Salmo 056

 Introducción.- Un hombre perseguido implacablemente (v. 9) apela al poder de Dios para que lo libre de sus adversarios. No obstante, la gravedad del peligro (vs. 2-3, 6-7), el salmista no pierde la fe en el Señor (v. 5) y espera confiadamente el momento de su liberación (vs. 10-12). En la seguridad de ser escuchado por Dios, promete darle gracias públicamente por el beneficio recibido (vs. 13-14).
1 Del maestro de coro. Según la melodía de “La paloma de los dioses lejanos”. De David. Mictán. Cuando los filisteos se apoderaron de él en Gat.

2 Ten piedad de mí, Señor, porque me asedian,
todo el día me combaten y me oprimen:
3mis enemigos me asedian sin cesar,
son muchos los que combaten contra mí.
4 Cuando me asalta el temor,
yo pongo mi confianza en ti, Dios Altísimo;
5confío en Dios y alabo su Palabra,
confío en él y ya no temo:
¿qué puede hacerme un simple mortal?
Se inicia este salmo expresando la situación y temor del salmista. A partir de este miedo inicial, él pone su confianza en Dios – que es la única respuesta que debemos tener ante cualquier situación.

Cuando miramos a Dios y leemos su Palabra, esto traerá cualquier situación de vuelta en la perspectiva y la comprensión de que si confiamos en el Señor, no hay necesidad de tener miedo, porque Él es mayor que todo lo que tememos. En el caso de David, se trataba de los enemigos que lo rodean, para nosotros puede ser cualquier cosa que amenace y nos asusta.
Si lo pensamos bien, nos damos cuenta que no vemos la plenitud de nuestra esperanza en Dios hasta que el miedo llega y nos hace depender de Dios y ponemos nuestra confianza en Él.
El salmista (¿David?) reconoce abiertamente que tenía miedo. Tener miedo significa estar temerosos de alguien o algo que es peligroso, que puede causar dolor o es una amenaza. Se trata de un instinto normal y una realidad que todos tenemos que tratar en un momento u otro. No es una debilidad que tenemos, que es un elemento que surge del hecho de que vivimos en un mundo caído y pecaminoso. Sólo se convierte en un problema, para un creyente, cuando comienza a ser el factor más apremiante en nuestra vida, lo que nos permite responder más al temor que al Señor que mora en nosotros y nos promete que Él cuidará de nosotros y nos protegerá.
El salmista afirma: «¿Qué puede hacerme el hombre?» ¿Cuánto daño puede hacernos la gente? Puede causarnos dolor, sufrimiento y muerte. Pero nadie nos puede robar nuestras almas ni el futuro más allá de esta vida. ¿Cuánto daño podemos hacernos nosotros? Lo peor que podemos hacer es apartarnos de Dios y perder nuestro futuro eterno. Jesús dijo: «No temáis a los que matan el cuerpo, mas el alma no pueden matar». En su lugar, debemos temer a Dios.
¿Confiamos en Dios y lo tenemos en cuenta en nuestra vida, en especial en nuestros momentos de angustia?

6 Me afligen constantemente con sus palabras,
sólo piensan en hacerme daño;
7conspiran, se esconden y siguen mis rastros,
esperando la ocasión de quitarme la vida.
8 ¿Podrán librarse a pesar de su maldad?
¡Derriba a esa gente, Dios mío, con tu enojo!
9Tú has anotado los pasos de mi destierro,
¡recoge mis lágrimas en tu odre!:
¿acaso no está todo registrado en tu Libro?
10 Mis enemigos retrocederán cuando te invoque.
Yo sé muy bien que Dios está de mi parte;
11confío en Dios y alabo su palabra;
12confío en él y ya no temo:
¿qué pueden hacerme los hombres?
Dios se ha puesto de nuestro lado. Él ha salido en defensa nuestra por medio de Jesús, su Hijo, nuestro Salvador. Pero no sólo ha venido Él de un modo personal a ponerse de parte del hombre que sufre vejaciones por parte de gente injusta; una vez cumplida su misión entre nosotros, nos confió a nosotros, su Iglesia, continuar esa obra de salvación en el mundo.
Por eso, puesto que no actuamos a nombre propio, sino en Nombre de Jesucristo, no podemos dedicarnos a destruirnos unos a otros, sino más bien hemos de estar al servicio del bien de los demás, preocupándonos de dar voz a los desvalidos y de salir en defensa de los oprimidos.
En ti confío, como el único que puede salvar, y esto es lo único que puede tranquilizar la mente en medio del peligro.
Tratamos con el miedo decidiendo confiar en Dios, alabando Su nombre y Su palabra. Nuestra alabanza y adoración a Dios expresa nuestro amor por Él y reconoce Su amor por nosotros y “el perfecto amor echa fuera el temor” (1 Juan 4:18). Con el amor y las promesas de Dios que reside en nosotros, que fluye a través de nosotros, ¿qué puede hacerme el hombre?
¿Preside nuestra vida la escucha de la Palabra?

13 Debo cumplir, Dios mío, los votos que te hice:
te ofreceré sacrificios de alabanza,
14porque tú libraste mi vida de la muerte
y mis pies de la caída,
para que camine delante de Dios
en la luz de la vida.
Sin duda podemos confiar en Dios y Su palabra, porque el Señor dice: “No temas porque yo estoy contigo, no desmayes porque yo soy tu Dios ...” (Isaías 41:10)
Confiando en Dios:
Produce evidencia de nuestra fe
Trae la paz y la satisfacción
Trae ayuda en momentos de necesidad
Trae alegría en el presente y nos asegura de la felicidad eterna
Jehová es mi luz y mi salvación; ¿de quién temeré? Jehová es la fortaleza de mi vida; ¿de quién he de atemorizarme? – Salmo 27:1
Debemos recordar que nuestra confianza debe estar siempre en Dios, Él es nuestra luz y nuestra salvación. Por lo tanto, ¿qué puede hacerme el hombre?
¿Sabemos que la fidelidad del Señor está fuera de toda duda? ¿O dudamos?