2 El cielo proclama la gloria de Dios,
el firmamento pregona la obra de sus manos:
3 el día al día le pasa el mensaje,
la noche a la noche se lo susurra.
4 Sin que hablen, sin que pronuncien,
sin que resuene su voz,
5 a toda la tierra alcanza su pregón
y hasta los límites del orbe su lenguaje.
6 Al sol le fijó una tienda en lontananza,
de allí sale muy alegre,
como un esposo que deja su alcoba,
como atleta a correr su carrera.
7 Él sale de un extremo del cielo,
su órbita llega hasta el otro extremo,
y no hay nada que escape a su calor.
Elogio de la Ley de Dios
8 La ley del Señor es perfecta,
reconforta el alma;
el testimonio del Señor es verdadero,
da sabiduría al simple.
9 Los preceptos del Señor son rectos,
alegran el corazón;
los mandamientos del Señor son claros,
iluminan los ojos.
10 La palabra del Señor es pura,
permanece para siempre;
los juicios del Señor son la verdad,
enteramente justos.
11 Son más atrayentes que el oro,
que el oro más fino;
más dulces que la miel,
más que el jugo del panal.
12 También a mí me instruyen:
observarlos es muy provechoso.
13 Pero ¿quién advierte sus propios errores?
Purifícame de las faltas ocultas.
14 Presérvame, además, del orgullo,
para que no me domine:
entonces seré irreprochable
y me veré libre de ese gran pecado.
15 ¡Ojalá sean de tu agrado
las palabras de mi boca,
y lleguen hasta ti mis pensamientos,
Señor, mi Roca y mi redentor!
Introducción.- Con la mirada interior de nuestro corazón y la intuición religiosa que no se pierde en la superficialidad, sino que penetra en la transcendencia, el hombre y la mujer pueden descubrir que el mundo no es mudo, sino que habla del Creador. Como dice el antiguo sabio, “de la grandeza y hermosura de las criaturas se llega, por analogía, a contemplar a su Autor” (Sb 13, 5).
Meditación.- Alabanza de la Creación: La primera parte de este salmo nos ayuda a rezar a partir de la creación, a contemplar en silencio el mensaje que nos viene de las criaturas. Es un salmo ecológico o cósmico.
2 El cielo proclama la gloria de Dios, el firmamento pregona la obra de sus manos:
El cielo, el firmamento, el día, la noche y, sobre todo, el sol, proclaman, sin palabras, la gloria de quien los creó. La alabanza silenciosa es lo más importante, pues viene a demostrar que las palabras no son capaces de expresar todo lo que se siente.
El firmamento, que antes era tierra a causa del temor y que ahora se ha convertido también en cielo por la fuerza del Espíritu Santo, pregona las hazañas valerosas del Señor.
Mediante este salmo, entramos en contacto con el alma de Israel, aferrada a la ley divina (la Torah) mediante un amor ardiente y sincero. La admirable evocación del cosmos que "habla" a quienes saben mirarlo (el universo, los cielos, las estrellas, el sol), es sólo una introducción a esta afirmación increíble: Dios ha "hablado" a un pueblo... y le ha "revelado" sus pensamientos sobre la humanidad. Para un judío fervoroso, la ley, lejos de ser una traba minuciosa, una regla legalista y formalista, es un verdadero "don de Dios". Al revelar al hombre la ley de su ser, Dios hace Alianza con él, para ayudarlo en sus comportamientos vitales: como el sol que "desposa la tierra" para darle vida, en el don de la ley hay algo así como la alegría de las nupcias, ¡es un misterio nupcial!
De hecho, casi todos los pueblos vecinos de Israel consideraban al sol y a los astros como dioses. El sol no es Dios sino una criatura de Dios. En aquel tiempo, se creía que el astro rey giraba alrededor de la tierra. Por eso se suponía que por la mañana salía de la tienda invisible que Dios había levantado para él en Oriente como el esposo de la alcoba, para recorrer su órbita como un héroe o un atleta, hasta entrar de nuevo en su tienda en Occidente. Como el esposo, porque es sinónimo de fecundidad; como un héroe, porque nada ni nadie escapa a su calor; como un atleta, porque nadie lo puede detener.
Para el salmista, el cielo y el firmamento son como una especie de gran tejido en el que Dios ha dejado impresos algunos signos de su amor creador. Aun sin usar palabras, su mensaje silencioso llegará hasta los límites del orbe. La primera parte de este salmo nos ayuda a rezar a partir de la creación, a contemplar en silencio el mensaje que nos viene de las criaturas.
Pero ¿quién inventó, ordenó y mantiene esas leyes poderosas, que son inteligentes, responsables y constantes?
¡Esa potencia descomunal de la gravedad –por poner un ejemplo- que de manera misteriosa, no descifrada aún por la Ciencia, mantiene ordenados y unidos desde el centro geométrico de la Tierra con fortísima atracción radial todos los elementos infinitos de nuestro planeta! Bastaría medio minuto de aflojar la tensión, de soltar las amarras, de fallar esa ley de la naturaleza... y toda nuestra casa planetaria se haría un montón imponente de polvo. Y dígase otro tanto de la gravitación de estrellas y galaxias. Pero llevamos años, millones, miles de millones de años y esas leyes colosales no fallan un segundo.
Para cada uno de nosotros no hay más Dios que el que podemos ver en la creación. La conclusión es clara: No puedo pensar en un Dios al margen de la creación, porque sería un ídolo. Por lo tanto, no puede haber dos mandamientos. Amo a Dios solo en la medida que amo a sus criaturas. Amo a Dios en la medida que manifiesto mi amor a todo el que encuentro en mi camino.
Hay una frase, que empleamos siempre para justificar nuestro egoísmo, pero que es verdadera: "el amor bien entendido empieza por uno mismo". Efectivamente, descubriendo la luz que se refleja en mi propio ser, estaré capacitado para verla en los demás. El Dios que descubro en mí, es el mismo que debo descubrir en los demás.
¿Somos capaces de contemplar la naturaleza y ver en ella la mano de Dios? ¿Lo hacemos alguna vez? ¿Lo acompañamos de un diálogo, sencillo, profundo, con el Señor? Es decir, ¿sabemos orar?
3 el día al día le pasa el mensaje, la noche a la noche se lo susurra.
En silencio, las criaturas hablan de la grandeza de su Creador. Cada día le entrega al siguiente una consigna; lo mismo que cada noche a la posterior: han de ser anunciadores silenciosos del amor del Creador. Aun sin usar palabras, su mensaje silencioso llegará hasta los límites del orbe. Todos los días y todas las noches proclaman siempre la misma noticia. Es la imagen del Dios creador, reconocido como tal por sus criaturas. Admirable, ¿verdad? Así es la labor del cristiano, nuestra labor: humilde, sencilla, atento a las señales del Señor, a la naturaleza en la cual se muestra día tras día, noche tras noche.
Te rogamos, Señor, que nos hagas capaces de proclamar el mensaje cristiano con la prudencia y eficacia con las que describe este salmo. De las cosas que podemos ver cada día, el salmista nos lleva en estos versículos a la consideración de las cosas invisibles de Dios, cuya gloria brilla con gran resplandor en los cielos visibles, llenos de astros cuya estructura, belleza y orden son maravillosos. Qué es lo que las criaturas nos dan a conocer. De muchas maneras nos son útiles y provechosas, pero en ninguna cosa tanto como en esta de declarar la gloria de Dios anunciando la obra de sus manos, criaturas que no pudieron ser producidas por una casual ordenación de átomos, pues eso constituye un absurdo que ni merece discutirse; debieron, pues, tener un Creador Del brillo de los astros celestes podemos colegir que el Creador es Luz
La constante y regular sucesión del día y de la noche, los cuales van pasándose constantemente el mensaje de gloria del Dios: No solo se glorifica Dios con esta constante revolución de los astros, sino que nos beneficia a nosotros, pues, así como la luz de la alborada nos incita a poner mano al quehacer cotidiano, las sombras de la noche nos invitan al reposo de nuestro trabajo.
La noche a la noche transmite el mensaje de gloria. Si la luz del sol canta la gloria de Dios, es necesario descubrir como el salmista la maravilla de la noche. El día es el resplandor, la acción, la vida. La noche es la discreción, el descanso, el misterio. Si es placentero estar al sol, lo es también sumergirse en la noche como en un baño de silencio. El hombre moderno, necesita somníferos para dormir, carece de un equilibrio que es necesario ensayar de recuperar mediante métodos más naturales. El Oriente en este campo tiene mucho que enseñarnos: "Hacer el vacío en sí mismo", hacer callar las voces discordantes que gritan en el fondo de nosotros mismos, recogerse. Tal es la preparación primordial para la oración. Se puede rezar evidentemente con los ojos abiertos. Pero hay que hacer también la experiencia de orar con los ojos cerrados, "haciendo la noche".
El mensaje que Jesús nos deja es claro. No al conservadurismo, sí a la creatividad. No a una vida estéril, sí a la respuesta activa a Dios. No a la obsesión por la seguridad, sí al esfuerzo arriesgado por transformar el mundo. No a la fe enterrada bajo el conformismo, sí al trabajo comprometido en abrir caminos al reino de Dios.
El gran pecado de los seguidores de Jesús puede ser siempre el no arriesgarnos a seguirlo de manera creativa. Es significativo observar el lenguaje que se ha empleado entre los cristianos a lo largo de los años para ver en qué hemos centrado con frecuencia la atención: conservar el depósito de la fe; conservar la tradición; conservar las buenas costumbres; conservar; la gracia; conservar la vocación...
Esta tentación de conservadurismo es más fuerte en tiempos de crisis religiosa. Es fácil entonces invocar la necesidad de controlar la ortodoxia, reforzar la disciplina y la normativa; asegurar la pertenencia a la Iglesia... Todo puede ser explicable, pero ¿no es con frecuencia una manera de desvirtuar el evangelio y congelar la creatividad del Espíritu?
¿Tenemos un mensaje cristiano que transmitir? ¿Tratamos de comunicarlo? O bien, ¿Nos da vergüenza, timidez, reparo… presentar una posición cristiana en un diálogo con otras personas? ¿Iniciamos el día y lo terminamos con una oración al Señor?
4 Sin que hablen, sin que pronuncien, sin que resuene su voz,
Dice Teilhard de Chardin: El autor de este salmo oía "día" y "noche" dos coros fantásticos que alternaban y se respondían uno a otro. Sí, "los cielos" ¡hablan! ¿Qué dicen? ¡la gloria de Dios! ¿Cómo la dicen? ¡En el silencio! El salmista lo sabe bien: su voz no es una voz... No hay palabras... Dios "¡no levanta la voz!" A veces decimos que El se calla, porque no sabemos escucharlo. Dios es discreto. Dios está oculto. Si El apareciera, desaparecería la creación. Le deja un espacio de libertad ocultándose y callándose. Pero El habla en el silencio: su creación, precisamente es su "primera palabra", una palabra que todos los pueblos pueden comprender porque está sobre y más allá que todos los idiomas... ¡No hace falta ir a la escuela y saber leer! Basta mirar y escuchar. Este Dios prodigioso no se ha limitado a esta brillante sinfonía de astros... Ha decidido hacer Alianza con el hombre, dándole su ley... Esto debería asombrarnos de amor. Pero precisamente, Dios es "amor" y el amor es la "ley constitutiva" del universo y del hombre (Teilhard de Chardin). ¡Amar, seguir la ley de Cristo, es entrar en la armonía del mundo, unirse a Dios! Es una verdadera descripción práctica de lo que es la oración. ¿Lo comprendemos así? Abracemos al Señor en nuestro corazón.
- Ábrete a la Luz que el Señor te regala en este día.
- Descubre la Presencia de Dios en lo que te rodea.
- Mira con atención las pequeñas señales de amor en los acontecimientos que hoy te toque vivir.
- Descubre que en el corazón de los pequeños y sencillos se esconden los tesoros del Reino.
- Pide al Espíritu que limpie la oscuridad de tus ojos para ver lo nuevo que está brotando.
- Que tu vida sea un reflejo de la vida de Dios en ti, y tus gestos proclamen que el amor es mas fuerte y que la luz vence a la oscuridad
Mil gracias derramando pasó por estos sotos con presura; y, yéndolos mirando, con sola su figura vestidos los dejó de hermosura. (San Juan de la Cruz).
¿Somos conscientes del Espíritu de Dios en nuestro corazón? ¿nos vemos animados por sus dones? ¿Lo asimilamos en nuestra conciencia y, con ello, en nuestra conducta?
5 a toda la tierra alcanza su pregón y hasta los límites del orbe su lenguaje.
Esta declaración de la gloria de Dios se hace a todos los lugares de la tierra. Los astros no hablan un idioma particular, sino un lenguaje universal: “A toda la tierra salió su pregón, y hasta los límites del orbe su lenguaje”. Todos los pueblos pueden y deben escuchar a estos predicadores naturales, pero inmortales, hablar a cada uno en su propio idioma las maravillosas obras de Dios. (Del Adorador, sirviendo al Cuerpo de Cristo)
Es también el motivo de que estemos ahora mismo aquí hablando del mensaje de Dios, del mensaje que Jesús hizo tan vivo, de la misión que tenemos los cristianos de mantener y extender este mensaje para que llegue a todos los que nos rodean, para que todos seamos capaces de la felicidad y la alegría que el mensaje lleva consigo.
Este anuncio que se transmite hasta los extremos del mundo no es otro, para Pablo, que la predicación del Evangelio. Esto es lo que escribe en la Carta a los Romanos: El mensaje es el anuncio del Mesías. Pero pregunto yo: ¿Será que no han oído hablar? Todo lo contrario, «a toda la tierra alcanzó su pregón y hasta los límites del arte su lenguaje» (Rm 10,18)
Pensemos, por ejemplo, en la Madre Teresa de Calcuta, por citar una mujer santa de nuestros días. Su luz ha brillado en todo el mundo. Se propuso servir a los más pobres entre los pobres del mundo. Y lo cumplió. Murió feliz y contenta, porque es más dichoso dar que recibir. Su ejemplo es el mejor testimonio de la fe. Vale más que todos los razonamientos.
A toda la tierra alcanza su pregón. La gracia de Dios es ofrecida a todos por igual. Cuando llueve, o cuando sale el sol, no sale solo para los buenos. Sale para todos. La diferencia está en cada uno de nosotros. Si a toda la tierra alcanza su gracia, somos nosotros los que nos tenemos que encargar de recogerla.
“Alabado seas, mi Señor, por la hermana nuestra madre tierra, la cual nos sustenta, y gobierna y produce diversos frutos con coloridas flores y hierba” (San Francisco de Asís)
¿Quién no acude al Señor a la más mínima necesidad para que derrame su bondad sobre nosotros?
Si el agua moja a todos por igual, ¿por qué algunos parecen rebosar de gracia de Dios, otros sienten que el Señor les da la espalda y algunos piensan que con esa agua no es suficiente?
¿Dónde está la diferencia?
6 Al sol le fijó una tienda en lontananza, de allí sale muy alegre,
como un esposo que deja su alcoba, como atleta a correr su carrera.
La alegría del amor nos puede llegar con este versículo; la oración surge fácil:
“Oh Señor, los cielos proclaman tu gloria; los astros y el cosmos entero son exultación de tu grandeza. Haz humilde y puro nuestro corazón, a fin de que con la sencillez de los pequeños nos pongamos a la escucha de la voz de la creación, que, sin sonidos, sin palabras, canta con acordes admirables la sinfonía de tu amor.
Haz que nos demos cuenta de que todo habla de ti, de tu amor; de que todo es, de hecho, signo de tu presencia, y espera, como en un juego maravilloso, que descubramos su belleza oculta.
Que el sol que sale por el horizonte cada mañana sea para nosotros la imagen sencilla y familiar de Jesús, verdadera luz enviada por ti para disolver nuestras tinieblas de muerte y hacernos pregustar la alegría de ser en él, para siempre, hijos en el Hijo amado por el que todo vive.”
¿Somos capaces de ver al Señor en la Naturaleza?
¿Vemos la mano del Señor en lo que nos rodea: personas, vegetación, mar…?
¿Lo proclamamos en nuestra misión como cristianos?
7 Él sale de un extremo del cielo, su órbita llega hasta el otro extremo, y no hay nada que escape a su calor.
El sol es también una criatura; no habla, pero la acción de su calor repite el mensaje universal del cielo y del firmamento. Atraviesa con una fuerza ágil los cielos estáticos y el firmamento, y es sólo una imagen del único Sol verdadero: Dios, del que todo toma la vida.
La liturgia cristiana usó desde sus orígenes la imagen del sol como símbolo de Cristo, de aquel al que los profetas habían designado como «Sol de justicia» (cf. Mal 3,20; Zac 3,8; Is 9,1). Jesús mismo se presentó, en efecto, como luz del mundo (cf. Jn 8,12), como sol que no tiene ocaso en el corazón de los creyentes, los cuales, a su vez, iluminados por Cristo, se convierten en hijos de la luz.
Desde esta perspectiva, el versículo está bien situado en las alabanzas matutinas: en el momento en el que la aurora marca en el horizonte el final de la noche, se invita al cristiano a cantar la victoria pascual de Cristo, luz verdadera, que todos los días hace huir las tinieblas del pecado.
¿Damos gracias al Señor por un nuevo día, al iniciar nuestra vida diaria?
¿Le echamos una “ojeadita” a las lecturas del día?... Sí, ya sé que siempre tenemos mucha prisa… pero cinco minutitos…
Elogio de la Ley de Dios: Esta segunda parte nos hace entrar en comunión con el proyecto de Dios presente en la Biblia, con el mandamiento del amor. Nos hace también pensar en nuestra propia fragilidad. Es un salmo que puede y debe ser rezado cuando queremos libramos de la arrogancia y del orgullo...
8 La ley del Señor es perfecta, reconforta el alma; el testimonio del Señor es verdadero, da sabiduría al simple.
Esa es la ley que el Pueblo de Israel había recibido de mano de Moisés, una ley que ayudaría al Pueblo de Dios a vivir en la libertad a la que habían sido llamados. Ley que quería ser luz para sus pasos y acompañar el peregrinar de su Pueblo.
Un Pueblo que había experimentado la esclavitud y el despotismo del Faraón, que había experimentado el sufrimiento y el maltrato hasta que Dios dice basta, hasta que Dios dice: ¡No más! He visto la aflicción, he oído el clamor, he conocido su angustia (cf. Ex 3,9).
Y ahí se manifiesta el rostro de nuestro Dios, el rostro del Padre que sufre ante el dolor, el maltrato, la inequidad en la vida de sus hijos; y su Palabra, su ley, se volvía símbolo de libertad, símbolo de alegría, de sabiduría y de luz.
¿Vemos nuestra libertad en la ley del Señor? ¿Dónde encontrar felicidad y solución a las diferentes problemáticas de la vida? ¿Necesita ayuda la palabra de Dios para salvar?
9 Los preceptos del Señor son rectos, alegran el corazón;
los mandamientos del Señor son claros, iluminan los ojos.
Las Leyes de Dios, las cuales son imposibles de cumplir en su totalidad, son la norma para el comportamiento que Él requiere. No son arbitrarias ni opresoras, sino que son perfectas como Él es perfecto, y el hacerlas parte de la vida es un camino seguro para la prosperidad y el éxito. Aun las personas que no creen en el Creador que las ordenó son bendecidas cuando incorporan Sus leyes en su estilo de vida.
Yahvé le dice a Josué: “Releerás constantemente este libro de la Ley; lo meditarás día y noche para que actúes en todo según lo que está allí escrito: de este modo llevarás a cabo tus proyectos y tendrás éxito” (Jos 1, 8).
La ley hemos de verla en conjunción con el sujeto que responde. El hombre no es un autómata que reacciona espontáneamente a las exigencias morales, sino una persona que responde a lo objetivo tal como él lo percibe.
La función de la conciencia moral no es sólo la de aplicar las normas morales objetivas, sino también la de descubrir, con un ancho margen de iniciativa, los valores morales que han de aplicarse a fin de conseguir la realización auténtica de la persona.
Actualmente la Teología bíblica, la primacía en lo moral de la caridad y el Vaticano II muestran un renovado interés hacia lo subjetivo: se insiste en un mayor amor, sinceridad, libertad, apertura y sentido de la responsabilidad.
¿Somos “conscientes” de nuestra “conciencia”? ¿Sabemos que la conciencia moral cristiana trata de realizar lo que la imitación y el seguimiento de Cristo exigen de nosotros? ¿Asumimos que la conciencia moral cristiana es la conciencia que tiene el cristiano de ser otro Cristo?
10 La palabra del Señor es pura, permanece para siempre;
los juicios del Señor son la verdad, enteramente justos.
La palabra humana, para ser verdadera, debe volverse antes que nada escucha de la única Palabra que ha venido como Sol a iluminar nuestras tinieblas; entonces se convierte, a su vez, en anuncio libre y agradecido de las grandes obras que Dios ha realizado. La grandeza del hombre está, por otra parte, en su capacidad de interpretar y recoger la voz de los astros para hacerse, a su vez, eco de ella y volver a darla al Creador, «recalentada» por el fuego de su corazón. A esto nos exhorta la liturgia, invitándonos precisamente a hacernos voz de cada criatura.
Así dice Juan (Jn 17, 17-21): “Conságralos mediante la verdad: tu palabra es verdad. Así como tú me has enviado al mundo, así yo también los envío al mundo; por ellos ofrezco el sacrificio, para que también ellos sean consagrados en la verdad. No ruego sólo por éstos, sino también por todos aquellos que creerán en mí por su palabra. Que todos sean uno, como tú, Padre, estás en mí y yo en ti. Que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado.”
¿Creemos “de verdad” en la Palabra de Dios? ¿Recurrimos a ella en nuestras angustias, problemas, dudas…? ¿Estimamos su justicia?
11 Son más atrayentes que el oro, que el oro más fino;
más dulces que la miel, más que el jugo del panal.
Dice el Libro de los Proverbios: “Conserva siempre el buen juicio, hijo mío,
y no pierdas de vista la discreción, pues serán para ti fuente de vida y te adornarán como un collar. Podrás andar confiado por el camino y jamás tropezarás. Cuando descanses, no tendrás que temer; cuando te acuestes, dormirás tranquilo. No temerás a los peligros repentinos ni a la ruina que vendrá sobre los malvados, porque el Señor te infundirá confianza y evitará que caigas en alguna trampa”. (Pr 3, 21-26)
¿Somos discretos en nuestras relaciones humanas?
¿Confiamos en los juicios del Señor? ¿Los “consultamos”?
12 También a mí me instruyen: observarlos es muy provechoso.
El salmista se contempla a sí mismo viéndose imperfecto, impuro, arrogante y pecador
La Palabra del Señor nos comunica su ley, pero una ley que, si bien de obligatorio cumplimiento, es más bien soporte y apoyo para una vitalidad cristiana camino hacia un verdadero amor a todos los que nos rodean.
Las Escrituras claramente nos enseñan que Dios es amor. Leemos: “Y nosotros hemos conocido y creído el amor que Dios tiene para con nosotros. Dios es amor; y el que permanece en amor, permanece en Dios, y Dios en él.” (1 Jn 4, 16) Ésta es la ley del amor.
¿Seguimos los consejos del Señor? ¿Los incorporamos a nuestra vida? ¿En efecto los consideramos provechosos para nuestra relación con la sociedad?
13 Pero ¿quién advierte sus propios errores?
Purifícame de las faltas ocultas.
Pero aún los mejores de nosotros quedamos tristemente muy cortos de alcanzar los estándares establecidos en la ley de Dios. Nuestro comportamiento está tan contaminado por nuestra naturaleza pecaminosa que ni siquiera nos damos cuenta del alcance de nuestra violación a las leyes de Dios.
Nuestros errores no siempre son por acción; debemos de tener muy en cuenta si nuestra conducta cristiana es activa y de ayuda a los que nos rodean, con ejemplo de vida austera.
Por eso es que la oración de David no era solamente para tener la ayuda de Dios y así prevenir que él pecara de manera consciente, sino también por el perdón de los pecados que él no tenía conciencia de haber cometido.
¿Comprendemos que cada error nos indica algo que necesitamos corregir?
¿Nos damos cuenta de que los errores son también señales de advertencia que, si los tienes en cuenta, pueden servirnos para evitar errores mayores?
¿Somos capaces de arrepentirnos cuando hemos cometido un error y hemos visto que su resultado ha sido negativo?
¿Pedimos ayuda al Señor, iniciando la oración?
14 Presérvame, además, del orgullo, para que no me domine:
entonces seré irreprochable y me veré libre de ese gran pecado.
La Biblia funda el orgullo del hombre en su condición de criatura y de hijo de Dios: el hombre, a menos que sea esclavo del pecado, no puede tener vergüenza delante de Dios ni delante de los hombres.
El orgullo auténtico no tiene nada que ver con la soberbia, que es su caricatura; este orgullo es perfectamente compatible con la humildad.
El hecho de mantenerse derecho, de tener el rostro levantado, de expresarse abiertamente; el orgullo se manifiesta en una plena libertad de lenguaje y de comportamiento
El auténtico orgullo es la irradiación de la confianza sólo en Dios, la completa fidelidad a su alianza
En estos días cuando se le da tanto énfasis al “yo”, es fácil olvidarse que somos seres creados a quienes se nos ha dado un talento increíble y una habilidad para utilizarla como lo creamos más conveniente y una guía para la vida que nos asegura el éxito más allá de nuestros sueños.
Si empezamos cada día declarando la gloria de nuestro Creador, reconociendo y confesando nuestros pecados, y protegiendo nuestra relación con el Único que es el Autor de todas nuestras victorias, eso es un gran antídoto para nuestro egocentrismo el cual nos atrapa con tanta facilidad.
¿Somos conscientes de que ser demasiado orgullosos puede ser un obstáculo para tu bienestar y tus relaciones? ¿Distinguimos el “estar orgulloso”, del “ser orgulloso”, que tiende a la soberbia? ¿Nos ofendemos con facilidad? ¿Queremos tener siempre la razón? ¿Tratamos de darle un toque de humor a la vida?
15 ¡Ojalá sean de tu agrado las palabras de mi boca,
y lleguen hasta ti mis pensamientos, Señor, mi Roca y mi redentor!
Dios, quien juzga los motivos de nuestros corazones, conoce la diferencia entre la confesión sincera de un pecador humilde y contrito y la de las palabras sin sentido que pronunciamos sin ningún sentimiento.
David terminó esta oración con la esperanza de que Dios lo encontrara sincero cuando ofrecía su confesión, y juzgara favorablemente sus intenciones.
Es un buen consejo para nosotros también. En los días que tenemos por delante, nuestra forma de vida va a ser desafiada de manera nunca imaginada hace apenas unos años atrás.
Por eso es importante ahora más que nunca permanecer lo más cercanos a nuestro Señor y Salvador, para valernos de Su bendición y de Su protección.
¿Cuidamos de proclamar la Palabra del Señor? ¿Está nuestro corazón de acuerdo con las palabras que salen de nuestra boca? ¿Comprendemos que cabeza y corazón, pensamiento y sentimiento deben de ir “al unísono”?