Salmo 067


Introducción. - En esta hermosa oración -compuesta para celebrar la recolección de las cosechas (Éx 23. 16)- la comunidad agradece al Señor los frutos de la tierra (v. 7). Además, le suplica que renueve constantemente sus bendiciones, a fin de que todos los pueblos reconozcan en el Dios de Israel al único Dios (vs. 2-3). Esta perspectiva universalista se destaca particularmente en el estribillo, que se repite en los vs. 4 y 6.
1 Del maestro de coro. Para instrumentos de cuerda. Salmo. Canto.
Israel, misionero de la salvación entre los pueblos
2 El Señor tenga piedad y nos bendiga,
haga brillar su rostro sobre nosotros, Pausa
3 para que en la tierra se reconozca su dominio,
y su victoria entre las naciones.
4 ¡Que los pueblos te den gracias, Señor,
que todos los pueblos te den gracias!
El salmista inicia su poema comentando la bendición sacerdotal de Nm 6,24-27, dando una proyección universalista. La benevolencia divina se manifiesta en el resplandor de la faz de Yahvé sobre los suyos; se dice de Dios que «aparta su faz» cuando priva a alguno de su protección; y, al contrario, cuando dispensa a alguno su ayuda y protección se dice que su faz brilla sobre él.
El tener el rostro glorioso y alegre de Dios resplandecer sobre el hombre es el regalo más grande que uno pudiera tener. El saber que mientras Dios te ve, Él está complacido – y no debido a lo que tú eres, o lo que has hecho, sino por lo que eres en Cristo Jesús – no hay una mayor fuente de paz y poder en la vida.
¡Ilumina tu rostro sobre nosotros!: Cuando tanto se habla del silencio y de la ausencia de Dios, cuando su ocultamiento hace penosa y sombría nuestra vida, podemos sintonizar con el salmista que anhela que el Señor «ilumine su rostro sobre nosotros». Entonces adquiriría todo una nueva dimensión y descubriríamos en las cosas, «de repente, los ojos deseados que tengo en mis entrañas dibujados». Nuestra condición de religiosos no nos exime de esta noche oscura. Podemos dramatizar hoy aquel grito de Cristo en la cruz: «¿Dios mío, Dios mío, para qué me has abandonado?» Para suplicarle que «ilumine su rostro sobre nosotros».
Necesitamos ver a Dios, contemplarlo para quedar transformados y seducidos por su atracción irresistible. Cristo Jesús, el rostro iluminado del Padre, es aquel a quien seguimos con nuestra vida en pobreza, virginidad y obediencia. Hagamos lo posible para permitir que el Padre, a través de su Espíritu, reproduzca en nosotros los rasgos de su Hijo querido, para que en el mundo seamos alusión permanente a su rostro.
Consagración que provoque la alabanza universal a Dios: Los religiosos hemos recibido la bendición de Dios: el día de nuestra profesión religiosa Dios Padre ratificó, confirmó y plenificó en nosotros la consagración de nuestro bautismo. Nos hizo pertenecer más decididamente a su mundo sagrado. Pertenecientes a su ámbito divino, esperamos que Él ilumine su rostro sobre nosotros en la noche que nos impide contemplarle.
Nuestra consagración tiene una finalidad misionera última: la de provocar la alabanza y adoración universal a Dios. «¡Que todos los pueblos te alaben!» Y sabemos que esta adoración es veraz allí donde se manifiesta la justicia y la rectitud de Dios, donde Él es el motor del gobierno, de la conducta moral de los hombres.
Pedimos al Padre que nuestra tierra dé el fruto que Él mismo arrojó en su seno y que, tras un proceso de muerte, debe convertirse en bendición para todos los hombres.
El salmista aquí considera al pueblo elegido como vehículo para dar a conocer los caminos o modos de proceder de Dios para con los pueblos. La protección dispensada a Israel será como una lámpara que atraerá la atención de todas las gentes hacia Dios. La glorificación del pueblo elegido será una prueba de que Dios protege a los que le son fieles, y en ese sentido es un reclamo para dar a conocer sus caminos.
El v. 4 es un estribillo que señala la división de las estrofas, sin duda cantando con alternancia de coros; y en él se invita a los pueblos a alabar a Yahvé. La perspectiva del salmista es netamente universalista; como en las profecías mesiánicas de Isaías, se considera a Israel el centro de todos los pueblos: la protección de Dios y elevación religiosa y moral de su Ley será una invitación a las gentes para acercarse al pueblo que ha sido objeto de las predilecciones divinas.
¿Sentimos la presencia del Señor, “el brillo de su rostro”, cercano a nosotros?

El reconocimiento del gobierno equitativo de Dios
5 Que canten de alegría las naciones,
porque gobiernas a los pueblos con justicia
y guías a las naciones de la tierra. Pausa
6 ¡Que los pueblos te den gracias, Señor,
que todos los pueblos te den gracias!
Todas las gentes deben sentirse felices y exultantes, porque es el propio Dios quien lleva las riendas del gobierno en el mundo, y, en consecuencia, sus decisiones tienen que llevar el sello de la equidad y de la justicia. Ello debe dar seguridad a sus fieles que se conforman a las exigencias de su Ley. Esto que se manifiesta en la historia de Israel, debe ser reconocido por todas las naciones, vinculadas al pueblo elegido en virtud de la bendición de Dios a Abraham sobre todas las gentes (Gn 12,2). Por eso se invita a todos los pueblos a unirse en alabanza del Dios omnipotente y justo, que gobierna el mundo conforme a sus designios salvadores.
¿Mostramos nuestra alegría como cristianos?

Acción de gracias por la cosecha
7 La tierra ha dado su fruto:
el Señor, nuestro Dios, nos bendice.
8 Que Dios nos bendiga,
y lo teman todos los confines de la tierra.
La buena cosecha es un signo tan sólo que patentiza el recto gobierno de Dios, su salvación benevolente, su riqueza, bendición oculta. Ahora bien, la bendición con la que hemos sido bendecidos es el Fruto bendito del seno virginal (Lc 1,42). Ha venido en el nombre del Señor para glorificar a su Pueblo y ser luz de las naciones (Lc 2,32). Por ello, hemos sido bendecidos en Cristo con toda clase de bendiciones espirituales (Ef 1,3). No sólo nosotros; también los gentiles llamados a disfrutar la riqueza del pueblo de Dios, la fecundidad de Dios. Cada cristiano es apremiado como Pablo a comunicar entre las naciones la incalculable riqueza de Cristo: su insondable misterio de amor. Así, ellos y nosotros seremos llenos de la plenitud de Dios. Es la mejor cosecha que puede producir nuestra tierra.
La bendición de Dios sobre los campos es fecundidad: la primera bendición del Génesis, que puso en marcha la inmensa fecundidad terrestre, se repite periódicamente en nuevas bendiciones. La tierra fecunda atestigua que nuestro Dios nos bendice.
La benevolencia divina se ha manifestado concretamente en la abundancia de los frutos de la tierra. El salmista, agradecido por los beneficios recibidos, vuelve a implorar la bendición divina para su pueblo. Todos los habitantes de la tierra, desde sus más remotos confines, deben reconocer reverencialmente este poder superior de Dios, que gobierna el mundo con equidad
Dios obtiene el respeto, el honor, la alabanza, la gloria, de la cual Él es digno. Quizás nosotros jamás obtendremos respeto; quizás solamente nos enfrentemos a dificultades; podríamos terminar pobres y quebrantados y perseguidos y aun el dejar ir nuestras vidas – y ser más bendecidos que nunca, debido a que Dios nos ha usado en una gran manera.
¿Más que temor, tal como lo entendemos los humanos, tenemos respeto amoroso por el Señor?