Salmo 055

 Introducción
En esta lamentación, un hombre calumniado y perseguido manifiesta su dolor, más que por el odio de sus adversarios, por la traición de un amigo. Los vs. 7-9 contienen una exclamación bellamente poética, en la que el salmista expresa su deseo de encontrar un refugio en la soledad, para verse libre de los males que lo afligen. En la parte final del Salmo, predominan los sentimientos de confianza en Dios.

1 Del maestro de coro. Para instrumentos de cuerda. Poema de David.

Temor ante el peligro
2 Dios mío, escucha mi oración,
no seas insensible a mi súplica;
3 Atiéndeme y respóndeme.
la congoja me llena de inquietud;
4 estoy turbado por los gritos del enemigo,
por la opresión de los malvados:
5 porque acumulan infamias contra mí
y me hostigan con furor.
6 Mi corazón se estremece dentro de mi pecho,
me asaltan los horrores de la muerte,
me invaden el temor y el temblor,
y el pánico se apodera de mí.
7 ¡Quién me diera alas de paloma
para volar y descansar!
8 Entonces huiría muy lejos,
habitaría en el desierto.
9 Me apuraría a encontrar un refugio
contra el viento arrasador y la borrasca.
El salmista estaba agobiado por el peso de las presiones externas y de la angustia interna. Las cargas vienen en diferentes formas emocionales, espirituales y físicas, pero todas se sienten pesadas y causan agotamiento. Cada uno de nosotros puede identificarse con el deseo de David de “volar y descansar”.
Algunas de las cargas que llevamos no son parte del plan de Dios para nosotros. Arrastramos sentimientos de culpa que persisten, aun después de haber confesado el pecado y habernos arrepentido; y cargamos preocupaciones en cuanto al futuro. Además, por si fuera poco, tenemos cierta dosis de amargura y resentimiento, porque la vida no ha sido justa. Estas cargas no provienen del Señor, y Él no le ayudará a llevar lo que le ha dicho que suelte.
Pero hay otras cargas que Dios permite en nuestra vida. Nos da responsabilidades que pueden agobiarnos; y, a veces, permite relaciones problemáticas que nos desgarran el corazón. Los problemas y las pruebas persistentes drenan nuestra vitalidad y amenazan con dejarnos sin fuerzas.
Pero estas cosas suceden, y los sentimientos y emociones surgen y como el salmista, queremos escapar, queremos huir, queremos que nos dejen solos. Sin embargo podemos contarle nuestras penas a Dios, y aquí es donde podemos marcar diferencias.
No estamos solos, eso creo que ya lo sabemos, pero aparte de no estar solos, el que está con nosotros está atento a nuestros temores, angustias, dolores, a todo lo que nos haga sentir mal.
El salmista lo encontró y se sintió escuchado y reconfortado.

Angustia por el estado de la ciudad
10 Confunde sus lenguas, Señor, divídelas,
porque no veo más que violencia
y discordia en la ciudad,
11 rondando día y noche por sus muros.
Dentro de ella hay maldad y opresión,
12 en su interior hay ruindad;
la crueldad y el engaño
no se apartan de sus plazas.
La ciudad, que se suponía debía ser santa, estaba plagada de problemas internos, violencia, contiendas, malicia, abuso, destrucción, amenazas y mentiras. Los enemigos externos, a pesar de ser una amenaza constante, no eran tan peligrosos como la corrupción interna. Aun hoy las iglesias procuran a menudo defenderse de los problemas del mundo pecaminoso mientras fracasan en ver que sus propios pecados motivan sus problemas.

Queja por la traición del amigo
13 Si fuera mi enemigo el que me agravia,
podría soportarlo;
si mi adversario se alzara contra mí,
me ocultaría de él.
14 ¡Pero eres tú, un hombre de mi condición,
mi amigo y confidente,
15 con quien vivía en dulce intimidad:
juntos íbamos entre la multitud
a la Casa del Señor!
Nada nos duele más que una herida hecha por un amigo. Habrá momentos cuando los amigos nos confronten con amor para ayudarnos. Los verdaderos amigos, sin embargo, permanecen junto a nosotros en los tiempos difíciles y nos brindan consuelo, amor, aceptación y comprensión. ¿Qué clase de amigo es usted? No traicione a quienes ama

Imprecación contra los enemigos
16 Que la muerte los sorprenda,
que bajen vivos al Abismo,
porque dentro de sus moradas
sólo existe la maldad.
17 Yo, en cambio, invoco al Señor,
y él me salvará.
18 De tarde, de mañana, al mediodía,
gimo y me lamento,
pero él escuchará mi clamor.
19 Él puso a salvo mi vida;
se acercó cuando eran muy numerosos
los que estaban contra mí.
20 Dios, que reina desde siempre,
los oyó y los humilló.
Porque ellos no se corrigen
ni temen a Dios;
21 alzan las manos contra sus aliados
y violan los pactos.
22 Su boca es más blanda que la manteca,
pero su corazón es agresivo;
sus palabras son más suaves que el aceite,
pero hieren como espadas.
23 Confía tu suerte al Señor,
y él te sostendrá:
nunca permitirá que el justo perezca.
24 Y tú, Dios mío, los precipitarás en la fosa más profunda.
Los hombres sanguinarios y traidores
no llegarán ni a la mitad de sus días.
Yo, en cambio, confío en ti, Señor.
Orar en la mañana, en la tarde y en la noche es sin duda una manera excelente de mantener prioridades legítimas a través de cada día. Daniel siguió este patrón (Dan 6,10), como lo hizo Pedro (Act 10:9-10). Las oraciones del pueblo de Dios son el arma principal en contra del mal que abruma al mundo.
Dios quiere llevar nuestras cargas, pero a menudo continuamos llevándolas nosotros aun cuando decimos que confiamos en El. Confíe en que la misma fuerza que lo sostiene a usted puede también llevar sus cargas.