Salmo 096

Introducción. - Cantaban un cántico nuevo delante del trono, en presencia del Cordero. (cf. Ap 14,3). Una vez más la alabanza a Dios va acompañada del recuerdo de la falsedad de los ídolos: emponzoñan nuestro mundo que ya no sabe hablar de Dios

1 Cantad al Señor un cántico nuevo,
cantad al Señor, toda la tierra;
2 cantad al Señor, bendecid su nombre,
proclamad día tras día su victoria.

3 Contad a los pueblos su gloria,
sus maravillas a todas las naciones;
4 porque es grande el Señor,
y muy digno de alabanza,
más temible que todos los dioses.

5 Pues los dioses de los gentiles son apariencia,
mientras que el Señor ha hecho el cielo;
6 honor y majestad lo preceden,
fuerza y esplendor están en su templo.

7 Familias de los pueblos, aclamad al Señor,
aclamad la gloria y el poder del Señor,
8 aclamad la gloria del nombre del Señor,
entrad en sus atrios trayéndole ofrendas.

9 Postraos ante el Señor en el atrio sagrado,
tiemble en su presencia la tierra toda;
10 decid a los pueblos: «El Señor es rey,
él afianzó el orbe, y no se moverá
él gobierna a los pueblos rectamente.»

11 Alégrese el cielo, goce la tierra,
retumbe el mar y cuanto lo llena;
12 vitoreen los campos y cuanto hay en ellos,
aclamen los árboles del bosque,

13 delante del Señor, que ya llega,
ya llega a regir la tierra:
14 regirá el orbe con justicia
y los pueblos con fidelidad.

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Introducción general
“Decid a los pueblos: “El Señor es rey””. Esta exhortación del salmo 96 (v. 10), que se acaba de proclamar, en cierto sentido ofrece la tonalidad en que se modula todo el himno. Sabemos que en estos cánticos el centro está constituido por la figura grandiosa de Dios, que gobierna todo el universo y dirige la historia de la humanidad.
También el salmo 96 exalta tanto al Creador de los seres como al Salvador de los pueblos: Dios “afianzó el orbe, y no se moverá; él gobierna a los pueblos rectamente” (v. 10). El verbo “gobernar” expresa la certeza de que no nos hallamos abandonados a las oscuras fuerzas del caos o de la casualidad, sino que desde siempre estamos en las manos de un Soberano justo y misericordioso.
El salmo 96 comienza con una invitación jubilosa a alabar a Dios, una invitación que abre inmediatamente una perspectiva universal: “cantad al Señor, toda la tierra” (v. 1). Se invita a los fieles a “contar la gloria” de Dios “a los pueblos” y, luego, “a todas las naciones” para proclamar “sus maravillas” (v. 3). Es más, el salmista interpela directamente a las “familias de los pueblos” (v. 7) para invitarlas a glorificar al Señor. Por último, pide a los fieles que digan “a los pueblos: el Señor es rey” (v. 10), y precisa que el Señor “gobierna a las naciones” (v. 10), “a los pueblos” (v. 13). Es muy significativa esta apertura universal de parte de un pequeño pueblo aplastado entre grandes imperios. Este pueblo sabe que su Señor es el Dios del universo y que “los dioses de los gentiles son apariencia” (v. 5).
El Salmo se halla sustancialmente constituido por dos cuadros. La primera parte (cf. vv. 1-9) comprende una solemne epifanía del Señor “en su santuario” (v. 6), es decir, en el templo de Sión. La preceden y la siguen cantos y ritos sacrificiales de la asamblea de los fieles. Fluye intensamente la alabanza ante la majestad divina: “Cantad al Señor un cántico nuevo, (...) cantad (...), cantad (...), bendecid (...), proclamad su victoria (...), contad su gloria, sus maravillas (...), aclamad la gloria y el poder del Señor, aclamad la gloria del nombre del Señor, entrad en sus atrios trayéndole ofrendas, postraos (...)” (vv. 1-3, 7-9).
Así pues, el gesto fundamental ante el Señor rey, que manifiesta su gloria en la historia de la salvación, es el canto de adoración, alabanza y bendición. Estas actitudes deberían estar presentes también en nuestra liturgia diaria y en nuestra oración personal.
En el centro de este canto coral encontramos una declaración contra los ídolos. Así, la plegaria se manifiesta como un camino para conseguir la pureza de la fe, según la conocida máxima: lex orandi, lex credendi, o sea, la norma de la oración verdadera es también norma de fe, es lección sobre la verdad divina. En efecto, esta se puede descubrir precisamente a través de la íntima comunión con Dios realizada en la oración.
El salmista proclama: “Es grande el Señor, y muy digno de alabanza, más temible que todos los dioses. Pues los dioses de los gentiles son apariencia, mientras que el Señor ha hecho el cielo” (vv. 4-5). A través de la liturgia y la oración la fe se purifica de toda degeneración, se abandonan los ídolos a los que se sacrifica fácilmente algo de nosotros durante la vida diaria, se pasa del miedo ante la justicia trascedente de Dios a la experiencia viva de su amor.
Pero pasemos al segundo cuadro, el que se abre con la proclamación de la realeza del Señor (cf. vv. 10-13). Quien canta aquí es el universo, incluso en sus elementos más misteriosos y oscuros, como el mar, según la antigua concepción bíblica: “Alégrese el cielo, goce la tierra, retumbe el mar y cuanto lo llena; vitoreen los campos y cuanto hay en ellos, aclamen los árboles del bosque, delante del Señor, que ya llega, ya llega a regir la tierra” (vv. 11-13).
Como dirá san Pablo, también la naturaleza, juntamente con el hombre, “espera vivamente (...) ser liberada de la servidumbre de la corrupción para participar en la gloriosa libertad de los hijos de Dios” (Rm 8, 19. 21).

1 Cantad al Señor un cántico nuevo,
cantad al Señor, toda la tierra;
2 cantad al Señor, bendecid su nombre,
proclamad día tras día su salvación.
3 Contad a los pueblos su gloria,
sus maravillas a todas las naciones;
Invitación con triple invocación del nombre "Señor". La victoria del Señor es una acción salvadora de Dios en la historia: el salmo no precisa cual. Israel tiene por oficio alabar a Dios, y con esta alabanza darlo a conocer a todos los pueblos. Su elección es misionera, su alabanza es testimonio.
Dios ama recibir el regocijo y la adoración de su pueblo expresado a través del cántico, especialmente el cántico nuevo. El cántico nuevo puede venir de un santo antiguo conforme van ganando más conocimiento de la gracia y del amor de Dios.
Una nueva canción, siempre nueva; mantén fresca tu adoración. No caigas en la aburrida rutina. Los aburridos clérigos en las viejas y gastadas iglesias siempre solían decir, ‘Cantemos para la alabanza y gloria de Dios este y aquel salmo,’ hasta que pensé que las viejas y pobres versiones de Tate y Brady estaban ya bastante desgastadas. Tenemos muchas misericordias nuevas que celebrar, y por lo tanto debemos de tener una nueva canción.
Toda la tierra le debe alabanzas al Señor. Él no es una deidad local solo de Israel. Bajo la inspiración del Espíritu Santo, el salmista vio un día cuando toda la tierra cantará alabanzas al Señor, su cumplimiento se describe en Apocalipsis 5, 9.
De día a día: significa que nunca debemos de dejar de proclamar entre las naciones su gloria. “Todo hombre debería de proclamar a Dios todos los días — en cada mañana que regresa, y en cada tarde — por la seguridad de que hay salvación que le ha sido proveída, y de que él puede ser salvo para siempre.
Si El Señor Jesús se ha convertido en el rey de tu corazón, y te ha traído bendiciones, no dudes en proclamar tu alianza. En privado, cántale una nueva canción; en público, demuestra su salvación, y declara su gloria.

4 porque es grande el Señor,
y muy digno de alabanza,
más temible que todos los dioses.
5 Pues los dioses de los gentiles son apariencia,
mientras que el Señor ha hecho el cielo;
6 honor y majestad lo preceden,
fuerza y esplendor están en su templo.
El salmista no le da a Dios una alabanza vacía o sin pensar. Él primero habla simplemente de la grandeza de Dios, y nota que su grandeza lo hace digno de suprema alabanza.
Solo Yahvé es Dios y todas las demás deidades son ‘falsas.’ No pueden ser dioses, porque solamente Yahvé hizo los cielos. Los paganos pueden decir que sus dioses tienen dominio sobre los reinos celestiales, pero esto es superado por la virtuosa aseveración de Yahvé de que solo Él creo ‘los cielos.
En Él se combina todo lo que es poderoso y amoroso, todo lo que es poderoso y resplandeciente. Hemos visto fuerza áspera desprovista de belleza, también hemos visto elegancia sin fuerza; la unión de los dos debe de ser grandemente admirada
La gloria de Dios no consiste de espectáculos externos o de costosas túnicas; tales cosas son los trucos de los estados con los cuales los ignorantes son impresionados; la santidad, justicia, sabiduría, gracia, estos son el esplender de la corte de Jehová, estás son las joyas y el oro, las insignias, y la pomposidad de las cortes celestiales.

7 Familias de los pueblos, aclamad al Señor,
aclamad la gloria y el poder del Señor,
8 aclamad la gloria del nombre del Señor,
entrad en sus atrios trayéndole ofrendas.
9 Postraos ante el Señor en el atrio sagrado,
tiemble en su presencia la tierra toda;
Dios es digno de la adoración de toda la tierra, de todas familias de los pueblos. La motivación dad significa el reconocer y declarar la gloria y poder que le pertenecen a Dios en todo su ser.
Ni los hombres ni los ángeles pueden atribuirle nada a Jehová, sino que deben de reconocer su gloria y su poder, y escribirlo en sus canciones y en sus corazones.
El significado de la palabra hebrea para adorar es el de postrarse. El adorar a Dios por sus atributos, que es lo que la palabra en español significa. Pero aquí debemos de notar que aunque el significado de la palabra en español difiere del hebreo, el entendimiento hebreo de adorar de cualquier manera también involucra el dar alabanza a Dios por sus atributos. Eso es lo que se está diciendo aquí. Aquí se le está diciendo a las naciones del mundo que den gloria a Dios.
Dios le prometió a Abraham, y en ti serán bendecidas todas las familias de la tierra (Gn 12,3), y esta promesa será cumplida en el más grande descendiente de Abraham, Jesús el Mesías. La misma palabra encontrada para familia en Génesis 12:3 es usada en el Salmo 96:7: Tributad a Jehová, oh familias de los pueblos,
Venimos a la presencia de Dios para recibir, pero también para Dad. Le damos nuestro tiempo, nuestra atención, nuestra adoración, nuestro rendimiento, nuestro servicio, nuestros recursos, y mucho más.
Todas las familias de la tierra están llamadas a venir y adorar al Señor. Es un llamado diciendo: "Gracias a Dios que eres quien eres."
Dé al Señor la gloria y la fuerza que se le debe. Tributad al SEÑOR, Oh familias de los pueblos, Tributad al SEÑOR la gloria y el poder. Tributad al SEÑOR la gloria debida a Su nombre.... Hay sólo una persona quien es digna de nuestra alabanza. Él es el SEÑOR. ¿Quién es su más valorada persona? Por favor déjeme animarle en permitir a Jesucristo hacerse su persona más valorada. Déle la gloria que está prevista a Su nombre santo.
Le debemos nuestras vidas. "Por lo tanto, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios que presentéis vuestros cuerpos como sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro verdadero culto" (Romanos 12:1).
Tenemos una deuda y la debemos. Una responsabilidad va con la gracia. Usted no puede ganar su salvación, pero debido a lo que Dios ha hecho por Usted, Usted quiere glorificarlo por la forma en que vive. El Apóstol Pablo nos recuerda de la deuda que nosotros le debemos en Romanos 1:14-17.
"A griegos y a no griegos, a sabios y a no sabios soy deudor. Así que, en cuanto a mí, pronto estoy a anunciaros el evangelio también a vosotros que estáis en Roma. No me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación de todo aquel que cree, del judío primeramente y también del griego, pues en el evangelio, la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá
Cuando Cristo terminó su obra en la tierra, y fue recibido en su gloria en el cielo, la iglesia comenzó a cantar una nueva canción a él, y para bendecir su nombre. Sus apóstoles y evangelistas mostraron su salvación entre las naciones, sus maravillas entre todos los pueblos. Toda la tierra está aquí llamada a adorar al Señor.
Jesús, siendo el Hijo de Dios, evitó deliberadamente todo destello divino durante el tiempo de su Encarnación. Las "teofanías", de las cuales estaban ávidos los judíos en los tiempos de Jesús (formados en ello por los salmos de ese género), Jesús las rechazó sistemáticamente: "ellos pedían a Jesús un signo bajado del cielo... De hecho, no será dado a esta generación otro signo que el signo de Jonás. Los dejó allí y se marchó". (Mateo 16,1- 4). En comparación con el Antiguo Testamento, el Evangelio es discreto. Sin embargo, en la Transfiguración, citan los evangelios un signo teofánico: "vino una nube luminosa y los cubrió con su sombra". (Mateo, Marcos y Lucas). Igualmente, al anunciar su gloria durante el juicio ante el Sanedrín, Jesús recurre a este lenguaje bíblico: "Veréis venir al Hijo del Hombre sobre las nubes del cielo". (Mateo 26,64: Apocalipsis 1,7).

10 decid a los pueblos: «El Señor es rey,
él afianzó el orbe, y no se moverá
él gobierna a los pueblos rectamente.»
11 Alégrese el cielo, goce la tierra,
retumbe el mar y cuanto lo llena;
12 vitoreen los campos y cuanto hay en ellos,
aclamen los árboles del bosque,
13 delante del Señor, que ya llega,
ya llega a regir la tierra:
14 regirá el orbe con justicia
y los pueblos con fidelidad.
El pensamiento introducido en las líneas anteriores es usado como una razón para que toda la tierra esté alegre. El hecho de que Dios es un juez justo quien juzgará todas las cosas será bueno para la creación – bueno para los cielos, la tierra, el mar, el campo, y todos los árboles.
Llevado por esta visión de los grandes eventos, y viendo en el espíritu el advenimiento de este gran rey Mesías; el salmista explota en líneas de júbilo y victoria, llamando a toda la creación a regocijarse, y a celebrar las glorias de la redención.
Pablo tenía este concepto en mente en Rm 8,21: porque la creación misma también será liberada de las ataduras de la corrupción a la gloriosa libertad de los hijos de Dios.
El pensamiento de que la materia inanimada compartirá el gozo de una humanidad renovada inspira muchas declaraciones proféticas, de forma eminente las de Isaías (cf. Is 35,1-10). El pensamiento, que se comparte en las consecuencias del pecado del hombre, está profundamente estampado en la narrativa del Génesis.
La mar es siempre buena compañera; a veces un poco malhumorada, casi siempre alegre, siempre poderosa, reflejo del Señor; como a Él hay que respetarla y amarla; sabe recoger preocupaciones y angustias, aunque en ocasiones, muy escasas, las cree, con esos temporales que llegan a intimidar. La intimidad es fácil, aunque estés rodeado de gente. ¿Somos capaces de tener unos minutos al día de intimidad con el Señor?
En la tierra podemos gozar de familia, amistades, espectáculos, otras vivencias más asequibles que en la mar; pero también las preocupaciones y angustias te tocan más cerca, tu carne está más a mano. El hermano humilde te espera, aunque no seas consciente de ello; no puedes enterrar tu talento para que no se gaste. ¿Empleamos nuestro talento en la Bolsa de la vida de nuestro prójimo necesitado?... ¿con largueza o con cortedad...? “hay que compartir hasta que duela”, decía Teresa de Calcuta.
El salmo termina con la gozosa confianza de que Dios va a juzgar y colocar las cosas en orden. La bondad de esto es evidente para aquellos que aman a Dios, que aman sus caminos, y se sienten heridos por las injusticias del presente.
Porque vino a juzgar la tierra para gobernarla a discreción; no para aplicarle impuestos, y controlarla a la fuerza, como los reyes constantemente hacían, sino para presidir como los magistrados lo hacen, cuyo trabajo es administrar la justicia entre hombres.
Y es que los antiguos vivieron en un mundo donde los jueces necesitaban ser sobornados y un juicio justo era extremadamente difícil de obtener, especialmente para los débiles, los pobres, o las personas con desventajas. En tal estado, con el Señor, las personas con desventajas no temerán, sino que lo anhelan, porque significa que un día el mal será castigado y todos aquellos que hicieron lo bueno serán recompensados.
Y así, el mundo de los hombres también puede alegrarse, porque el reino de Jesús significa equidad para los oprimidos, una justicia igual para los pobres y paz entre las naciones.
Tenemos que esperar y rezar para que el tiempo, cuando Cristo para justicia reinará sobre todas las naciones. Decidirá en los corazones de los hombres, por el poder de la verdad, y el Espíritu de la justicia. Su venida se basa casi; este Rey, este juez está delante de la puerta, pero aún no ha llegado. El Señor aceptará las alabanzas de todos los que tratan de promover el reino de Cristo. Cómo los árboles de los bosques pueden demostrar que se regocijan no lo sabemos; pero el que busca el corazón sabe cuál es la intención del Espíritu, y entiende las palabras, la lengua rota del más débil. Cristo vendrá a juzgar la tierra, para ejecutar sólo venga de sus enemigos, y para cumplir con sus promesas más grandes a su pueblo. Entonces, ¿qué somos? ¿Sería ese día serán bienvenidos a nosotros? Si esto no sea nuestro caso, ahora vamos a comenzar a prepararse para comparecer ante Dios nuestro, buscando el perdón de nuestros pecados, y la renovación de nuestras almas a la santidad.
El gran mandamiento: ¡Alegraos! Esencia y resumen de todos los demás mandamientos. Ama y adora, sé justo y amable, ayuda a los demás y haz el bien. En una palabra, alégrate, y haz que los demás se alegren. Logra en tu vida y muestra en tu rostro la felicidad que viene de servir al Señor. Alégrate con toda tu alma en su servicio. Sé sincero en tu sonrisa y genuino en tu reír. Trae la alegría a tu vida, y que ello sea señal y prueba de que estás a gusto con Dios y cn su creación, con los hombres y la sociedad: en eso consisten la ley y los profetas. Alégrate de corazón. El Señor está contigo.
Y que nuestra alegría sea el testimonio de nuestra fe y de la esperanza cierta en la resurrección. Ves, de nuevo la alegría. Es que el Señor se empeña en que seamos felices.
Y pidamos al Señor, que extienda su ejercicio de la justicia a todos aquellos que gobiernan la Tierra, para que la alegría de vivir alcance a los más humildes, para que el afán de “acaparar” (¿en Suiza?), se convierta en afán de compartir. Pero no echemos balones fuera; debemos ser los primeros en compartir... sí, sí, eso de “hasta que duela”.