SALMO 080

Introducción. – Dios es nuestro Pastor. ¿Ha olvidado a su pueblo y a su Iglesia? Cuando la Iglesia aparece desprestigiada, es la salvación de Cristo que parece haber fracasado. Señor, “¡haz que volvamos y conviértenos! Aunque el Salmo sugiere un origen específico, fue usado en muchas ocasiones y es apto para todo tiempo; así es apto para nosotros, En nuestro mundo de decadencia moral cuando la iglesia misma necesita avivamiento, podemos y debemos clamar a Dios con estas mismas peticiones.
El salmo 80 es la oración de Israel ante una gran desgracia. El enemigo ha invadido el territorio nacional y ha destruido la ciudad y el templo, y Dios parece mostrarse indiferente y callado ante tamaña desgracia: Pastor de Israel, ¿hasta cuándo estarás airado?; mira desde el cielo, fíjate y ven a visitar tu viña; suscita, Señor, un nuevo rey que dirija las victorias de tu pueblo, fortalece un hombre haciéndole cabeza de Israel y que tu mano proteja, a éste, tu escogido.
La caída de Samaría (año 721 a.C.) puede ser el telón de fondo de este salmo. Es una lamentación pública ante una grave desgracia: una invasión militar. El pueblo orante pide la restauración, que es volver a gozar de la benevolencia divina y de la prosperidad subsiguiente. El estribillo subraya la insistencia de la petición. Las emociones expresadas son fundamentalmente dos: la amargura que se siente en el abandono, bajo la presión enemiga, y la confianza que alcanza tonos hímnicos al mencionar los títulos de la protección divina.

1 Al Director. «Los lirios del testimonio».
2 Pastor de Israel, escucha,
tú que guías a José como a un rebaño;
tú que te sientas sobre querubines, resplandece
3 ante Efraín, Benjamín y Manasés;
despierta tu poder y ven a salvarnos.
4 Oh Dios, restáuranos,
que brille tu rostro y nos salve.
La idea de Dios en ser el pastor de Israel ocurre en el Salterio solamente dos veces, aquí y en el Salmo 23. El nombre está lleno de ternura, y aquí es seleccionado por el Salmista atribulado: los corazones quebrantados se deleitan en nombres de gracia. “Pastor de Israel’ nos recuerda de la bendición de Jacob de Efraín y Manasés en la cual él invocó “al Dios que me ha pastoreado durante toda mi vida’ para ‘bendecir a estos niños,’ y del título en Gn 49, 24, ‘el pastor, la roca de Israel´.
Israel y José representan aquí el reino septentrional, del cual se citan tres tribus que ocupan la región central de Palestina. Dios es pastor, sobre todo, en el desierto. Los querubines son los animales alados que sustentan el trono de Dios; y el resplandor indica la aparición o teofanía.
Aunque Dios esté presente en medio de su pueblo, repite sus venidas o «advientos» en momentos de peligro para repetir la salvación. Muestra su rostro brillante, con poder benévolo, su presencia manifestada ilumina y serena al hombre.
Destaca la presencia de Dios con su pueblo. El salmista tenía un alto concepto de Dios, de su santidad, de su presencia y de su poder. ¿Cómo podemos tener el concepto adecuado de Dios? Muchos están contentos de pensar en Dios “a su manera”. Pero nuestro entendimiento de Dios, nuestro concepto de él es de suma importancia. La única manera de tener un concepto adecuado de Dios es conocer su Palabra y conocerle a él en Jesucristo. Así el Espíritu Santo, usando las Escrituras, va formando en nosotros un concepto adecuado de Dios.
La imagen de un rey o gobernante sobre un pueblo tenido como el pastor era común en el mundo antiguo. Yahvé era el Pastor de Israel. Era Él quien ha pastoreado y pastoreará como a ovejas a José.
El salmista reconoce que Dios tiene el poder. Le pide que lo use ahora en esta situación difícil, para salvarnos. Está pensando en la situación físico política de la gente que fue asolada por el enemigo.
El Dios lo suficientemente poderoso para pastorear a Israel y sacarlos de Egipto hacia Canaán era lo suficientemente fuerte para librarlos de su crisis actual si Su poder era despertado. Esta era una oración de fe, entendimiento, y dependencia.
¡Restáuranos! La expresión que se repite varias veces es poderoso. La palabra restáuranos es una forma causativa del verbo shub, “volver”. Así, el salmista pide que Dios nos haga volver a una condición anterior. Cuando nos apartamos de Dios, cuando hace falta un avivamiento, nos conviene hacer la misma oración. Haz resplandecer tu rostro es un eco de la bendición sacerdotal en Nm 6, 25. Cuando Dios hace esto seremos salvos. Toda salvación es de Dios y depende de su obra.
¿Nos dejamos guiar por el Señor? ¿Qué cómo se hace? Oración y escucha de la Palabra

5 Señor, Dios del universo,
¿hasta cuándo estarás airado
mientras tu pueblo te suplica?
6 Les diste a comer llanto,
a beber lágrimas a tragos;
7 nos entregaste a las contiendas de nuestros vecinos,
nuestros enemigos se burlan de nosotros.
8 Dios del universo, restáuranos,
que brille tu rostro y nos salve.
El título de Dios presente en el Arca introduce la lamentación. Por el momento Dios sigue airado: su ira se revela en el castigo. Es algo terrible el sentir que Dios está indignado y que Él está contra la oración de su pueblo. La tristeza es más profunda cuando es reconocido que el Dios de los ejércitos celestiales, Jehová, Dios del universo, quien se ha puesto a sí mismo de alguna manera en contra de Su pueblo.
La traducción ‘mostrarás tu indignación’ es una débil reproducción de lo vigoroso del original, la cual menciona ‘¿sacarás humo?’
El salmista utiliza la metáfora de comer y beber para expresar la gran tristeza del pueblo de Dios. El Salmo 42, 3 utiliza una imagen similar: “Fueron mis lágrimas mi pan de día y de noche”
Las burlas e insultos de los enemigos de Israel eran dolorosos para el salmista y el pueblo de Dios en la condición humillante en la que estaban. Les ardía ser por escarnio a sus vecinos, y el escuchar su risa burlesca.
Oh Dios... restáuranos: El salmista repite y refuerza la expresión del versículo 3, añadiendo Dios del universo, enfatizando su poder y autoridad. Una fresca expresión de su miseria hecha por la oración fresca de restauración y rescate del rostro resplandeciente y de aprobación de Dios.
¿Acaso dudamos de la fidelidad del Señor? Auscultemos nuestra conciencia

9 Sacaste una vid de Egipto,
expulsaste a los gentiles, y la trasplantaste;
10 le preparaste el terreno, y echó raíces
hasta llenar el país;
11 su sombra cubría las montañas,
y sus pámpanos, los cedros altísimos;
12 extendió sus sarmientos hasta el mar,
y sus brotes hasta el Gran Río.
En la segunda parte de la oración, llena de preocupación y a la vez de confianza, encontramos otro símbolo muy frecuente en la Biblia, el de la viña. Es una imagen fácil de comprender, porque pertenece al panorama de la tierra prometida y es signo de fecundidad y de alegría.
Como enseña el profeta Isaías en una de sus más elevadas páginas poéticas (cf. Is 5, 1-7), la viña encarna a Israel. Ilustra dos dimensiones fundamentales: por una parte, dado que ha sido plantada por Dios (cf. Is 5, 2; Sal 79, 9-10), la viña representa el don, la gracia, el amor de Dios; por otra, exige el trabajo diario del campesino, gracias al cual produce uvas que pueden dar vino y, por consiguiente, simboliza la respuesta humana, el compromiso personal y el fruto de obras justas.
A través de la imagen de la viña, el Salmo evoca de nuevo las etapas principales de la historia judía: sus raíces, la experiencia del éxodo de Egipto y el ingreso en la tierra prometida. La viña había alcanzado su máxima extensión en toda la región palestina, y más allá, con el reino de Salomón. En efecto, se extendía desde los montes septentrionales del Líbano, con sus cedros, hasta el mar Mediterráneo y casi hasta el gran río Éufrates.
La vid es una planta débil y de baja estatura, y necesita siempre soporte, y cuando recibe soporte crece demasiado y de manera exuberante, a menos que se restrinja por medio de un cuchillo de poda; capaz de producir el fruto de más valor, pero si es estéril, entonces es el más improductivo de entre los árboles, y apta únicamente para las llamas.
La vid de Israel fue bendecida en la Tierra Prometida. Bajo la bendición de Dios se arraigaron y llenaron la tierra de una manera en la cual no pudieron hacer la variedad de tribus Cananeas. Creció tan fuerte y segura en la tierra que hizo lo que era botánicamente imposible en un sentido literal: la vid creció tanto como los cedros y los montes fueron cubiertos de su sombra.
En su cima bajo el Rey David y el Rey Salomón, el dominio de Israel se extendió del Mar Mediterráneo (el mar) hacia el río Éufrates.
¿ “Echamos raíces” en el Señor? ¿Tratamos de extenderlas, diseminando felicidad?

13 ¿Por qué has derribado su cerca
para que la saqueen los viandantes,
14 la pisoteen los jabalíes
y se la coman las alimañas?
Pero el esplendor del florecimiento de la viña había pasado ya. El Salmo nos recuerda que sobre la viña de Dios se abatió la tempestad, es decir, que Israel sufrió una dura prueba, una cruel invasión que devastó la tierra prometida. Dios mismo derribó, como si fuera un invasor, la cerca que protegía la viña, permitiendo así que la saquearan los viandantes, representados por los jabalíes, animales considerados violentos e impuros, según las antiguas costumbres. A la fuerza del jabalí se asocian todas las alimañas, símbolo de una horda enemiga que lo devasta todo
En el antiguo Israel un viñedo y su vid era a menudo rodeado por un vallado grueso y lleno de espinos para mantener alejados a los ladrones y animales salvajes. El salmista miró el estado de aflicción de Israel y podía ver a los vallados simbólicos derribados. Sin la protección de los vallados de Dios, la tierra de Israel estaba lista para ser saqueada y devorada por sus enemigos.
Los jabalíes salvajes son notables por su destrucción, y rápidamente pueden destrozar un viñedo. Los enemigos de Dios son ilustrados como tales bestias salvajes y destructivas.
Ninguna ilustración de un enemigo destructivo puede ser más apropiado de aquel que es utilizado. Hemos leído de las pequeñas zorras que echan a perder las vides, pero el jabalí es un enemigo más destructivo, rompiendo los cercos, desarraigando lo que echó raíces, destruyendo ellos mismos las vides, y pisoteándolas bajos sus pies. Un solo grupo de esos animales en ocasiones destruirá todo un viñedo en una sola noche.
En 1520, mientras que Martín Lutero se levantó en la prominencia como un reformador, el Papa Leo X publicó una condenación hacia Lutero y su obra conocida como Exsurge domini. En el primer párrafo él utilizó esta imagen del Salmo 80: “En tu ascensión hacia el cielo tú has mandado el cuidado, gobierno y administración de este viñedo a Pedro como cabeza de tus representantes, sus sucesores, como la triunfante Iglesia. Un cerdo salvaje en el bosque ha emprendido en destruir este viñedo, una bestia salvaje la quiere devorar.”
¿Nos dejamos “avasallar” por los “malintencionados”?

15 Dios del universo, vuélvete:
mira desde el cielo, fíjate,
ven a visitar tu viña.
16 Cuida la cepa que tu diestra plantó
y al hijo del hombre que tú has fortalecido.
17 La han talado y le han prendido fuego;
con un bramido hazlos perecer.
La iglesia es representada como una vid y un viñedo. La raíz de esta vid es Cristo, las ramas son los creyentes. La iglesia es como una vid, que necesita apoyo, pero la difusión y ser fructífera. Si una vid no da fruto, ningún árbol es tan inútil. ¿Y no estamos plantamos como en un jardín bien cultivado, con todos los medios de ser fecundo en obras de justicia?
Si tenemos en cuenta el estado de la parte más pura de la iglesia visible, no podemos admirarnos de que sea visitado con fuertes correcciones. Solicitan que Dios ayude a la vid.
Entonces se dirige a Dios una súplica apremiante para que vuelva a defender a las víctimas, rompiendo su silencio: “Dios del universo, vuélvete: mira desde el cielo, fíjate, ven a visitar tu viña” (v. 15). Dios seguirá siendo el protector del tronco vital de esta viña sobre la que se ha abatido una tempestad tan violenta, arrojando fuera a todos los que habían intentado talarla y quemarla
Él, quien primeramente nos llamó hacia sí mismo debe de volver a llamarnos: Él, quien regeneró, debe de regenerar” Él, quien nos reconcilió con Dios por Su muerte, debe de salvarnos por Su vida.”
Quemada a fuego está, asolada: La gran desolación de esta viña llegó de la reprensión de Dios mismo, la reprensión de tu rostro.
¿Somos conscientes de los cuidados del Señor? ¿De su presencia entre nosotros?

18 Que tu mano proteja a tu escogido,
al hombre que tú fortaleciste.
19 No nos alejaremos de ti:
danos vida, para que invoquemos tu nombre.
La única persona de la cual se puede decir que está a la diestra de Dios como un intercesor es Jesús el Mesías. Que se convierta Él en nuestro Libertador: desígnenlo para este propósito, y dejen que su fuerza sea manifestada en nuestra debilidad. Por medio del cual los judíos serán restaurados, si en verdad serás aun restaurados a su propia tierra, pero por Cristo Jesús. Solamente en Él ellos pueden hallar misericordia; solamente por medio de Él ellos pueden ser reconciliados con Dios.
El Mesías, el Protector y Salvador de la iglesia, es el hombre de la mano derecha de Dios; él es el brazo de Jehová, porque se le da todo el poder a él. En él es nuestra fuerza, por lo que nos da la posibilidad de perseverar hasta el fin. La vid, por lo tanto, no puede ser arruinada, ni puede perecer cualquier rama fructífera; pero el fruto será cortado y arrojado al fuego. El final de nuestra redención, para que nosotros le sirvamos a quien nos ha redimido, y no volver a nuestros antiguos pecados
Ciertamente, para que el rostro del Señor brille nuevamente, es necesario que Israel se convierta, con la fidelidad y la oración, volviendo a Dios salvador. Es lo que el salmista expresa, al afirmar: “No nos alejaremos de ti”.
Así pues, el salmo 80 es un canto marcado fuertemente por el sufrimiento, pero también por una confianza inquebrantable. Dios siempre está dispuesto a “volver” hacia su pueblo, pero es necesario que también su pueblo “vuelva” a él con la fidelidad. Si nosotros nos convertimos del pecado, el Señor se “convertirá” de su intención de castigar: esta es la convicción del salmista, que encuentra eco también en nuestro corazón, abriéndolo a la esperanza.
En el lugar de humillación de Israel, Asaf sabía que la nación necesitaba liderazgo. Él le pidió a Dios que estuviera y que bendijera (sea tu mano sobre) a un hombre en particular – el varón de la diestra de Dios. Quizás Asaf tenía primeramente en mente al rey actual de Israel, pero finalmente el Varón de la diestra de Dios es Cristo Jesús (Ef 1,20; Heb 8, 1).
En este punto el Salmo se abre a una esperanza con colores mesiánicos. En efecto, en el versículo 18 reza así: “Que tu mano proteja a tu escogido, al hijo del hombre que tú fortaleciste”. Tal vez el pensamiento se dirige, ante todo, al rey davídico que, con la ayuda del Señor, encabezará la revuelta para reconquistar la libertad.
Sin embargo, está implícita la confianza en el futuro Mesías, el “hijo del hombre” que cantará el profeta Daniel (cf. Dn 7, 13-14) y que Jesús escogerá como título predilecto para definir su obra y su persona mesiánica. Más aún, los Padres de la Iglesia afirmarán de forma unánime que la viña evocada por el Salmo es una prefiguración profética de Cristo, “la verdadera vid” (Jn 15, 1) y de la Iglesia.
Así no nos alejaremos de ti: En la fortaleza de este Hijo de Hombre hecho fuerte, este Varón de la diestra de Dios, el pueblo de Dios sería restaurado hacia la fidelidad. Ellos serían vivificados de nuevo y de nuevo invocarían a Su nombre.
Aleccionado por el castigo, el pueblo promete la enmienda, es decir, la fidelidad a Dios, para convivir con Él e invocar exclusivamente su nombre y no el de otros dioses.
¿Sabemos “cogernos” a la mano del Señor?

20 Señor, Dios del universo, restáuranos,
que brille tu rostro y nos salve.
Señor, Dios del universo, restáuranos. Se repite esta frase. Bajo el liderazgo del gran Mesías de Dios, el pueblo sería restaurado y de nuevo conocería el rostro resplandeciente de Dios. Ellos serían rescatados.
Solamente el Señor puede ‘restaurar’ al pueblo por medio del perdón de sus pecados. Esto no es solamente una oración por liberación de parte del enemigo, sino una petición urgente por las bendiciones de Dios.
Tanto para Israel como para la Iglesia, esta oración ha sido contestada en Cristo. En Él nosotros podremos ser restaurados hacia Dios. En Él el rostro de Dios está resplandeciendo sobre nosotros en gracia.
Con este salmo podemos hoy pedir por la Iglesia y sus pastores. También el nuevo Israel sucumbe frecuentemente ante el enemigo, y le falta mucho para ser aquella vid frondosa que atrae las miradas de quienes tienen hambre de Dios: Tú, Señor, elegiste a la Iglesia para que llevara fruto abundante, tú la quisiste universal, quisiste que su sombra cubriera las montañas, que extendiera sus sarmientos hasta el mar; y, fíjate, sus enemigos la están talando, su mensaje topa con dificultades, su Evangelio, con frecuencia, es adulterado; pon tus ojos sobre tu Iglesia, despierta tu poder y ven a salvarnos, que tu mano proteja a los pastores, a nuestro obispo, el hombre que tú fortaleciste para guiar a tu Iglesia. Ven, Señor Jesús, y sálvanos.
¡Oh Dios, restáuranos!: El «mito de la comunidad» cristiana, tal como aparece relatado idealmente en los sumarios de los Hechos de los Apóstoles («tenían un solo corazón y una sola alma») y tal como se relata en el origen de casi todos los institutos religiosos, no se verifica en su pureza en la posterior historia de la Iglesia o de nuestros institutos. Hasta se tiene la impresión de estar sometidos a un proceso de deterioro y depravación, o al menos de debilitamiento del estímulo inicial. El esforzado interés por plasmar en la realidad el ideal comunitario primitivo choca con el realismo de una serie de impedimentos que, tras los primeros escarceos, nos hacen volver al punto de partida.
«¡Oh Dios, restáuranos!», es la petición de nuestra inquieta comunidad. Él puede hacer brotar también en nosotros el ideal comunitario y misionero de los orígenes.
¿Confiamos nuestra conversión al Señor, con nuestra escucha y nuestra oración? ¿Sabemos de su deseo de “restaurarnos”?