2 Bendigo al Señor en todo momento, su alabanza está siempre en mi boca.
3 Yo me siento orgulloso del Señor: que lo escuchen los humildes y se alegren.
4 Proclamad conmigo la grandeza del Señor, ensalcemos juntos su nombre.
5 Yo consulté al Señor, y me respondió, me libró de todas mis ansias.
6 Contempladlo, y quedaréis radiantes, vuestro rostro no se avergonzará.
7 Si el afligido invoca al Señor, él lo escucha y lo salva de sus angustias.
8 El ángel del Señor acampa en torno a sus fieles y los protege.
9 Gustad y ved qué bueno es el Señor: ¡Feliz quien se refugia en él!
10 Respeten al Señor sus consagrados, que nada les falta a quienes lo respetan.
11 Los ricos se empobrecen y pasan hambre, los que buscan al Señor no carecen de bienes.
12 Vengan, hijos, escúchenme: les enseñaré a respetar al Señor.
13 ¿Hay alguien que ame la vida, y desee días disfrutando de bienes?
14 Guarda tu lengua del mal, tus labios de la mentira;
15 apártate del mal, obra bien, busca la paz y sigue tras ella
16 Los ojos del Señor miran a los justos, sus oídos escuchan sus gritos;
17 pero el Señor se enfrenta con los malhechores, para borrar de la tierra su memoria.
18 Cuando uno grita, el Señor lo escucha y lo libra de sus angustias;
19 el Señor está cerca de los atribulados, salva a los abatidos.
20 Por muchos males que sufra el justo, de todos lo libra el Señor;
21 él cuida de todos sus huesos, ni uno solo se quebrará.
22 La maldad da muerte al malvado; los que odian al justo lo pagarán.
23 El Señor rescata la vida de sus siervos los que se refugian en él no serán castigados.
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Introducción.- Alabanza y agradecimiento sinceros: el salmista alaba incesantemente, en todo tiempo, al Señor; su alabanza está siempre en sus labios. En Dios tiene puesta su gloria: su orgullo y su felicidad es Yahvé, su todo. Este inicio nos recuerda el comienzo del Magníficat de María: también la Virgen se sentía dichosa y feliz viendo las maravillas del Señor. Salmo: "Bendigo al Señor en todo momento... mi alma se gloría en el Señor..."
Este salmo es uno de los salmos acrósticos, que inician el primer versículo con la primera letra del alfabeto Hebreo (Alep), y cada versículo sucesivo con la siguiente letra del alfabeto, aunque a veces, como en este salmo, el escritor se salte alguna letra.

2 Bendigo al Señor en todo momento, su alabanza está siempre en mi boca.
La constante bendición y la incesante acción de gracias forman el pórtico de este salmo alfabético. Dios merece ser alabado.
Las dos frases repiten el mismo pensamiento con palabras diferentes, como hacen muchos versículos de los salmos, y que es muy común en la poesía Hebrea; se conoce como paralelismo. En este caso, el salmista está expresando que la bendición y alabanza al Señor estarán siempre activas, siempre presentes.
La palabra Aleluya viene de hallel – alabanza- y yah – Yahvé, nuestro Dios ySeñor- así que significa “alabad al Señor”.
Cuando alabamos a Dios nuestros corazones se alegran, y también alegramos el corazón de otros (v.2b), porque nuestro testimonio de la fidelidad de Dios, hace bien a los afligidos.
Son muchos los beneficios que el salmista ha recibido del Señor y se ve en la necesidad de agradecérselos.
¿Somos conscientes de que Dios nos bendice constantemente; de que cada mañana su misericordia se renueva, y de que, por tanto, debemos alabarle constantemente?
¿Somos capaces de alabar a Dios cuando las cosas van bien (“¿Está alguno alegre?, que cante himnos a Dios” Stgo 5, 13b), y también de alabarle cuando las cosas van mal?

3 Yo me siento orgulloso del Señor: que lo escuchen los humildes y se alegren.
En tantos momentos, especialmente en las pruebas de la vida, ha visto la mano bondadosa de Dios, su fidelidad, su solicitud, que ahora quiere expresar en un canto estupendo toda su gratitud al Dios providente de Israel.
A menudo pensamos que los humildes son gente tímida, pero no es así como la Biblia los presenta. Moisés era humilde, pero se enfrentó al Faraón para librar a su pueblo de la esclavitud de Egipto. La humildad que encontramos en la Biblia implica encontrar fuerza, no en la persona, sino en el Señor
¿Cómo podríamos sin hipocresía decir: "óiganlo y alégrense hombres humildes" si al mismo tiempo no nos comprometemos de veras para que de alguna manera esto sea realidad?

4 Proclamad conmigo la grandeza del Señor, ensalcemos juntos su nombre.
Es un mandato de expresar a Dios el agradecimiento de nuestro corazón con nuestra alabanza. Antes de caer en la frialdad de la vida o las dificultades de las situaciones actuales debemos de recordar: 1.Quien es Dios 2.Lo que Él ha hecho 3.Lo que El está haciendo.
Nuestra oración busca proclamar la grandeza de ese Dios que nos ha creado (Gn 1, 27), que nos ha dado la vida (Gn 2, 7b) y que ha puesto a nuestros pies la naturaleza y los animales para que nos sirvamos de ellos con raciocinio y austeridad (Gn 1, 26b). No proclamamos la grandeza del Señor cuando abusamos de todo lo que ha puesto a nuestra disposición; no digamos ya, si abusamos de nuestros hermanos, y, no sólo eso, también si no somos capaces de procurar una vida lo más digna posible a los que nos rodean. El espíritu humilde, que bendice en todo tiempo, que se gloría sólo en el Señor, que exalta su Nombre, nos conduce hacia el centro bendito de reunión y el lazo perfecto de comunión: la persona del Señor
¿Pensamos alguna vez en la grandeza del Señor, de nuestro Padre? ¿Lo proclamamos?¿Confiamos en su mirada? ¿Lo vemos en la Naturaleza?

5 Yo consulté al Señor, y me respondió, me libró de todas mis ansias.
En la Biblia, el mayor problema religioso del hombre no está en si Dios existe o no existe, sino en si Dios habla hoy o no (Hb 1, 1) . Escuchamos la palabra de Dios dicha hoy a la luz de la palabra de Dios dicha ya, recogida en la Escritura y en la tradición viva de la Iglesia.. El Concilio Vaticano II lo proclamó así para nuestro tiempo: "Dios, que habló en otro tiempo, sigue hablando con la esposa de su amado Hijo; y el Espíritu Santo, por quien la voz viva del Evangelio resuena en la Iglesia, y por ella en el mundo, va conduciendo a los creyentes a toda la verdad, y hace que la palabra de Dios resuene en ellos abundantemente" (Concilio Vaticano II. Constitución Dei Verbum 8). Para Santa Teresa, Cristo habla hoy, le habla a ella: "¿Pensáis que está callando? Aunque no le oímos bien, habla al corazón". Teresa llama locuciones a las palabras que recibe de Dios
¿Le consultamos? ¿Escuchamos sus respuestas?¿Confiamos en su escucha?
¿Lo sentimos cerca en nuestras dificultades?
¿Lo acercamos a los atribulados que no “llegan” a Él?

6 Contempladlo, y quedaréis radiantes, vuestro rostro no se avergonzará.
¿Cómo podremos contemplar a Dios? ¿Es eso posible? El Antiguo testamento nos da una clave, la bendición sacerdotal que Dios había sugerido a Moisés para que la transmitiese a Aarón y a todo el pueblo: «El Señor te bendiga y te proteja, ilumine su rostro sobre ti y te conceda su favor. El Señor te muestre su rostro y te conceda la paz» (Nm 6,24-26). Dice una Bienaventuranza: “Felices los limpios de corazón porque ellos verán a Dios” (Mt 5, 8). Pero en el Éxodo (Ex 33, 11) se nos dice lo siguiente: “Yahvé hablaba con Moisés cara a cara, como habla un hombre con su amigo...” pero más adelante dice: “...‘Pero mi rostro no podrás verlo, porque no puede verme el hombre y seguir viviendo’ (33, 23). En el NT Juan, en su prólogo, nos dice: “A Dios nadie le ha visto jamás: el Hijo único, que está en el seno del Padre, él lo ha contado” (Jn 1, 18). Y Dios se nos ha hecho visible: “la Palabra se hizo carne” (Jn 1, 14).
Tito lo expresa muy bien: “Todo es limpio para los limpios, pero para los manchados que se niegan a creer, nada es limpio: hasta la mente y la conciencia la tienen corrompida. Pretenden conocer a Dios, pero lo niegan con su forma de actuar; son seres vulgares y no sirven para ninguna obra buena.
¿Conjugamos nuestro amor a Dios con su contemplación?
¿Quiere eso decir que nuestras obras van en la misma dirección? O bien
¿Nos avergonzamos, es decir, no contemplamos al Señor en nuestra vida, con todas sus consecuencias en nuestras acciones?

7 Si el afligido invoca al Señor, él lo escucha y lo salva de sus angustias.
En la vida podemos sentir sufrimiento físico, tristeza o angustia moral, preocupaciones... “Tenía fe aún cuándo me decía:'¡Qué desdicha tan grande!´ (Sal 11, 10). “El cristiano sabe que siempre habrá sufrimiento, pero que le puede dar sentido, que puede convertirlo en acto de amor, de entrega confiada en las manos de Dios, que no nos abandona y, de este modo, puede constituir una etapa de crecimiento en la fe y en el amor.” (Carta Encíclica del Papa Francisco, La luz de la fe, 56)
¿Tenemos en cuenta al Señor en nuestras dificultades, en nuestros sufrimientos?
¿Estamos seguros, sentimos que el Señor nos responde con una presencia que nos acompaña?

8 El ángel del Señor acampa en torno a sus fieles y los protege.
Yo más bien diría que es el Espíritu Santo, que Jesús prometió, es el que nos protege y nos lleva a la paz.
Aquellos que miran a Yahvé no necesitan estar temerosos, pues nos caerán en humillación. La persona que sabe lo que es recibir el perdón están más preparados para evitar la humillación.
De todas maneras los ángeles son mensajeros de Dios, incluso algo más. El Antoiguo Testamento da numerosos ejemplos de su actuación: Dios mandó un ángel para guiar y guardar Israel en su viaje a la Tierra Prometida (Ex 14, 19; 23.20). Los ángeles son portadores del poder de Dios.
¿Sentimos al Señor cerca de nosotros? ¿Su protección?

9 Gustad y ved qué bueno es el Señor: ¡Feliz quien se refugia en él!
Dejo que las palabras resuenen en mis oídos: «Gustad y ved qué bueno es el Señor». Gustad y ved. Es la invitación más seria y más íntima que he recibido en mi vida: invitación a gustar y ver la bondad del Señor.
Va más allá del estudio y el saber, más allá de razones y argumentos, más allá de libros doctos y escrituras santas. Es invitación personal y directa, concreta y urgente. Habla de contacto, presencia, experiencia.
No dice «leed y reflexionad», o «escuchad y entended», o «meditad y contemplad», sino «gustad y ved». Abrid los ojos y alargad la mano, despertad vuestros sentidos y agudizad vuestros sentimientos, poned en juego el poder más íntimo del alma en reacción espontánea y profundidad total, el poder de sentir, de palpar, de «gustar» la bondad, la belleza y la verdad. Y que esa facultad se ejerza con amor y alegría en disfrutar radicalmente la definitiva bondad, belleza y verdad que es Dios mismo.
Tenemos experiencia de esta bondad y de esta alegría del seguro refugio. Conocemos personas que llevan sus adversidades con un corazón alegre. La sonrisa en la cara de gente en hospital que animan a los que las visitan, más que éstas las animan a ellas en un hecho comprobado. Están en el Señor, en su refugio, y no hay nada cínico en su conducta.
Feliz mil veces el hombre que a este Dios se acoge, que tiene en él puesta su entera confianza, que acude siempre a él, cuyo primer pensamiento es Dios y su primera invocación, el nombre del Señor.
Sé que para despertar a mis sentidos espirituales tengo que acallar el entendimiento. El mucho razonar ciega la intuición, y el discurrir humano cierra el camino a la sabiduría divina. He de aprender a quedarme callado, a ser humilde, a ser sencillo, a trascender por un rato todo lo que he estudiado en mi vida y aparecer ante Dios en la desnudez de mi ser y la humildad de mi ignorancia. Sólo entonces llenará él mi vacío con su plenitud y redimirá la nada de mi existencia con la totalidad de su ser. Para gustar la dulzura de la divinidad tengo que purificar mis sentidos y limpiarlos de toda experiencia pasada y todo prejuicio innato. El papel en blanco ante la nueva inspiración. El alma ante el Señor.
¿Buscamos nuestro refugio, que es ánimo, en el Señor? ¿Sabemos gustar de su misericordia y amor?

10 Respeten al Señor sus consagrados, que nada les falta a quienes lo respetan.
11 Los ricos se empobrecen y pasan hambre, los que buscan al Señor no carecen de bienes.
El temor al Señor lleva consigo reverencia y fe que lleva a la obediencia
El salmista dice que a aquellos que respetan al Señor no les faltará de nada; sabemos que hay gente de fe a la que le falta cosas esenciales; sin embargo, su fe les mantiene “a flote”, incluso en el momento de la muerte.
¿Somos generosos en nuestro auxilio a las personas necesitadas? ¿O nos limitamos a la “limosnita” a la salida de Misa? ¿Somos ejemplares en nuestra vida económica?

12 Vengan, hijos, escúchenme: les enseñaré a respetar al Señor.
13 ¿Hay alguien que ame la vida, y desee días disfrutando de bienes?
14 Guarda tu lengua del mal, tus labios de la mentira;
15 apártate del mal, obra bien, busca la paz y sigue tras ella
Es importante para el cristiano liberarse de un temor a Dios proclamado muchas veces como miedo a algo desconocido, dispuesto siempre a castigar. La educación en el amor, que, por supuesto, incluye respeto es lo que debemos de aprender y practicar.
Ese amor respetuoso nos llevará a la felicidad, a aceptar la ayuda del Señor en nuestras angustias y a saber darle gracias y alabarle en todo momento.
¿Comprendemos de verdad que el Señor es, por encima de todo, Padre que sabe cuidarnos y al que debemos amor y respeto?

16 Los ojos del Señor miran a los justos, sus oídos escuchan sus gritos;
Dios es el primero en escuchar, en abrirse al diálogo y así podemos verlo en la Escritura. En el Evangelio de Juan, el ciego al que Jesús da la vista, dice a los fariseos: “Es sabido que Dios no escucha a los pecadores, pero al que honra a Dios y cumple su voluntad, Dios lo escucha” (Jn 9, 31). Pero ya el Antiguo Testamento menciona este tema; dice el código de la Alianza “No explotarás a viudas y huérfanos, porque si los explotas y ellos gritan a mí, yo les escucharé” (Ex 22, 21-22). Esos gritos pueden ser los de los pobres que piden algo para comer, o un techo para alojarse.
¿Los vemos, los miramos, los oímos, los escuchamos, los acompañamos?

17 pero el Señor se enfrenta con los malhechores, para borrar de la tierra su memoria.
La maldad conduce al malvado a la perdición; el mal sólo puede crear mal y violencia, y no pueden tener otra recompensa.”el que cava un hoyo, se puede caer en él; el que derriba un muro puede que le muerda la serpiente” (Ec 10, 8). Es posible que la maldad encuentre una felicidad transitoria en el dinero, en la venganza, en la adulación; pero temprano o tarde tendrá que confrontar su conciencia, que, aunque no sea evidente, siempre se presenta: es el Señor que pedirá cuentas. Dice Dios en el Levítico:”Si despreciáis mis normas y rechazáis mis leyes... mandaré sobre vosotros el terror, la peste y la fiebre...”.(Lev 26, 15).
¿Compartimos y defendemos la bondad y la compasión como pautas de vida?
¿Tratamos de hacer ver su falta de conciencia a aquellos que sólo miran la vida y al prójimo desde la ambición?
¿Rogamos al Señor por aquellos que sabemos maltratan de palabra, de hecho, de falta de justicia laboral o social a otros seres humanos?

18 Cuando uno grita, el Señor lo escucha y lo libra de sus angustias;
Insiste el Salmo en que debemos de recurrir al Señor, con mayor o menor intensidad; Él nos escuchará, nos atenderá y, es nuestra fe, nos cuidará. Si nosotros oramos al Señor y en Él ponemos nuestra fidelidad, entonces los oprimidos y los necesitados nos mirarán como su refugio y nosotros seremos capaces de atenderlos. Dice el profeta Sofonías: “Entonces daré a los pueblos labios puros, para que invoquen todos el nombre del Señor, para que le sirvan unánimes” (So 3, 9)
¿Qué otra cosa podremos hacer que volver nuestros rostros, que han vislumbrado la bondad y misericordia de Dios, hacia los que nos necesitan?

19 el Señor está cerca de los atribulados, salva a los abatidos.
Dios está atento a nuestras necesidades, aún las que nosotros mismos no sabemos que necesitamos. Tener fe en que nuestras oraciones son escuchadas siempre, es la clave para seguir orando sin desfallecer. No se necesitan muchas palabras.
¿Confiamos en que el Señor sabe nuestras necesidades?
¿Nos sentimos en las manos del Señor, atendidos por su misericordia?
¿Dejamos con frecuencia que nos invada la congoja, la pena o la aflicción oral?
¿Hay demasiadas cosas que nos hacen perder el ánimo, las fuerzas o el vigor?

20 Por muchos males que sufra el justo, de todos lo libra el Señor;
21 él cuida de todos sus huesos, ni uno solo se quebrará.
La protección de Dios es prometida a los que temen a Dios, y viven en justicia. Esta promesa lleva a animar a los justos a desarrollar una vida de justicia
El Señor nos anima a tener esa experiencia de esta protección y solicitud de Dios y por eso le agradece su bondad y al mismo tiempo comunica a los demás su vivencia, exhortándolos a la fidelidad y a la confianza, invitándoles incluso a que ellos mismos tengan esa experiencia de la providencia y de la cercanía de Dios.
La vida interior intensa, la experiencia de Dios se traslucen siempre, se irradian espontáneamente, se comunican. Es como la lámpara que arde e ilumina.
¿Ponemos nuestra esperanza en el Señor? ¿Seguimos pensando en un Dios que castiga? ¿Somos conscientes del Dios Padre bondadoso de Jesucristo?

22 La maldad da muerte al malvado; los que odian al justo lo pagarán.
23 El Señor rescata la vida de sus siervos los que se refugian en él no serán castigados
La maldad conduce al malvado a la perdición. El mal sólo puede crear el mal, la violencia, la violencia, y no pueden tener otra recompensa que el mal. Otro sabio del Antiguo Testamento ha escrito: "El que cava una fosa caerá en ella, el que deshace una pared es mordido por el áspid" (Ec 10,8).
Los oídos del Señor están siempre atentos a las peticiones y a las súplicas de sus fieles. Cuando uno clama a Dios, Él lo escucha y lo atiende, le libra de sus angustias, porque el Señor está cerca de los atribulados, de los abatidos y perseguidos, y él les devuelve la vida y la esperanza. El salmista insiste en la confianza, en la idea de la pronta intervención de Dios. El justo está bajo las alas protectoras del Señor y nada le puede afectar.
Dios salva y redime al justo liberándolo de todo peligro; quien se acoge a Él no será jamás confundido: la fidelidad del Señor es eterna, su bondad sobre los justos no conoce el crepúsculo.
La confianza en Dios, la fe perseverante y la confianza en el Dios de la salvación que nunca falta, y se obtiene de él más aún de lo que se le pide.
¿Vemos el mundo moderno alejado de Dios, inmerso en la inquietud, en la angustia?
¿Proclamamos que sólo la confianza en el Señor puede traer la paz y la justicia al mundo? ¿Vemos en Jesús un cambio en los conceptos de premio y castigo?