Salmo 084

Introducción. - Aquí no tenemos ciudad permanente, sino que andamos en busca de la futura. El que está lejos de Jerusalén piensa que la dicha de los que suben allá en peregrinación para participar en las celebraciones del Templo.
Aunque no forme parte explícitamente del grupo de “salmos de peregrinación” o graduales (120-130), en el fondo, en el contenido y en el estilo, encontramos aquí la oración de un peregrino que expresa su delectación en el Señor. La alegría comienza en el momento en que se decide a partir (Cfr. Sal 122: “¡Qué alegría cuando me dijeron vamos a la casa del Señor!”). Acompaña al peregrino a través de las dificultades del viaje y llega a su cumbre cuando visita el templo y puede tomar parte en la liturgia de alabanza.
Una manera de alabar a Dios indirectamente es alabando todo lo que le pertenece, el templo, la ciudad santa, las bendiciones que emanan de ese lugar. El contexto podría ser la Fiesta de los Tabernáculos, si tenemos en cuenta la mención de la primera lluvia. En esta fiesta se pedía el don de la lluvia, se celebraba la realeza de Dios y se ofrecían oraciones por el rey davídico.
No dejemos de reavivar nuestro anhelo hacia la patria eterna, aun cuando nos alegramos de poder celebrar la eucaristía en nuestros templos
En tres estrofas el poema va cantando el deseo del peregrino (2-5), el viaje (6-8) y su estancia en el Templo con la plegaria por el rey (9-11). Todo termina con un canto de gozo por las bendiciones que provienen de esa experiencia (12-13).

2 ¡Qué deseables son tus moradas,
Señor del universo!
3Mi alma se consume y anhela
los atrios del Señor,
mi corazón y mi carne
retozan por el Dios vivo.
4 Hasta el gorrión ha encontrado una casa;
la golondrina, un nido
donde colocar sus polluelos:
tus altares, Señor del universo,
Rey mío y Dios mío.
El salmista envidia la suerte del gorrión que ha hecho su nido junto al altar. El nido expresa la idea de residencia permanente en contraste con la fugacidad de la visita del peregrino que sólo puede pasar unos días en el templo y debe regresar a vivir entre hombres malvados. “Dichosos los que viven en tu casa alabándote siempre”. Pero también, aunque menos, dichosos los peregrinos que preparan sus viajes.
Encontramos en el salmo tres bienaventuranzas, dos al principio y uno al final. Una de las bienaventuranzas se refiere a los que viven permanentemente en el templo (sacerdotes y levitas), el segundo al peregrino que se pone en camino. Y sin duda que la mejor parte es la del que reside permanentemente en el templo
¿Es el Señor nuestro objeto de refugio?

5 Dichosos los que viven en tu casa,
alabándote siempre.
6 Dichosos los que encuentran en ti su fuerza
al preparar su peregrinación:
7 cuando atraviesan áridos valles,
los convierten en oasis,
como si la lluvia temprana
los cubriera de bendiciones;
8 caminan de baluarte en baluarte
hasta ver a Dios en Sión.
Preparar una peregrinación es una expresión sugerente en la vida espiritual, para unos ejercicios, un retiro, un tiempo de silencio... Desde el momento en que se proyecta esta aventura espiritual, el alma se llena de gozo.
En mitad de un árido valle, o valle de sufrimientos, las primeras lluvias son un signo de bendición que el peregrino sediento encuentra a lo largo de su viaje. La transformación del valle seco en lugar de aguas es una señal de la presencia del Señor
El segundo Isaías también ha contemplado el regreso del exilio como un camino a través del desierto en el que brota el agua, la tierra abrasada se torna en estanque y el suelo seco en aguas vivas (Is 35,6-7).
Aquí encontramos un juego de palabras. El verso se refiere quizás a las diversas fortalezas por las que había que pasar a lo largo del viaje, o a los baluartes de la ciudad que el peregrino circundaba en el momento de llegar. Pero también se puede traducir “de altura en altura”, de fuerza en fuerza, en el sentido de que el peregrino renueva sus fuerzas, porque no se fatiga. Su deseo pone alas a sus pies (Cfr. Is 40,29-31). Cuando uno está muy ilusionado por algo parece que no siente en absoluto la fatiga.
El “ser visto delante de Dios”, es una antigua variante para evitar la expresión “ver a Dios”. El sentido original guardaba semejanzas con la peregrinación pagana en la que el peregrino al llegar al santuario veía la estatua del dios. “Ver a Dios” se convirtió en un sinónimo de visitar un santuario (Sal 42,3). La expresión pertenece al mundo de los santuarios cananeos. Más tarde los judíos la consideraron teológicamente impropia, porque en Jerusalén no había estatua de dios, y los escribas censuraron el texto simplemente cambiando las vocales en el texto masorético, y poniendo “ser visto” en lugar de “ver”.
¿Gozamos de estas bienaventuranzas (dichosos) que expresa el Salmo?

9 Señor del universo, escucha mi súplica;
atiéndeme, Dios de Jacob.
10 Fíjate, oh Dios, en nuestro Escudo,
mira el rostro de tu Ungido.
Era corriente orar por el rey en el templo. El bienestar del rey era la garantía del bienestar del país. La palabra “nuestro escudo” puede ser leída como vocativo, referida a Dios; “¡Oh Dios, nuestro escudo, mira al rey!” (3,4; 18,3; 28,7), o como acusativo referido al rey: “¡Oh Dos, mira al rey, nuestro escudo!”. (Lm 4,20). En una lectura mesiánica el cristiano de hoy invoca a Dios Padre y le pide que se fije en el rostro de Cristo y derrame su gracia sobre su cuerpo místico que es la Iglesia y la comunidad concreta que está orando.
¿Cómo es Nuestra oración? ¿Diaria? ¿Sentida?

11 Vale más un día en tus atrios
que mil en mi casa,
y prefiero el umbral de la casa de Dios
a vivir con los malvados.
El contraste entre 1 y 1000 es convencional (Dt 34,20; Jos 23,10; Sal 90,4). La idea es que el peregrino sólo se puede quedar unos días en Jerusalén en contraste con los mil días que tiene que pasar en su casa, junto a las tiendas de los malvados.
Los que marchan en la honradez reciben del Señor favores, honor y bienestar. La estancia en el templo no es sólo una vivencia de culto, sino que tiene como consecuencia una vida ética más exigente para el creyente. De nada serviría corretear por lugares santos si de hecho nuestra vida no se hace más santa. El camino hacia Jerusalén designa una vida de ascensión espiritual.
¿Hacemos de la Comunidad nuestros atrios del Señor?

12 Porque el Señor es sol y escudo,
él da la gracia y la gloria;
el Señor no niega sus bienes
a los de conducta intachable.
13 ¡Señor del universo, dichoso el hombre
que confía en ti!
Para los que confían, el Señor es sol, escudo, gracia y gloria,
Termina el poema con la tercera de las bienaventuranzas aplicada al hombre que confía en el Señor. La confianza en Dios es la fuente de la verdadera alegría. El peregrino está seguro de que su viaje transcurrirá sin percances, y esta seguridad es la causa de su alegría.
¿Ponemos siempre nuestra confianza en el Señor?