sus decisiones buscando la conformidad con el Evangelio, porque sabe que está implicada en la Historia de la Salvación? ¿Comprendemos que la educación de la conciencia es indispensable para nuestra vida cristiana? ¿Cómo nos preocupamos de esa educación? ¿Fiamos en la escucha de la Palabra y en la oración?
8 He elegido al Señor como mi guía perpetuo,
de su diestra jamás me apartaré.
«El Señor está siempre a mi diestra». Caminar con Dios, saber con toda claridad qué dimensiones asume concretamente esta realidad en la vida siempre cercano, tratar con él, mirarle y dejarse examinar por El, he ahí lo que constituye el centro de esta prerrogativa de los levitas.
De esta suerte, Dios se hace verdaderamente una tierra, el territorio de nuestra vida. Y así vivimos y «moramos» en su casa. El salmo enlaza aquí con todo lo que hemos encontrado en Juan. En consecuencia, ser sacerdote significa: ir a su casa y de este modo aprender a ver, permanecer en su morada.
He aprendido un «ejercicio de piedad» fundamental: «Tengo siempre presente al Señor». Los resultados de este «ejercicio piadoso» son evidentes: Con él a mi derecha no vacilaré. Por eso se me alegra el corazón, se gozan mis entrañas, y mi carne descansa serena.
¿Sentimos la mano del Señor guiándonos por el sendero de la vida, gozosos y alegres de saberle a nuestro lado? ¿El refugio que nos proporciona nos da seguridad y felicidad? ¿Nos da, al mismo tiempo, libertad? ¿Somos con ello de vencer miedo y timidez, y llevar a cabo nuestra misión de hacer saber a todos los que nos rodean que Él es el Dios único en quien podemos confiar?
9 Por eso está alegre el corazón,
mis sentidos rebosan de júbilo,
y aun mi carne descansa segura,
Por eso hay alegría en mis pensamientos, alborozo en mis palabras es más: mi carne no se aniquilará en la muerte, sino que se dormirá en la esperanza de la resurrección.
La alegría cristiana aparece en multitud de ocasiones en la Escritura; la Palabra nos trae la alegría que debe de ser un sello del cristiano.
Pablo cita con frecuencia ese hermoso sentimiento, esa manera de estar cristiana:
Alégrense siempre en el Señor. Insisto: ¡Alégrense! (Fil 4, 4) La mención de la alegría confirma el tono gozoso de toda la carta contenida en los dos primeros capítulos. Pablo quiere que sea una alegría no intimista, sino difusiva, haciendo felices a los demás con la propia bondad. Es con este gozo con el que también anuncia la venida del Señor
Alégrense en la esperanza, muestren paciencia en el sufrimiento, perseveren en la oración. (Rm 12, 12)
¿Somos conscientes de que cada uno debe dar según lo que haya decidido en su corazón, no de mala gana ni por obligación, porque Dios ama al que da con alegría? ¿Nos alegramos con los que están alegres; lloramos con los que lloran?
10 pues no entregarás mi vida al Abismo,
ni dejarás que tu amigo vea el sepulcro.
La muerte es sólo para los egoístas
Incluso cuando se encuentra zambullido en un grave peligro, tiene una certeza:
Porque no me entregarás a la muerte ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción; se trata de la representación de «todo el ser» de la persona, que no es absorbido y aniquilado en la corrupción del sepulcro, sino que se mantiene en la vida plena y feliz con Dios.
"Tú no puedes dejar que tu "Hassid", tu "amigo", vea la corrupción."
“En hebreo hay una palabra cuyos matices son intraducibles. El "Hassid" es el hombre que ha sido objeto de la Hessed divina: el amor misericordioso. El hombre se convierte en "fiel", "amigo", de Dios: él corresponde al amor. Chouraqui, antiguo alcalde de Jerusalén, gran conocedor de la lengua judía traduce así este texto: "tu no puedes permitir que tu "amante" vea la corrupción".
El verdadero "Hassid ", es Jesús. El único que puede hoy recitar este salmo es Cristo resucitado, vencedor de la muerte. "Aun durante la noche mi corazón se alegra... mi carne reposa tranquila... ¡Tú no puedes abandonarme a la muerte, ni dejar que aquel que tú amas y que te ama, vea la corrupción!" Seguramente el levita que escribió esto, no pensó en la doctrina de la resurrección, sino confusamente, y adivinó que una de las exigencias del amor es la no separación del ser amado: nuestra fe en la resurrección se apoya en esta certeza, miles de veces repetida, que Dios nos ama con amor (Hessed).” (Noel Quesson 50 salmos para todos los días. Tomo I paulinas, 2ª edición)
¿Creemos firmemente en nuestra resurrección al momento siguiente de nuestra muerte física? ¿Creemos en nuestra presencia nueva con el cuerpo espiritual? (1 Co 15, 44)
11 Me enseñarás un camino de vida,
me llenarás de alegría en tu presencia,
de gozo eterno a tu derecha.
Es el camino que lleva al "gozo pleno en la presencia" divina, a "la alegría perpetua a la derecha" del Señor. Estas palabras se adaptan perfectamente a una interpretación que ensancha la perspectiva a la esperanza de la comunión con Dios, más allá de la muerte, en la vida eterna. En este punto, es fácil intuir por qué el Nuevo Testamento asumió el salmo 16 refiriéndolo a la resurrección de Cristo. San Pedro, en su discurso de Pentecostés, cita precisamente la segunda parte de este himno con una luminosa aplicación pascual y cristológica: "Dios resucitó a Jesús de Nazaret, librándole de los dolores de la muerte, pues no era posible que quedase bajo su dominio" (Hch 2, 24).
San Pablo, durante su discurso en la sinagoga de Antioquia de Pisidia, se refiere al salmo 16 en el anuncio de la Pascua de Cristo. Desde esta perspectiva, también nosotros lo proclamamos: "No permitirás que tu santo experimente la corrupción. Ahora bien, David, después de haber servido en sus días a los designios de Dios, murió, se reunió con sus padres y experimentó la corrupción. En cambio, aquel a quien Dios resucitó - o sea, Jesucristo -, no experimentó la corrupción" (Hch 13,35-37).
A veces por el camino de la vida, tristes, desanimados; pero si dejamos que el Señor nos hable al corazón, nos ayude a ver cómo Su Palabra ilumina nuestra vida; si nos abrimos a Su presencia, si permitimos que nos alimente con Su Cuerpo y Su Sangre, nuestro corazón arderá, y podremos desandar los pasos que nos alejaban de Él, caminar seguros aun en medio de la noche, y comunicar a todos la felicidad incomparable de saber que se ha cumplido lo anunciado, y que el Señor ha respondido, y con creces, a lo que le pide el salmista: “Sáciame de gozo en Tu presencia, y de alegría perpetua junto a Ti”
Este salmo nos permite descubrir con Dios el lenguaje de los "enamorados", de los "Hassidim" (plural de "Hassid").
¿Recordamos el Salmo 1 que nos enseña los “dos caminos”? ¿Nos damos cuenta de quien es el camino, la verdad y la vida? ¿Somos conscientes de que cada ser humano somos en esta tierra como un viajero que va de paso? Pero… ¿Sabemos hacia donde vamos? ¿Sabemos gobernar nuestro buque?