Salmo 101


Introducción. – Al reiniciar su trabajo cotidiano, el creyente se propone vivir en la verdad, luchar por la justicia, esperando la venida del Señor.

El Salmo muestra la determinación de un rey de tener un reinado justo y sujeto a la voluntad de Dios. Se cree que era un conjunto de ideales o votos pronunciados por el rey en el acto de su coronación. Bien puede ser del tiempo de David, o de algún otro tiempo en la monarquía. El Salmo presenta un desafío a cualquier gobernante civil hoy, y también es aplicable a cualquier líder, sea civil o de la iglesia.
Este salmo ha sido saludado como el «espejo del príncipe y de los magistrados». Sería un discurso programático pronunciado al comienzo del reinado. La conducta del rey se fundamenta en «el amor y la justicia» de Dios, el único Rey de Israel. Son los dos términos que caracterizan la alianza con su pueblo. Cuando éste haya respondido con justicia y bondad, la pregunta que se hace el salmista habrá obtenido una respuesta: Dios habrá venido, su alianza se habrá consumado. Mientras tanto, el rey, personificación del pueblo y representante del Rey, declara su intención de comportarse conforme a la justicia revelada en forma de ley. A continuación se enuncian diez preceptos que seguirá el rey en su praxis política. El salmo se compone en la época monárquica, sin que sepamos precisar más. A lo largo de ella, y una vez desaparecida, queda abierto al rey ideal.

1 Quiero cantar el amor y la justicia,
para ti, Yahveh, salmodiaré;
2 cursaré el camino de la perfección:
¿cuándo vendrás a mí?
La bondad y justicia de Dios son el fundamento y el modelo de toda bondad y justicia humana. Cantando la justicia de Dios, el hombre que gobierna a otros queda comprometido a esa justicia, revelada por Dios en forma de ley.
Esa ley revelada se llama también «camino», y es perfecto, porque Dios lo ha trazado. La pregunta parece una súplica; su sentido es dudoso.
¡Qué grandioso es cuando un líder o gobernante primero vuelve su corazón a Dios para alabarle! Amor y justicia, o misericordia y juicio son características especiales de Dios; el rey quiere seguir este mismo modelo en el ejercicio de su autoridad; sujeta su propia persona y su administración a las demandas de Dios. El rey tiene que dar atención a los detalles de la integridad
De la misericordia y la justicia. Estas dos cualidades no solo definen a Dios, sino que representan los valores que Dios quiere que el mundo utilice como guía. Muchos años después, el profeta Miqueas escribiría: ¡Oh hombre, el te ha declarado lo que es bueno! ¿Qué requiere de ti el Señor? Solamente hacer justicia, amar misericordia y caminar humildemente con tu Dios.
La primera virtud, misericordia, combina la idea de una bondad extraordinaria y desinteresada junto con el amor, la amistad y la lealtad.
La otra palabra, justicia o derecho se refiere a una administración ordenada y equitativa del gobierno, describe la cualidad del gobierno civil que permite que todos vivan de manera pacífica y productiva.
Cuando a muchos se les habla acerca de Dios como Padre, amigo, ayudador, el que nos ama a pesar de nuestras debilidades, pecado, y toda nuestra necedad, se les ilumina el rostro, pero si se les habla de Dios como juez, fruncen el ceño y sacuden la cabeza, se resisten a aceptar semejante idea, la encuentran repelente e indigna. Dios es juez justo y ama la justicia con absoluta perfección.
Yo creo que ese cantico es la esencia del evangelismo, hablar de la misericordia que Dios tiene hacia aquellos que ponen su fe en Cristo. La justicia que debe practicar el gobernante es réplica de la justicia divina: fidelidad a las cláusulas de la alianza. Guardar las palabras de la ley, poner en práctica los preceptos, tal es el programa del rey. Se le pide el homenaje de la obediencia. Ninguno como Jesús afirma su dimensión obediencial: «Aquí estoy para cumplir tu voluntad, Dios mío» (Hbr 10-5). La oblación de su cuerpo confirma de una vez por todas la autenticidad de su obediencia. La aprendió en el duro taller del sufrimiento, por ello es el Jefe de los pastores. Los llamados a ser pastores deben responder antes a la pregunta, formulada en presencia de todos: «¿Me amas más que éstos?» (Jn 21). Quien así ama «ha hecho suyos mis mandamientos y los cumple» (Jn 14,21); es decir, ama u obedece hasta la muerte. Ahora puede servir a los demás, como el Pastor que da la vida por sus ovejas; puede apacentar a los pequeños y a los mayores, a los corderos y a las ovejas.

Procederé con corazón perfecto, dentro de mi casa;
3 no pondré delante de mis ojos cosa villana.
Detesto la conducta de los extraviados, no se me pegará;
4 el corazón perverso está lejos de mí,
no conozco al malvado.
Él mismo tiene que andar en integridad, en su propia casa, en sus pensamientos y en sus juicios morales. Para esto reconoce que necesita la presencia de Dios en su vida. ¿Cuándo vendrás a mí? Mejor entenderlo como una petición de la presencia y poder de Dios en su vida. Los vv. 3 y 4 indican que la integridad de vida implica el rechazo de ciertas cosas, de todo lo que no agrade a Dios. No mirará cosa indigna; uno debe decidir evitar las tentaciones que comprometerán su integridad. El líder también tiene que rechazar aun la ayuda de los que tienen corazón perverso.
El salmista introduce un compromiso negativo. Se trata de la lucha contra toda forma de maldad e injusticia, para mantener lejos de su casa y de sus opciones cualquier perversión del orden moral

5 Al que infama a su prójimo en secreto,
a ése le aniquilo; ojo altanero y corazón hinchado no los soporto.
6 Mis ojos, en los fieles de la tierra,
por que vivan conmigo;
el que anda por el camino de la perfección será mi servidor.
7 No mora dentro de mi casa el agente de engaño;
el que dice mentiras no persiste delante de mis ojos.
8 Cada mañana he de aniquilar a todos los impíos del país,
para extirpar de la ciudad de Yahveh a todos los agentes de mal.
Como gobernante, excluirá de su confianza a los calumniadores, orgullosos y fraudulentos, procurando rodearse sólo de los hombres probos o que son leales. Sólo los rectos tendrán acceso a él en el gobierno en calidad de ministros, ése me servirá. Con energía procurará cada día hacer desaparecer de la sociedad a los malvados, que inficionan el ambiente con sus perversidades. En la ciudad del Señor -Jerusalén- no pueden habitar los inicuos, pues es la capital de la teocracia, donde mora el propio Dios de Israel
Se explica la necesidad de escoger bien a los ayudantes y rechazar a los que pueden traer corrupción e injusticia al reino. Aun cuando parece apoyar su proyecto el líder no debe bajar la guardia contra el chismorreo y la difamación. A menudo un colaborador difama a otro para conseguir su puesto. El buen líder tiene que rechazar este tipo de ayudante; asimismo no le conviene el que es arrogante u orgulloso. Presenta, por una parte, el lado positivo; el buen líder tiene que rechazar cierto tipo de colaboradores, pero también debe usar sus principios de integridad para escoger a los que van a ayudarle. El líder también es responsable por la integridad de los que escoge como colaboradores, y habla de cuidarse de ciertos peligros. Debe cuidar las influencias que entran en su familia y no debe estar en liga con los que hacen fraude. En nuestro contexto contemporáneo son dos desafíos grandes. Alude a la costumbre oriental de convocar la corte por las mañanas (Jr 21, 12). Habla de administrar justicia rápidamente al pueblo, estar disponible para resolver los problemas de la gente. El Salmo presenta un modelo del buen liderazgo. El Salmo sigue siendo un ideal y un modelo que se debe tomar en serio en nuestro tiempo porque es el tipo de líder que Dios quiere. Cumpliendo los deberes. Lo que hará el salmista: 1. Cantará la misericordia y el derecho, 2. Andará en camino de integridad, 3. Aborrecerá la obra del corazón perverso. Lo que no hará el salmista: 1. Poner los ojos en cosa indigna, 2. Habitar en casa del que habla mentira, 3. Soportar a los que hacen iniquidad.
En este caso se enumeran los puntos esenciales de una vida que quiere rechazar el mal con rigor y firmeza.
Ante todo, la lucha contra la calumnia y la difamación secreta, un compromiso fundamental en una sociedad de tradición oral, que atribuía gran importancia a la función de la palabra en las relaciones interpersonales. El rey, que ejerce también la función de juez, anuncia que en esta lucha empleará la más rigurosa severidad: hará que perezca el calumniador. Asimismo, se rechaza toda arrogancia y soberbia; se evita la compañía y el consejo de quienes actúan siempre con engaño y mentiras. Por último, el rey declara el modo como quiere elegir a sus «servidores», es decir, a sus ministros. Los escoge entre «los que son leales». Quiere rodearse de gente íntegra y evitar el contacto con «quien comete fraudes».
Las relaciones con los súbditos ocupan mayor espacio y atención. Su programa, basado en la integridad y rectitud, detalla primero negativamente a los que ha de eliminar de su gobierno: los de corazón tortuoso, los perversos, los calumniadores, los altivos y orgullosos. Después, positivamente, indica aquellos de quienes se ha de rodear: los hombres probos o fieles del país y los rectos u observadores de la Ley. Lo primero que ha de hacer cada mañana es llamar a justicia a los malvados, para limpiar de ellos a la ciudad del Señor o casa de Israel, «reino de sacerdotes» y «nación santa» según el pacto del Sinaí
El último versículo del salmo es particularmente enérgico. Puede resultar chocante al lector cristiano, porque anuncia un exterminio: «Cada mañana haré callar a los hombres malvados, para excluir de la ciudad del Señor a todos los malhechores» (v. 8). Sin embargo, es importante recordar que quien habla así no es una persona cualquiera, sino el rey, responsable supremo de la justicia en el país. Con esta frase expresa de modo hiperbólico su implacable compromiso de lucha contra la criminalidad, un compromiso necesario, que comparte con todos los que tienen responsabilidades en la gestión de la administración pública.
Evidentemente, esta tarea de justiciero no compete a cada ciudadano. Por eso, si los fieles quieren aplicarse a sí mismos la frase del salmo, lo deben hacer en sentido analógico, es decir, decidiendo extirpar cada mañana de su propio corazón y de su propia conducta la hierba mala de la corrupción y de la violencia, de la perversión y de la maldad, así como cualquier forma de egoísmo e injusticia.

Dice el Papa Benedicto XVI: “Concluyamos nuestra meditación volviendo al versículo inicial del salmo: «Voy a cantar el amor y la justicia...» (v. 1). Un antiguo escritor cristiano, Eusebio de Cesarea, en sus Comentarios a los Salmos, subraya la primacía del amor sobre la justicia, aunque esta sea también necesaria: «Voy a cantar tu misericordia y tu juicio, mostrando cómo actúas habitualmente: no juzgas primero y luego tienes misericordia, sino que primero tienes misericordia y luego juzgas, y con clemencia y misericordia emites sentencia. Por eso, yo mismo, ejerciendo misericordia y juicio con respecto a mi prójimo, me atrevo a cantar y entonar salmos en tu honor. Así pues, consciente de que es preciso actuar así, conservo inmaculadas e inocentes mis sendas, convencido de que de este modo te agradarán mis cantos y salmos por mis obras buenas»