Salmo 026

 

Introducción.- Tenemos una justicia perfecta, pero no es nuestra propia justicia: Es que estamos unidos a Cristo Jesús, a quién Dios ha hecho nuestra sabiduría, es decir, nuestra justificación, santificación y redención, (como dice 1 Co 1, 30: Por gracia de Dios ustedes están en Cristo Jesús. El ha pasado a ser sabiduría nuestra venida de Dios, y nuestro mérito y santidad, y el precio de nuestra libertad. Referencias versículo 3131 Así está escrito: El que se gloríe, que se gloríe en el Señor). De esa manera, al estar unido a Cristo estoy completo en El y aceptado por Dios. Esto es lo que significa orar a Dios en el nombre de Cristo. Es presentar su obra, sus méritos, y su persona con nuestras peticiones.
Al leer este salmo en oración, que sea nuestro deseo pedir al Señor que nos examine y nos limpie de toda injusticia, para poder ser contados como miembros de la congregación de los justos. Tiene un hermoso mensaje y un impacto espiritual para nuestras vidas hoy. Así que es aplicable al pasado, al presente y al futuro.

1 Júzgame, Señor, que obro con honradez,
si confío en el Señor, no vacilaré.
2 Escrútame, Señor, ponme a prueba,
aquilata mis entrañas y mi corazón;
3 porque tengo ante mis ojos tu amor
y camino con fidelidad a ti.
Nuestra confianza en la fidelidad del Señor debe facilitar nuestra acción de ponernos en sus manos para que me mantenga en el buen camino.
Estamos seguros de que si pecamos pero confesamos nuestra culpa seremos envueltos en el amor divino y podremos celebrar fiesta con otros
Y si resta alguna maldad en lo más íntimo de nuestro corazón, que el fuego divino, que es purificador, lo «escrute» y «aquilate»
¿Confiamos en la justicia del Señor? ¿Nos preguntamos alguna vez si nuestra vida está sustentada por esa justicia? ¿Pensamos en la lealtad del Señor en nuestras alegrías y en nuestras angustias? ¿Ponemos lealtad en nuestro trato con los demás, especialmente con los más necesitados?

4 No me reúno con idólatras,
no tengo trato con los hipócritas;
5 detesto la banda de malhechores,
y con los malvados no me siento.
Nuestras compañías determinan nuestro destino eterno. Si andamos con los sabios, nos volveremos sabios (Pr 13,20). Pero las malas compañías corrompen nuestras buenas costumbres y forma de vivir (1 Co 15, 33).
En la Palabra de Dios se mencionan, básicamente, dos congregaciones: la congregación de los justos (Sal 1, 5) y la congregación de los impíos (o malignos). A la congregación de los justos también se la llama “congregación de los santos” (Sal 89,5; 149,1), y “la compañía y la congregación de los rectos” (Sal 111,1). En Ap 3,9 se llama a la congregación de los impíos, “sinagoga de Satanás”. También se la llama “compañía de los muertos” (Pr 21, 16). La vida de Jesús no fluye en la congregación de los impíos, porque están espiritualmente muertos. Debemos ir siempre hacia donde el Espíritu de Dios se mueve. También debe haber una completa separación entre nosotros y los impíos. Es evidente que en la Palabra de Dios hay principalmente dos mujeres: la mujer virtuosa (Pr 31) y la extraña o ajena (Pr 7, 5); y dos iglesias: la verdadera iglesia de Cristo (Ap. 19, 7 - 8) y la falsa (Ap 17, 1-6).
El mundo de hoy necesita ver la sinceridad entre los creyentes, así como también necesita la verdad entre los creyentes. Y el apóstol Pablo dijo: "Tengamos un poco de sinceridad y de verdad en la iglesia de Corinto". Ellos estaban en medio de una inmoralidad tremenda. Ellos pensaban que podían salirse con la suya. Pero no eran sinceros, y aparentaban que todo marchaba bien. Fingían decir la verdad y vivir esa verdad, cuando en realidad estaban mintiendo. Y el apóstol les dijo:
"Os he escrito por carta que no anduvierais en compañía de personas inmorales. No me refiero a la gente inmoral de este mundo, ni a todos los avaros, ladrones, o idólatras, pues en tal caso tendríais que salir del mundo. Más bien os escribí para que no anduvierais en compañía de ninguno que, llamándose hermano, sea una persona inmoral, avaro, idólatra, difamador, borracho o estafador; con él ni siquiera comáis". (1 Co 5, 9 – 11)
Pablo les había escrito anteriormente y había condenado estos pecados. Es que Corinto era una ciudad dominada por la idolatría. Había mil sacerdotisas en el templo de Venus o Afrodita, que eran realmente prostitutas. Por lo tanto, la idolatría imperaba en toda la ciudad en nombre de la religión. Y entonces los creyentes estaban permitiendo que aquel que vivía en la inmoralidad estuviera en su compañía y comiera con ellos. Le habían aceptado en su círculo de confianza como a cualquiera de ellos, sabiendo que estaba viviendo en pecado. Parece que la iglesia en Corinto pensó que podría descender al mismo nivel del mundo.
¿Cree la iglesia de nuestros días que puede descender al nivel de la moralidad imperante en el mundo en la actualidad, y salirse con la suya sin sufrir las consecuencias? La iglesia actual, estimado oyente, en términos generales, ha perdido su poder. Debemos agradecer a Dios por aquellas iglesias que aún quedan, que son extraordinarias y se destacan como faros que alumbran hoy en un mundo que se encuentra en tinieblas. Ésas son las iglesias que se mantienen firmes y bajo la autoridad de la palabra de Dios. Hay quienes en nuestros días que toman posiciones que quizá no gozan de popularidad, pero que se mantienen firmes porque son fieles a la Palabra de Dios. Y por ellos damos gracias a Dios. La mayoría en el día de hoy se está comprometiendo con las cosas que suceden, cerrando sus ojos o mirando para otro lado, y permitiendo que principios vigentes en el sistema del mundo y que entran en conflicto con la Palabra de Dios, penetren en la iglesia.
La verdad es que la iglesia ha perdido su poder espiritual. Una iglesia impura es una iglesia paralizada y, por el contrario, una iglesia pura es una iglesia que actúa con poder espiritual. Y lo mismo es cierto de los individuos que componen la iglesia.
Pablo dijo que esto no sólo se aplicaba a la inmoralidad, sino también a la codicia. Incluyó igualmente a los que se apropiaban de lo ajeno, a los idólatras que estaban curioseando imprudentemente en otras religiones. Estimado oyente, la Palabra de Dios enseña que incluso una pequeña infección en la iglesia debe ser tratada porque de otra manera, se extiende y puede destruir la iglesia. Porque, recordemos que "un poco de levadura, fermenta toda la masa".
¿Cuidamos nuestras amistades? ¿Damos ejemplo ante los no creyentes? ¿En palabras, opiniones, modo de vivir, atención al necesitado, austeridad de vida?

6 Me lavo las manos como inocente
y doy vueltas en torno a tu altar, Señor,
7 proclamando mi acción de gracias
y contando tus maravillas.
Nuestras manos, que hablan de servicio al Señor, no deben estar manchadas por derramamiento alguno de sangre, ni en forma literal ni en forma espiritual. Siempre debemos servir fielmente a los demás con intenciones puras, para que cuando lleguemos ante el altar del Señor sepamos que somos irreprochables y que nadie puede, con justicia, acusarnos de nada.
Las manos inocentes nos permiten regocijarnos en el Señor con un espíritu libre, y podemos declarar con corazón agradecido todas las obras maravillosas que el Señor ha hecho por nosotros
La fe de una persona necesita estar respaldada por una vida recta. Unas manos limpias pueden ponerse con más facilidad al servicio de los demás.
¿Comprendemos que lavarnos las manos no quiere decir que nos desentendamos de los que más nos necesitan? ¿Es frecuente nuestra oración de acción de gracias? ¿Alabamos alguna vez al Señor al contemplar la obra de sus manos?

8 Señor, amo vivir en tu casa,
el lugar donde reside tu Gloria.
9 No permitas que muera entre pecadores,
ni que perezca entre sanguinarios
10 cuya izquierda está llena de infamia,
Realmente la casa del Señor es el lugar donde reside nuestra felicidad, donde debemos de encontrar a nuestro prójimo, donde nuestro espíritu respire en el Espíritu del Señor
La compañía de pecadores lleva consigo el pecado, la infelicidad, a menos que nuestra acción esté basada en el Señor y nuestro ejemplo lleve al arrepentimiento y conversión a los que no disfrutan de la bondad de nuestro Padre.
¿Encontramos al Señor en nuestra casa? ¿Somos capaces y practicamos la oración de acercamiento al Señor? Nuestra actitud con los que nos rodean ¿es siempre de ejemplo y acercamiento? ¿Llevamos siempre al Señor con nosotros? ¿Tratamos de hacer que nuestra Parroquia sea comunidad viva y su templo lugar de encuentro y sanación?

11 Yo en cambio obro con honradez:
sálvame, ten piedad de mí.
12 Mi pie se mantiene en el camino recto,
en la asamblea bendeciré al Señor.
Nuestra única esperanza es hallar gracia para andar en rectitud y ser redimidos en toda área de nuestra vida: espíritu, alma, mente y cuerpo. Sí, es solamente por la gracia del Señor que podemos andar en rectitud... pero también debe de ser una decisión nuestra.
Todo es cuestión de decisión personal. En el momento que elegimos y decidimos en nuestro corazón hacer lo correcto, el Señor nos da Su gracia (el poder divino) para caminar en rectitud
El fundamento en que nos afirmamos se debe de basar en las piedras fundamentales de la iglesia, es decir: los apóstoles, los profetas y el Señor mismo, quien es la principal piedra del ángulo. La Escritura nos trae la Palabra del Señor que debemos meditar y seguir
Nuestros pies deben estar perfectamente equilibrados sobre un fundamento donde se equiparan la obediencia a la Escritura (logos, la Palabra de Dios escrita) y al Espíritu Santo (rëma, la palabra de Dios hablada e inspirada).
Así, al leer este salmo en oración, que sea nuestro deseo pedir al Señor que nos examine y nos limpie de toda injusticia, para poder ser contados como miembros de la congregación de los justos.
¿Obramos realmente con honradez? ¿Alabamos alguna vez al Señor? ¿Y esa alabanza sale de nuestro corazón? ¿Matenemos nuestro “equilibrio cristiano”?