Salmo 112

Introducción. - El salmo 112 es uno de los salmos rituales usados por Israel para celebrar la renovación de la alianza. Viene a ser como la lista de las bendiciones que Dios promete a quienes han sellado su pacto con él.
Al escuchar esta lista de bendiciones, prometidas al justo que teme al Señor y ama de corazón sus mandatos, los cristianos pensamos, casi espontánea y necesariamente, en Cristo, el Justo por excelencia, el que, como cabeza del nuevo pueblo de Dios, ha sellado en su sangre la alianza nueva y eterna. Dios ha realizado en él todas las bendiciones prometidas en el salmo: Su descendencia -la Iglesia- es bendita; él brilla en las tinieblas como una luz; su recuerdo es perpetuo, como la misma celebración del domingo nos evidencia.
Pero este salmo puede evocarnos también la felicidad de quienes, por nuestra comunión en Cristo, somos también herederos de las bendiciones de la nueva alianza. Meditado en este contexto, este salmo puede ser muy significativo para concluir el domingo. El bautismo, incorporándonos a Cristo, nos ha dado parte en las bendiciones divinas prometidas al justo: también nosotros somos luz del mundo; también nuestro corazón puede estar seguro, sin temor de malas noticias, porque hemos escuchado la Buena Noticia de Jesús; también nosotros esperamos alzar la frente con dignidad y ver derrotados a nuestros enemigos, la muerte y el pecado.
Que este salmo, pues, nos lleve, por una parte, a la contemplación de las perfecciones de Cristo, el Justo por excelencia, y, por otra, a la acción de gracias por la alianza y por las bendiciones que, por Cristo, hemos obtenido.
Pedro Farnés

1[¡Aleluya!]
Dichoso quien teme al Señor
y ama de corazón sus mandatos.
2Su linaje será poderoso en la tierra,
la descendencia del justo será bendita.
3En su casa habrá riquezas y abundancia,
su caridad es constante, sin falta.
4En las tinieblas brilla como una luz
el que es justo, clemente y compasivo.
5Dichoso el que se apiada y presta,
y administra rectamente sus asuntos.
Comienza con una bienaventuranza, que recoge el último verso del salmo 111 y lo amplifica cantando sus bendiciones: en bienes materiales, posteridad pujante, opulencia, riqueza; y en bienes espirituales, justicia y luz, que es símbolo de vida, de prosperidad, de alegría, de salvación para los que viven en la oscuridad, donde reinan la muerte y todos los males.
Nótese cómo empieza el hombre de Dios; primero teme a Dios, le ama, es reverente. También se deleita en sus mandamientos, quiere hacer su voluntad. Este hombre que es bienaventurado pone a Dios primero en su vida; lo ama y le obedece. Se deleita es la misma raíz que se complace. El que ama a Dios se goza en sus obras y en su voluntad.
Con razón aplica a la justicia los mismos epítetos que a la justicia divina, que luego recogen las bienaventuranzas (Mt 5,7; Lc 6,36). Sigue una nueva bienaventuranza sobre la conducta del justo, que presta sin interés, como estaba mandado en Israel (Lev 25,35ss; Dt 15,7-11), y administra rectamente su hacienda. Tras describir al justo como el que cumple la Ley, enumera las recompensas que suelen prometerse en los escritos sapienciales.
El versículo 2 comienza una lista de los beneficios que se acumulan para un hombre tan bueno. La mayor parte del éxito se mide en términos bastante materialistas, pero los autores de los salmos no tenían la enseñanza de Cristo para guiarlos. Operaron bajo la creencia de que los buenos son recompensados con dinero y salud, mientras que los malvados sufren vergüenza y enfermedad. Sabemos que la riqueza se puede contar de otras formas además del dinero y que las bendiciones se presentan en muchas formas sin ostentación.
Su descendencia. Lo que hace una persona no sólo afecta a su propia vida, sino influye en toda su familia y toda su descendencia. La Biblia pone mucha importancia en la familia; Dios promete bendecir a los descendientes de los justos. Cada creyente debe ser un instrumento de la bendición de Dios.
La generosidad curará dos problemas que el dinero puede crear. El rico puede abusar de otros en su afán por acumular riquezas. La generosidad eliminará ese abuso. Además, el temor a perder dinero puede ser una trampa. La generosidad y el respeto a Dios coloca nuestra confianza, por justicia y seguridad, en El y no en el dinero.
¿Cómo “estamos situados” en estas primeras líneas que marca el salmo?

6El justo jamás vacilará,
su recuerdo será perpetuo.
7No temerá las malas noticias,
su corazón está firme en el Señor.
8Su corazón está seguro, sin temor,
hasta que vea derrotados a sus enemigos.
9Reparte limosna a los pobres;
su caridad es constante, sin falta,
y alzará la frente con dignidad.
Nuevas bendiciones canta ahora a la justicia (caridad), considerada en sus frutos. Recuerdo duradero, firmeza de corazón, seguridad del triunfo sobre sus enemigos. El versículo 9, en su triple encomio, compendia el salmo, elogiando su caridad y su justicia, a las que seguirá la gloria, bajo la imagen del "cuerno" o frente erguida.
La búsqueda de la verdadera felicidad. A primera vista parece rudimentaria esta "felicidad" prometida aquí. Sin embargo, el hombre moderno también aspira a una vida de familia feliz, a un cierto éxito en sus empresas, a la tranquilidad de alguien protegido de la desgracia. ¿Por qué hacer algo raro de esas realidades? El hombre del pasado, en particular el judío, consideraba estos logros como un signo de respeto a la naturaleza de las cosas. Estas formas de felicidad no están "prohibidas". Dios no nos prohíbe ser "felices", al contrario, es su deseo que lo seamos: es la primera palabra del salmo y la primera de las Bienaventuranzas. Ahora bien, la felicidad más profunda no está en los "bienes materiales": hay una felicidad que nadie puede arrebatar al justo y es su "justicia" misma... Es decir, la felicidad de "compartir" de cumplir su deber, de " hacer correctamente" sus negocios, a riesgo de pobreza, en un mundo sin conciencia.
Ser un justo. Hay que comprender bien este concepto a riesgo de que degenere en cierto orgullo farisaico. El justo es un hombre "de acuerdo" con Dios, que "corresponde" perfectamente al proyecto del creador... Así como se dice "justo", de un zapato que se acomoda perfectamente al pie, ni demasiado grande ni demasiado pequeño... O del cálculo que es "justo", cuando corresponde a la verdad. Igualmente, el hombre, es justo cuando se asemeja a la idea que Dios tiene de él, cuando se modela según Dios. Señor, Tú que eres el Amor, haz que nos asemejemos a Ti. Señor, Tú que eres luz, da a nuestras vidas el brillo de un día de verano. Señor, Tú que eres Santo, haz que busquemos la perfección en toda cosa.
Los dos mandamientos. El Antiguo Testamento, tuvo el gran mérito de unir estrechamente los deberes del hombre "hacia Dios" y los deberes del hombre "hacia el hombre". Jesús también resumió en el "amor" toda la conducta moral humana: "lo que hacéis al más pequeño de los míos, lo hacéis conmigo" (Mt 25). En este salmo, que habla esencialmente de la Alianza con Dios, vemos ya resaltados los deberes sociales: "El justo jamás vacilará, reparte... a manos llenas, da al pobre...". Sí. Dios es el fiador de la dignidad humana y el promotor de la igualdad entre los hombres.
La manera de responder a las malas noticias indica el carácter y la estabilidad de una persona. La respuesta a los temores está que puede confiar porque todas las obras de Dios son verdad y fieles
El hombre de Dios está afianzado. El salmista tenía en mente la firmeza del justo en la batalla contra los enemigos de Dios, pues, como dice Pablo, todos los que quieren vivir para Dios, sufrirán persecución. En esta batalla espiritual el hombre de Dios está firme, confiado y afianzado hasta que vea la victoria.
Todos queremos vivir sin temor. Nuestros héroes son personas valientes que corren toda clase de riesgos y los superan. El salmista nos enseña que el temor de Dios nos puede llevar a una vida sin temor. Temer a Dios significa respetarlo y reverenciarlo como el Dios todopoderoso. Cuando confiemos plenamente en que Dios nos cuida, descubriremos que nuestros demás temores, aun el de la misma muerte, se desplomarán.
La búsqueda de la perfección no ha de ser por necesidad complicada. La santidad está al alcance, y la justicia se encuentra en casa. Amor a los mandatos del Señor y compasión para ayudar al pobre. El sentido común vale aun para la vida espiritual, y la sencillez del buen sentir encuentra atajos donde la razón sofisticada se pierde entre discursos. Basta con ser un hombre bueno. Un hombre justo. El corazón sabe el camino, y la sabiduría elemental del espíritu se apresta a seguirlo con naturalidad. Ahí está el secreto. Comparando los Salmos vemos que Dios dio todo para redimirnos, entonces nosotros hemos de compartir con los necesitados. Así, lo que hace permanece. Muchos malgastan la vida tratando de lograr algo perdurable, pero lo duradero es invertir en las vidas de otras personas.
¿Y en estas segundas?

10El malvado, al verlo, se irritará,
rechinará los dientes hasta consumirse.
La ambición del malvado fracasará.
Las virtudes del justo resaltan más sobre las sombras del impío; su indignación le hará rechinar los dientes y consumirse de rabia, malogrando sus deseos frente al éxito del justo.
Los enemigos que se mencionaron en el versículo 8 son todo el tema del versículo 10. Debido a su envidia de la bendición de Dios sobre los justos, se afligen, se maldicen a sí mismos y se desesperan. Los términos que eligió el salmista, especialmente «rechinar los dientes», fueron probablemente formas comunes de expresar esta entrega casi neurótica de la esperanza. Para no terminar en ese miserable estado psicológico, necesitamos reverenciar al Señor y encontrar gozo en Su Palabra.
El salmista enseña con contrastes. El que se deleita en Dios recibe “las peticiones de su corazón”, pero para el impío que busca su propio placer, su deseo... perecerá.
¿Respetamos al “malvado”, tratando de atraerlo al campo trazado por el salmo?