Salmo 069
Esta angustiosa lamentación tiene muchos rasgos comunes con el Salmo 22, en especial, la dramática descripción de la enfermedad y los sufrimientos que dan motivo a la súplica. Entre estos últimos, el salmista menciona particularmente el desprecio de que es objeto por su fidelidad a la causa de Dios y su amor hacia el Templo. Así hace presente al Señor que su enfermedad pone en juego el honor divino, porque si él muere, todos los fieles quedarán expuestos a la burla de sus enemigos. Los vs. 36-37 indican que el Salmo fue compuesto poco tiempo después del exilio babilónico.
1 Del maestro de coro. Según la melodía de “Los lirios”. De David.
Descripción de los males
2 ¡Sálvame, Dios mío,
porque el agua me llega a la garganta!
“Sálvame, oh Dios, porque las aguas han entrado hasta el alma.” ¡Wow! ¿Qué quiere decir esto? Esto parece ser a lo que nosotros decimos, el agua me está llegando al cuello. El salmista se siente desesperado y exclama a Dios que le salve porque siente que se ahoga. En más de una ocasión me he sentido así. Problemas son muchos, pero en ocasiones, en algunos de ellos, se dan señales de que no hay solución, que por más que busco y miro no encuentro manera de salir del hoyo. Es ese sentimiento de arena movediza ó el sentimiento de estar en la mar y la corriente nos arrastra y no soy capaz de luchar contra ella y sé que no voy a poder resistir por mucho más tiempo. Son momentos desesperantes, son sentimientos de soledad tan increíbles que lo que todos hacemos, luego de intentarlo todo, es ir y clamar a Dios. El problema es que parece que no nos escucha, nos cansamos de esperar y llorar y no recibimos respuesta. ¿Por qué Dios lo hace así?
3 Estoy hundido en el fango del Abismo
y no puedo hacer pie;
he caído en las aguas profundas,
y me arrastra la corriente.
4 Estoy exhausto de tanto gritar,
y mi garganta se ha enronquecido;
se me ha nublado la vista
de tanto esperar a mi Dios.
5 Más numerosos que los cabellos de mi cabeza
son los que me odian sin motivo;
más fuertes que mis huesos,
los que me atacan sin razón.
¡Y hasta tengo que devolver
lo que yo no he robado!
6 Dios mío, tú conoces mi necedad,
no se te ocultan mis ofensas.
7 Que no queden defraudados por mi culpa
los que esperan en ti, Señor del universo;
que no queden humillados por mi causa
los que te buscan, Dios de Israel.
8 Por ti he soportado afrentas
y la vergüenza cubrió mi rostro;
9 me convertí en un extraño para mis hermanos,
fui un extranjero para los hijos de mi madre:
10 porque el celo de tu Casa me devora,
y caen sobre mí los ultrajes de los que te agravian.
11 Cuando aflijo mi alma con ayunos,
aprovechan para insultarme;
12 cuando me visto de penitente,
soy para ellos un motivo de risa;
13 los que están a la puerta murmuran contra mí,
y los bebedores me hacen burla con sus cantos.
Así que entramos a la conversación con Dios donde le decimos que mire lo bueno que hemos hecho, y el ayuno y el tiempo de oración que hemos pasado para que nos compense, a cambio de lo ya hecho, con el sacarnos del problema y librarnos de nuestros enemigos. Ahí es donde falla nuestra lógica. No hay nada que podamos hacer para lavar nuestros pecados y justificarnos delante de Dios, sólo la gracia de Jesucristo mostrada en la cruz del Calvario lo puede hacer. Eso no quita que deseemos con todo el corazón que se nos escuche, que se nos responda, que se nos saque del lodo y que se nos salve. Pero tenemos que realizar que lo único que podemos hacer es venir a Cristo y dejar que su sangre derramada nos limpie de todo pecado y maldad y confiar que como hijos de Dios podemos acercarnos a nuestro Padre celestial, pedirle en oración y él hará.
En ocasiones sentimos como si las cosas fueran apresuradamente contra nosotros, como ahogándose en una inundación. En otras ocasiones sentimos como si el nivel del agua lentamente comenzara a subir hasta que somos abrumados. Cada cual tiene su propio tipo de temor y miseria.
Podemos imaginarnos a Jesús hundiéndose hacia el fango profundo del pecado y culpa de la humanidad, llegando verdaderamente a abismos de aguas donde la corriente le ha anegado. No es de maravillarse que fuera dicho de Jesús antes de que Él fuera a la cruz, comenzó a entristecerse y a angustiarse en gran manera (Mateo 26:37).
Spurgeon describió varios tipos de fango profundo en la cual el creyente se puede hundir:
· El fango profundo de la incredulidad
· El fango profundo de las pruebas y dificultades
· El fango profundo de la corrupción interna
· El fango profundo de la tentación y opresión del diablo
Cansado estoy de llamar: habíamos desgastado toda la energía en nuestro clamor mientras esperábamos para que Dios nos rescatara. Nuestra garganta se ha enronquecido: “Nosotros somos, y esto es de temerse, más propensos a ser enronquecidos hablando frivolidades con los hombres que rogarle a Dios.”
Nada puede ser concebido como más abrumador que el sufrimiento extraño e inexplicable el cual resulta de la lealtad hacia Dios y del celo por Su honor. Un reproche inmerecido es el dolor más estupendo posible para el alma sensible.
Observemos cuánto sufrió Jesús. Los sufrimientos físicos que Él padeció en la cruz ya fueron muchos, pero creemos que lo que El sufrió en esta tierra fue casi insoportable. Quizá, muchos de nosotros habríamos terminado con nuestra vida, si hubiéramos tenido que pasar por lo que Él pasó en esta tierra.
Durante esas últimas tres horas que El pasó en la cruz, se convirtió en el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Allí, Dios lo trató como al pecado mismo. Él había sufrido mucho durante Su vida, en realidad no había para nosotros ningún valor salvador en esos sufrimientos. Él ocupó el lugar de humillación, y lo hizo voluntariamente. Las limitaciones que Cristo tuvo como ser humano, fueron limitaciones que El se impuso a sí mismo. Ahora, a nosotros, por ejemplo, me gustaría saber mucho más de lo que sabemos hoy. Nos agradaría aumentar nuestro conocimiento. Pero en contraste con esa actitud, cuando el Señor Jesús se convirtió en un hombre, se redujo a sí mismo, se humilló a sí mismo.
Estas fueron las corrientes del sufrimiento que comenzaron cuando el Señor nació en un establo, que era probablemente parte de un mesón. El establo fue un lugar mejor para nacer porque nadie pudo ver lo que ocurrió en aquella noche, excepto los animales que allí se encontraban. Ellos fueron mejores testigos que el grupo morboso de gente que llenaba la posada. Pero allí en el establo comenzó su vida de sufrimiento.
El versículo 5 fue citado en Jn 15, 25, que dice: "Sin causa me odian". Vemos que el Señor citó este versículo y se lo aplicó a sí mismo. Sus enemigos le odiaron sin ningún motivo, es decir, que su odio no tenía ninguna justificación. Rm 3, 24, dice: “justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús”. El ser justificados gratuitamente es lo mismo que ser justificados sin ningún motivo, sin una causa; o sea, que el Señor no encontró en nosotros ningún mérito. Él no nos vio y se dijo: "bueno, como son buenas personas, voy a salvarles". Más bien, habrá visto que somos pecadores y nos justificó sin ningún otro motivo. Ahora, este salmo nos dice que los enemigos odiaron a Jesús sin causa, le odiaron sin motivo para que nosotros fuéramos justificados sin ningún motivo. :
Petición de auxilio
14 Pero mi oración sube hasta ti, Señor
en el momento favorable:
respóndeme, Dios mío, por tu gran amor,
sálvame, por tu fidelidad.
15 Sácame del lodo para que no me hunda,
líbrame de los que me odian
y de las aguas profundas;
16 que no me arrastre la corriente,
que no me trague el Abismo,
que el Pozo no se cierre sobre mí.
17 Respóndeme, Señor, por tu bondad y tu amor,
por tu gran compasión vuélvete a mí;
18 no le ocultes el rostro a tu servidor,
respóndeme pronto, porque estoy en peligro.
19 Acércate a mi y rescátame,
líbrame de mis enemigos:
20 tú conoces mi afrenta, mi vergüenza y mi deshonra,
todos mis enemigos están ante ti.
21 La vergüenza me destroza el corazón,
y no tengo remedio.
Espero compasión y no la encuentro,
en vano busco un consuelo:
22 pusieron veneno en mi comida,
y cuando tuve sed me dieron vinagre.
Sean cuales sean profundas aguas de la aflicción o la tentación, nos hundamos en cualquiera que sea inundaciones de problemas o los hombres impíos parezcan dispuestos a abrumarnos, vamos a perseverar en la oración a nuestro Señor para salvarnos.
Las fichas del favor de Dios para nosotros son suficientes para mantener nuestros espíritus se hunda en los más profundos problemas exteriores. Si pensamos bien de Dios, y continuamos a hacerlo bajo las más grandes dificultades, no debemos temer, sino que lo hará bien para nosotros. Y si en algún momento hemos sido llamados a sufrir el oprobio y la vergüenza, por el amor de Cristo, esto puede ser nuestro consuelo, que él lo sabe.
Es duro para uno que conoce el valor de un buen nombre, el ser oprimido por uno malo. Los sufrimientos de Cristo fueron particularmente aquí predichos, lo que demuestra que la Escritura es la palabra de Dios; y cómo exactamente se cumplen estas predicciones en Jesucristo, lo que demuestra que él es el verdadero Mesías. El vinagre y la hiel que le dio, eran un emblema débil de la amarga copa que bebía hasta, para que podamos beber el cáliz de la salvación. No podemos esperar muy poco de los hombres, consoladores molestos son todos ellos; ni tampoco podemos esperar mucho de Dios de toda consolación y consuelo.
Imprecación contra los enemigos
23 Que su mesa se convierta en una trampa,
y sus manjares, en un lazo;
24 que se nuble su vista y no vean,
y sus espaldas se queden sin fuerzas.
25 Descarga sobre ellos tu indignación
que los alcance el ardor de tu enojo;
26 que sus poblados se queden desiertos
y nadie habite en sus carpas.
27 Porque persiguen al que tú has castigado
y aumentan los dolores del que tú has herido.
28 Impútales una culpa tras otra,
no los declares inocentes;
29 bórralos del Libro de la Vida,
que no sean inscritos con los justos.
Estas son profecías de la destrucción de los perseguidores de Cristo. Cuando los soportes de la vida y placeres de los sentidos, a través de la corrupción de nuestra naturaleza, se hacen la comida y el combustible del pecado, entonces nuestra tabla es una trampa. Su pecado fue, que no iban a ver, pero cerraron los ojos contra la luz, amando más las tinieblas; su castigo fue que no vean, sino que deben ser entregados a los deseos de sus propios corazones que ellos endurecieron.
Los que rechazan la gran salvación de Dios ofrecida a ellos, pueden temer justamente que su indignación se derramará sobre ellos. Si los hombres del pecado, el Señor tomará en cuenta para ello. Pero aquellos que se han multiplicado con el pecado, todavía puede encontrar misericordia, por la justicia de Mediador. Dios no excluye a ninguna de que la justicia; el evangelio excluye ninguno de los que no lo hacen, por incredulidad, encerrarse a cabo. Pero los que son orgullosos y obstinados, por lo que no van a venir a la justicia de Dios, tendrán su castigo en consecuencia; que ellos mismos deciden que. Que aquellos que no esperan ningún beneficio de ese modo, que no están contentos de estar en deuda con él. Es mejor ser pobre y triste, con la bendición del Señor, que rico y jovial, y bajo su maldición. Esto se puede aplicar a Cristo. Él fue, cuando en la tierra, varón de dolores que no tenía dónde reclinar la cabeza; pero Dios lo exaltó. Llamemos al Señor, y aunque pobre y triste, culpable y corrompido, su salvación se nos ponga en alto.
Acción de gracias
30 Yo soy un pobre desdichado, Dios mío,
que tu ayuda me proteja:
31 así alabaré con cantos el nombre de Dios,
y proclamaré su grandeza dando gracias;
32 esto agradará al Señor más que un toro,
más que un novillo con cuernos y pezuñas.
33 Que lo vean los humildes y se alegren,
que vivan los que buscan al Señor:
34 porque el Señor escucha a los pobres
y no desprecia a sus cautivos.
35 Que lo alaben el cielo, la tierra y el mar,
y todos los seres que se mueven en ellos;
36 porque el Señor salvará a Sión
y volverá a edificar las ciudades de Judá:
37 el linaje de sus servidores la tendrá como herencia,
y los que aman su nombre morarán en ella.
El salmista concluye el salmo de gozo y alabanza santo, que comenzó con las denuncias de su pena. Es un gran consuelo para nosotros, que alabanzas humildes y agradecidas son más agradable a Dios que los más costosos sacrificios pomposos. Los humildes se miran a él, y se alegrarán; los que lo buscan a través de Cristo vivirá y consolación. Dios hará grandes cosas para la Iglesia , en la que vamos a todos los que desean el bien a los que se regocijan. La posteridad le servirá en la tierra, y de sus siervos la heredará su reino celestial. Aquellos que aman su nombre habitarán delante de él para siempre. El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no con él nos dará también todas las cosas? Levántate, oh gran restaurador de los antiguos lugares para habitar, y se apartará la impiedad de tu pueblo