INTRODUCCION:
El tema de este himno es la realeza universal del Señor puesta de manifiesto victoriosamente cuando él entregó en herencia a su Pueblo la Tierra prometida. En la vibrante aclamación del v. 6, se percibe el eco de una liturgia de entronización del Arca de la Alianza en el Santuario de Sión. Cuando se fue perdiendo el recuerdo de esta fiesta, el Salmo se aplicó al triunfo final de Dios y a la implantación definitiva de su Reino. En el Salterio, hay otros poemas litúrgicos que tienen una afinidad temática con este Salmo, y por eso son llamados “Himnos a la realeza del Señor” (Sal. 93; 96 - 99).

HIMNO AL SEÑOR, REY DEL UNIVERSO
1 Del maestro de coro. De los hijos de Coré. Salmo.
2 Aplaudan, todos los pueblos,
aclamen al Señor con gritos de alegría;
3 porque el Señor, el Altísimo, es temible,
es el soberano de toda la tierra.
Se trata de un himno a Dios, Señor del universo y de la historia. Este himno al Señor, rey del mundo y de la humanidad, al igual que otras composiciones semejantes que recoge el Salterio (cf. Sal 92; 95-98), supone un clima de celebración litúrgica. Por eso, nos encontramos en el corazón espiritual de la alabanza de Israel, que se eleva al cielo desde el templo, el lugar en donde el Dios infinito y eterno se revela y se encuentra con su pueblo.
Seguiremos este canto de alabanza gozosa en sus momentos fundamentales, como dos olas que avanzan hacia la playa del mar. Difieren en el modo de considerar la relación entre Israel y las naciones.
El centro de este aplauso jubiloso es la figura grandiosa del Señor supremo, al que se atribuyen tres títulos gloriosos: «altísimo, grande y terrible» (v. 3), que exaltan la trascendencia divina, el primado absoluto en el ser y la omnipotencia. También Cristo resucitado exclamará: «Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra» (Mt 28,18).
Esta explosión de alegría contrasta con la apatía y frialdad de ciertas celebraciones cristianas, que suelen explicarse como una demostración de reverencia y solemnidad. Pero en ocasiones hay que reconocer que lo que algunos llaman reverencia y respeto, puede indicar una falta de vida o de vivencias espirituales. Cada creyente debería examinarse y preguntarse si su experiencia al reunirse con otros cristianos constituye una expresión de vida, de vida abundante, de alegría y de triunfo

4 Él puso a los pueblos bajo nuestro yugo,
y a las naciones bajo nuestros pies;
5 él eligió para nosotros una herencia,
que es el orgullo de Jacob, su predilecto. Pausa
Dentro del señorío universal de Dios sobre todos los pueblos de la tierra (cf. v. 4), el orante destaca su presencia particular en Israel, el pueblo de la elección divina, «el predilecto», la herencia más valiosa y apreciada por el Señor (cf. v. 5).
Por consiguiente, Israel se siente objeto de un amor particular de Dios, que se ha manifestado con la victoria obtenida sobre las naciones hostiles. Durante la batalla, la presencia del Arca de la alianza entre las tropas de Israel les garantizaba la ayuda de Dios.
¿Nos consideramos nosotros también elegidos del Señor? ¿Sabemos corresponder a esa elección?

6 El Señor asciende entre aclamaciones,
asciende al sonido de trompetas.
7 Canten, canten a nuestro Dios, canten,
canten a nuestro Rey:
8 el Señor es el Rey de toda la tierra,
cántenle un hermoso himno.
Después de la victoria, el Arca subía al monte Sión (cf. Sal 67,19) y todos proclamaban: «Dios asciende entre aclamaciones; el Señor, al son de trompetas».
Cantad: En este contexto esto es casi un mandato. Es un mandato apto a la luz de la gloria del Rey de toda la tierra. Dios pudo darle la voz a la humanidad sin el don de cantar; en el mundo hay algunas personas que no tienen oído musical. Lo que pudo ser el caso de algunos podría ser el caso de todos; pero Dios dio el don del canto y la música a los hombres, y el más alto uso de este don es para alabar al Dios que lo dio.
El Rey de toda la tierra: La idea del segundo versículo se repite para mayor énfasis. La gloriosa autoridad de Dios se extiende más allá de la tierra o pueblo de Israel. Es el Dios del mundo, el Rey de toda la tierra.
Cantad con inteligencia: Se ofrecen alabanzas de manera apropiada con el canto, y debe de ser hecho con inteligencia. Dios quiere que nuestra adoración sea inteligente y no sin razonamiento. No es necesariamente el ser inteligentes para adorar a Dios, pero debemos de adorarle con todo nuestro ser, incluyendo nuestra mente (Marcos 12:30).
Este Salmo nos muestra cómo debemos de alabar a Dios:
· Bendícele con alegría cuando batan las manos como una expresión de alegría interna.
· Bendícele universalmente con los demás, con todo el pueblo que alabe al Señor.
· Bendícele con la boca, mientras clamas a Dios con voz de triunfo.
· Bendícele de manera frecuente, como la idea de cantad es repetida. Nunca podrás bendecirle demasiado.
· Bendícele con inteligencia, pues debe cantad con inteligencia, y el conocer y proclamar las razones de tu alabanza.
¿Alabamos y bendecimos al Señor en nuestra oración cotidiana?

9 El Señor reina sobre las naciones
el Señor se sienta en su trono sagrado.
10 Los nobles de los pueblos se reúnen
con el pueblo del Dios de Abraham:
del Señor son los poderosos de la tierra,
y él se ha elevado inmensamente.
El salmo concluye con una nota sorprendente por su apertura universalista. Se remonta a Abraham, el patriarca que no sólo está en el origen de Israel, sino también de otras naciones. Al pueblo elegido que desciende de él se le ha encomendado la misión de hacer que todas las naciones y todas las culturas converjan en el Señor, porque él es Dios de la humanidad entera. Proviniendo de oriente y occidente se reunirán entonces en Sión para encontrarse con este rey de paz y amor, de unidad y fraternidad (cf. Mt 8,11).
Como esperaba el profeta Isaías, los pueblos hostiles entre sí serán invitados a arrojar a tierra las armas y a convivir bajo el único señorío divino, bajo un gobierno regido por la justicia y la paz (cf. Is 2,2-5). Los ojos de todos contemplarán la nueva Jerusalén, a la que el Señor «asciende» para revelarse en la gloria de su divinidad. Será «una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar, de toda nación, raza, pueblo y lengua (...). Todos gritaban a gran voz: "La salvación es de nuestro Dios, que está sentado en el trono, y del Cordero"» (Ap 7,9-10).
La carta a los Efesios ve la realización de esta profecía en el misterio de Cristo redentor cuando afirma, dirigiéndose a los cristianos que no provenían del judaísmo: «Recordad cómo en otro tiempo vosotros, los gentiles según la carne, (...) estabais a la sazón lejos de Cristo, excluidos de la ciudadanía de Israel y extraños a las alianzas de la Promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo. Mas ahora, en Cristo Jesús, vosotros, los que en otro tiempo estabais lejos, habéis llegado a estar cerca por la sangre de Cristo. Porque él es nuestra paz: el que de los dos pueblos hizo uno, derribando el muro que los separaba, la enemistad» (Ef 2,11-14).
Así pues, en Cristo la realeza de Dios, cantada por nuestro salmo, se ha realizado en la tierra con respecto a todos los pueblos. Una homilía anónima del siglo VIII comenta así este misterio: «Hasta la venida del Mesías, esperanza de las naciones, los pueblos gentiles no adoraron a Dios y no conocieron quién era. Y hasta que el Mesías los rescató, Dios no reinó en las naciones por medio de su obediencia y de su culto. En cambio, ahora Dios, con su Palabra y su Espíritu, reina sobre ellas, porque las ha salvado del engaño y se ha ganado su amistad»
¿Sabemos aglutinar nuestra comunidad cristiana en favor de los más necesitados?

INTRODUCCION:

El tema de este himno es la realeza universal del Señor puesta de manifiesto victoriosamente cuando él entregó en herencia a su Pueblo la Tierra prometida. En la vibrante aclamación del v. 6, se percibe el eco de una liturgia de entronización del Arca de la Alianza en el Santuario de Sión. Cuando se fue perdiendo el recuerdo de esta fiesta, el Salmo se aplicó al triunfo final de Dios y a la implantación definitiva de su Reino. En el Salterio, hay otros poemas litúrgicos que tienen una afinidad temática con este Salmo, y por eso son llamados “Himnos a la realeza del Señor” (Sal. 93; 96 - 99).

 

HIMNO AL SEÑOR, REY DEL UNIVERSO

1 Del maestro de coro. De los hijos de Coré. Salmo.

2 Aplaudan, todos los pueblos,

aclamen al Señor con gritos de alegría;

3 porque el Señor, el Altísimo, es temible,

es el soberano de toda la tierra.

Se trata de un himno a Dios, Señor del universo y de la historia. Este himno al Señor, rey del mundo y de la humanidad, al igual que otras composiciones semejantes que recoge el Salterio (cf. Sal 92; 95-98), supone un clima de celebración litúrgica. Por eso, nos encontramos en el corazón espiritual de la alabanza de Israel, que se eleva al cielo desde el templo, el lugar en donde el Dios infinito y eterno se revela y se encuentra con su pueblo.

Seguiremos este canto de alabanza gozosa en sus momentos fundamentales, como dos olas que avanzan hacia la playa del mar. Difieren en el modo de considerar la relación entre Israel y las naciones.

El centro de este aplauso jubiloso es la figura grandiosa del Señor supremo, al que se atribuyen tres títulos gloriosos: «altísimo, grande y terrible» (v. 3), que exaltan la trascendencia divina, el primado absoluto en el ser y la omnipotencia. También Cristo resucitado exclamará: «Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra» (Mt 28,18).

Esta explosión de alegría contrasta con la apatía y frialdad de ciertas celebraciones cristianas, que suelen explicarse como una demostración de reverencia y solemnidad. Pero en ocasiones hay que reconocer que lo que algunos llaman reverencia y respeto, puede indicar una falta de vida o de vivencias espirituales. Cada creyente debería examinarse y preguntarse si su experiencia al reunirse con otros cristianos constituye una expresión de vida, de vida abundante, de alegría y de triunfo

 

4 Él puso a los pueblos bajo nuestro yugo,

y a las naciones bajo nuestros pies;

5 él eligió para nosotros una herencia,

que es el orgullo de Jacob, su predilecto. Pausa

Dentro del señorío universal de Dios sobre todos los pueblos de la tierra (cf. v. 4), el orante destaca su presencia particular en Israel, el pueblo de la elección divina, «el predilecto», la herencia más valiosa y apreciada por el Señor (cf. v. 5).

Por consiguiente, Israel se siente objeto de un amor particular de Dios, que se ha manifestado con la victoria obtenida sobre las naciones hostiles. Durante la batalla, la presencia del Arca de la alianza entre las tropas de Israel les garantizaba la ayuda de Dios.

¿Nos consideramos nosotros también elegidos del Señor? ¿Sabemos corresponder a esa elección?

 

6 El Señor asciende entre aclamaciones,

asciende al sonido de trompetas.

7 Canten, canten a nuestro Dios, canten,

canten a nuestro Rey:

8 el Señor es el Rey de toda la tierra,

cántenle un hermoso himno.

Después de la victoria, el Arca subía al monte Sión (cf. Sal 67,19) y todos proclamaban: «Dios asciende entre aclamaciones; el Señor, al son de trompetas».

Cantad: En este contexto esto es casi un mandato. Es un mandato apto a la luz de la gloria del Rey de toda la tierra. Dios pudo darle la voz a la humanidad sin el don de cantar; en el mundo hay algunas personas que no tienen oído musical. Lo que pudo ser el caso de algunos podría ser el caso de todos; pero Dios dio el don del canto y la música a los hombres, y el más alto uso de este don es para alabar al Dios que lo dio.

El Rey de toda la tierra: La idea del segundo versículo se repite para mayor énfasis. La gloriosa autoridad de Dios se extiende más allá de la tierra o pueblo de Israel. Es el Dios del mundo, el Rey de toda la tierra.

Cantad con inteligencia: Se ofrecen alabanzas de manera apropiada con el canto, y debe de ser hecho con inteligencia. Dios quiere que nuestra adoración sea inteligente y no sin razonamiento. No es necesariamente el ser inteligentes para adorar a Dios, pero debemos de adorarle con todo nuestro ser, incluyendo nuestra mente (Marcos 12:30).

Este Salmo nos muestra cómo debemos de alabar a Dios:

· Bendícele con alegría cuando batan las manos como una expresión de alegría interna.

· Bendícele universalmente con los demás, con todo el pueblo que alabe al Señor.

· Bendícele con la boca, mientras clamas a Dios con voz de triunfo.

· Bendícele de manera frecuente, como la idea de cantad es repetida. Nunca podrás bendecirle demasiado.

· Bendícele con inteligencia, pues debe cantad con inteligencia, y el conocer y proclamar las razones de tu alabanza.

¿Alabamos y bendecimos al Señor en nuestra oración cotidiana?

 

9 El Señor reina sobre las naciones

el Señor se sienta en su trono sagrado.

10 Los nobles de los pueblos se reúnen

con el pueblo del Dios de Abraham:

del Señor son los poderosos de la tierra,

y él se ha elevado inmensamente.

El salmo concluye con una nota sorprendente por su apertura universalista. Se remonta a Abraham, el patriarca que no sólo está en el origen de Israel, sino también de otras naciones. Al pueblo elegido que desciende de él se le ha encomendado la misión de hacer que todas las naciones y todas las culturas converjan en el Señor, porque él es Dios de la humanidad entera. Proviniendo de oriente y occidente se reunirán entonces en Sión para encontrarse con este rey de paz y amor, de unidad y fraternidad (cf. Mt 8,11).

Como esperaba el profeta Isaías, los pueblos hostiles entre sí serán invitados a arrojar a tierra las armas y a convivir bajo el único señorío divino, bajo un gobierno regido por la justicia y la paz (cf. Is 2,2-5). Los ojos de todos contemplarán la nueva Jerusalén, a la que el Señor «asciende» para revelarse en la gloria de su divinidad. Será «una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar, de toda nación, raza, pueblo y lengua (...). Todos gritaban a gran voz: "La salvación es de nuestro Dios, que está sentado en el trono, y del Cordero"» (Ap 7,9-10).

La carta a los Efesios ve la realización de esta profecía en el misterio de Cristo redentor cuando afirma, dirigiéndose a los cristianos que no provenían del judaísmo: «Recordad cómo en otro tiempo vosotros, los gentiles según la carne, (...) estabais a la sazón lejos de Cristo, excluidos de la ciudadanía de Israel y extraños a las alianzas de la Promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo. Mas ahora, en Cristo Jesús, vosotros, los que en otro tiempo estabais lejos, habéis llegado a estar cerca por la sangre de Cristo. Porque él es nuestra paz: el que de los dos pueblos hizo uno, derribando el muro que los separaba, la enemistad» (Ef 2,11-14).

Así pues, en Cristo la realeza de Dios, cantada por nuestro salmo, se ha realizado en la tierra con respecto a todos los pueblos. Una homilía anónima del siglo VIII comenta así este misterio: «Hasta la venida del Mesías, esperanza de las naciones, los pueblos gentiles no adoraron a Dios y no conocieron quién era. Y hasta que el Mesías los rescató, Dios no reinó en las naciones por medio de su obediencia y de su culto. En cambio, ahora Dios, con su Palabra y su Espíritu, reina sobre ellas, porque las ha salvado del engaño y se ha ganado su amistad»

¿Sabemos aglutinar nuestra comunidad cristiana en favor de los más necesitados?