Salmo 057

 Introducción.- La repetición de “Ten misericordia de mí” indica la urgencia de la oración. En cualquier situación, el creyente puede clamar por la misericordia de Dios, pues Dios es el Dios de amor; a través de la Biblia revela su amor para con sus criaturas, los seres humanos. Porque en ti ha confiado mi alma es significativo. El salmista usa esta frase como la base para su petición. La fe en Dios es la llave para todo lo que Dios quiere darnos. Él quiere que confiemos y promete que, si creemos, hará lo que le pedimos. La figura de la sombra de tus alas se usa a menudo para hablar del refugio seguro que es confiar en Dios.

1 Del maestro de coro. “No destruyas”. De David. Mictán. Cuando, huyendo de Saúl, se escondió en la cueva.

Súplica confiada
2 Ten piedad de mí, Dios mío, ten piedad,
porque mi alma se refugia en ti;
yo me refugio a la sombra de tus alas
hasta que pase la desgracia.
3 Invocaré a Dios, el Altísimo,
al Dios que lo hace todo por mí:
4 él me enviará la salvación desde el cielo
y humillará a los que me atacan.
¡Que Dios envíe su amor y su fidelidad! Pausa
5 Yo estoy tendido en medio de leones
que devoran con avidez a los hombres;
sus dientes son lanzas y flechas,
su lengua, una espada afilada.
6 ¡Levántate, Dios, por encima del cielo,
y que tu gloria cubra toda la tierra!
Los creyentes más eminentes necesitan a menudo repiten la oración del publicano: “Dios, sé propicio a mí, pecador”. Pero si la confianza de nuestras almas en el Señor, esto puede asegurarnos, en nuestros mayores peligros, que nuestras calamidades al fin que pasen, y mientras tanto, por la fe y la oración, debemos hacerlo nuestro refugio.
Aunque Dios sea más alto, sin embargo, él se digna tan bajo, como para cuidar de que están hechas todas las cosas para trabajar para el bien de su pueblo. Esta es una buena razón por la que debemos orar fervientemente. Mira que la manera nosotros en esta tierra, refugio falla, aparece ninguna ayuda; pero podemos buscarlo desde el cielo. Si hemos huido de la ira venidera, a Jesucristo, el que realiza todas las cosas necesarias para comprar la salvación de su pueblo, va a hacer por nosotros y en nosotros todas las cosas necesarias para nuestro disfrute de la misma.
¿Pedimos y confiamos en la misericordia del Señor?

Acción de gracias
7 Ellos tendieron una red a mi paso,
para que yo sucumbiera;
cavaron una fosa ante mí,
pero cayeron en ella. Pausa
8 Mi corazón está firme, Dios mío,
mi corazón está firme.
Voy a cantar al son de instrumentos:
9 ¡despierta, alma mía!
¡Despierten, arpa y cítara,
para que yo despierte a la aurora!
10 Te alabaré en medio de los pueblos, Señor,
te cantaré entre las naciones,
11 porque tu misericordia se eleva hasta el cielo
y tu fidelidad hasta las nubes.
12 ¡Levántate, Dios, por encima del cielo,
y que tu gloria cubra toda la tierra!
La presencia del Señor no tarda en mostrar su eficacia, mediante el castigo de los enemigos: estos caen en la fosa que habían cavado para el justo. Esa confianza en la justicia divina, siempre viva en el Salterio, impide el desaliento y la rendición ante la prepotencia del mal. Más tarde o más temprano, Dios, que desmonta las maquinaciones de los impíos haciéndoles tropezar en sus mismos proyectos malvados, se pone de parte del fiel.
Así llegamos al segundo momento del Salmo, el de la acción de gracias. Hay un pasaje que brilla por su intensidad y belleza: "Mi corazón está firme, Dios mío, mi corazón está firme. Voy a cantar y a tocar: despierta, gloria mía; despertad cítara y arpa, despertaré a la aurora". Las tinieblas ya se han disipado: el alba de la salvación se ha acercado gracias al canto del orante.
El salmista, al aplicarse a sí mismo esta imagen, tal vez traduce con los términos de la religiosidad bíblica, rigurosamente monoteísta, el uso de los sacerdotes egipcios o fenicios encargados de "despertar a la aurora", es decir, de hacer que volviera a aparecer el sol, considerado una divinidad benéfica. Alude también a la costumbre de colgar y velar los instrumentos musicales en tiempo de luto y prueba (cf. Sal 136, 2) y de "despertarlos" con el sonido festivo en el tiempo de la liberación y de la alegría. Así pues, la liturgia hace brotar la esperanza: se dirige a Dios invitándolo a acercarse nuevamente a su pueblo y a escuchar su súplica. A menudo en el Salterio el alba es el momento en que Dios escucha, después de una noche de oración.
Así, el Salmo concluye con un cántico de alabanza dirigido al Señor, que actúa con sus dos grandes cualidades salvíficas, ya citadas con términos diferentes en la primera parte de la súplica. Ahora aparecen, casi personificadas, la Bondad y la Fidelidad divina, las cuales inundan los cielos con su presencia y son como la luz que brilla en la oscuridad de las pruebas y de las persecuciones. Por este motivo, en la tradición cristiana el salmo 57 se ha transformado en canto del despertar a la luz y a la alegría pascual, que se irradia en el fiel eliminando el miedo a la muerte y abriendo el horizonte de la gloria celestial.
¿Somos capaces de “alternar” nuestra constante oración de petición con la acción de gracias y la alabanza?