Salmo 061


Introducción. - Un hombre desterrado -probablemente un levita- suspira por volver a gozar de la presencia divina, viviendo constantemente junto al Santuario de Dios (v.5). En los vs. 7-8 se inserta una oración por el rey, cuya vinculación con el resto del Salmo no aparece con claridad. El salmo es una oración confiada y filial, pero llena del sello de la melancolía del destierro. Los atributos de Dios, su experiencia del pasado y las promesas divinas sobre los destinos de Israel, le dan fe para mantener ilusiones sobre su porvenir y el de su pueblo, en el que se hará posible la comunión íntima y espiritual con su Dios.

1 Del maestro de coro. Para instrumentos de cuerda. De David.

Oración de un suplicante próximo a la muerte.
2 ¡Dios mío, escucha mi clamor,
atiende a mi plegaria!
3 Yo te invoco desde los confines de la tierra,
mientras mi corazón desfallece.
Condúceme a una roca inaccesible,
¿Hemos sentido alguna vez al orar que Dios está allá muy lejos y nosotros aquí, a una gran distancia, en la tierra? El salmista sentía como si estuviera en los confines de la tierra y Dios estuviera allá a lo lejos. El estaba tratando de acercarse. Quería llegar a una Roca que fuera más alta que él mismo. La Palabra de Dios me dice que la Roca es Jesucristo (1 Co 10, 4).
Allí está la roca de Sión en la que se sienta la casa de Dios. El salmista exiliado cree que a la sombra de este encontrará su reposo (v. 3c); en los salmos es común llamar a Dios roca de salvación porque ella protege de sus enemigos.
Se nos presenta a Jesús como la roca. Cristo es la roca de los siglos, la roca escogida por Dios para que fuese Refugio y Torre fuerte delante del enemigo. El salmista le pide a Dios en su oración que El le lleve a su Roca. Cristo es el refugio a donde hemos de recurrir continuamente. Solo Dios puede salvarnos del poderoso enemigo que nos asecha como león rugiente. Satanás vive empeñado en nuestra destrucción, hacernos volver al imperio de esclavitud y muerte. Solo Jesús es nuestra Roca y nuestra ciudad de refugio. ¿Amen?

Confianza en Dios que escucha la oración.
4 porque tú eres para mí un refugio
y una fortaleza frente al enemigo.
5 ¡Que yo sea siempre un huésped en tu Carpa
y pueda refugiarme al amparo de tus alas!
6 Porque tú, Dios mío, tienes en cuenta mis votos
y me das la herencia de los que temen tu Nombre.
Aquí tenemos una imagen reconfortante de Dios. Es un refugio frente a las tempestades y un baluarte para protegernos de los enemigos. Y se mencionan las alas en relación con Dios. El Señor Jesús también usó la misma ilustración cuando habló del reunir al pueblo de Jerusalén consigo mismo como una gallina junta sus polluelos bajo sus alas para protegerlos; las alas es una figura de protección, amor y ternura de Yahvé.

Oración pidiendo una vida y un reinado largo para el rey.
7 Añade días a los días del rey:
que duren sus años por muchas generaciones
8 que reine para siempre en la presencia del Señor,
que la Gracia y la Fidelidad lo protejan.
El orante ahora ruega por el rey, pidiendo a Dios, aunque de manera convencional e hiperbólica, que le conceda larga vida. Esta petición “supone que el rey vive y reina hoy y la comunidad lo reconoce como soberano por la gracia de Dios”.

Nota conclusiva de alabanza.
9 Así cantaré a tu Nombre eternamente
y días tras día cumpliré mis votos.
Cantar con fe a Dios, es una parte fundamental cuando adoramos su nombre, ya que muchas veces nos vemos rodeados de cantos que invitan a fortalecer nuestra vida, así como hay cantos de adoración también los hay de consolación, de restauración, de exhortación, de victoria, de paz, de gozo, de testimonios, de guerra espiritual, y una infinidad de cantos que día con día suenan en los hogares o en las diferentes congregaciones de alrededor del mundo.
El voto es una promesa espontánea hecha a Dios de dar o de darle alguna cosa. El voto es un compromiso libre y personal. Su finalidad es glorificar a Dios, a quien se ofrece no sólo el simple acto, sino la voluntad libre de cumplirlo, reconociéndolo dueño absoluto de todo. El voto es algo profundamente arraigado en el ánimo del hombre religioso. En todas las religiones, desde el budismo hasta el islam, encontramos el voto, lo cual indica hasta qué punto es connatural al hombre religioso entablar relaciones especiales con Dios.
Los votos religiosos.- Los votos que se emiten sin una intervención directa de la Iglesia son considerados "privados" (aunque se hagan en público); son "públicos» los emitidos en manos de un superior legítimo, que los recibe en nombre de la Iglesia. El votante se obliga ante la Iglesia a mantener la castidad perfecta, a observar la pobreza evangélica, a obedecer a los superiores según las Constituciones de una sociedad religiosa aprobada por la Iglesia. Los votos son un compromiso solemne y perpetuo de vivir de forma radical los consejos evangélicos. La castidad abrazada "por el Reino de los cielos" (Mt 19,12) tiene que ser apreciada como un don insigne de la gracia. En efecto, la castidad hace especialmente libre el corazón del hombre (cf 1 Co 7 32-35), encendiéndolo en una caridad cada vez mayor por Dios y por todos los hombres.
La pobreza voluntaria por seguimiento de Cristo "es sobre todo hoy un signo muy apreciado" (PC 13): es preciso que los religiosos sean pobres real y espiritualmente, participando así de la pobreza de Cristo.
Con la profesión de la obediencia los religiosos ofrecen a Dios la renuncia completa de su voluntad como sacrificio de ellos mismos, y por medio de ella se unen de manera más sólida y segura con la voluntad salvífica dé Dios (PC 14).
En efecto, la vida humana se resume en tres tendencias siempre en acción. La tendencia a poseer bienes materiales, que se manifiesta en el instinto de propiedad. La tendencia al placer sensible y carnal, que se expresa en la aspiración dominante al amor humano y a la constitución de una familia.
El compromiso del cristiano es seguir al Señor proclamando la Buen Noticia de su presencia, con la palabra y el ejemplo de vida. Puede no ser un voto, pero es un compromiso firme y debemos respetarlo y llevarlo a cabo.