Salmo 109
Introducción. - El inocente, injustamente acusado, apela a la justicia de Dios. Cita las palabras de sus injustos acusadores, y pide que se vuelvan contra ellos. Termina con el acto de confianza.
El Salmo contiene algunas de las imprecaciones más fuertes del Salterio (vv. 6-10; otros salmos que contienen imprecaciones son 28, 54, 55, 56, 58, 69, 79, 83, 137 y 139).
Dado el carácter fuertemente imprecatorio de este salmo, no se utiliza en la liturgia
1 Dios de mi alabanza, no estés callado,
2 que una boca perversa y traicionera se abre contra mí;
me hablan con lengua mentirosa,
3 me rodean con palabras de odio, me combaten sin motivo;
4 en pago de mi amor me acusan, mientras yo rezo;
5 me devuelven mal por bien, odio por amor.
La invocación inicial «Dios de mi alabanza» da un tono positivo, de confianza, a lo que sigue.
A continuación, se expone genéricamente la causa de las imprecaciones: la extrema injusticia y gravedad se resume en la frase «me devuelven mal por bien».
El salmista no es de sí mismo que habla, sino en nombre de todos los que son calumniados y pisoteados, de los cuales se siente representante y portavoz. Pide justicia, y como su alma es herida por crueles injusticias, pide con solemne calma y decisión, dándose buena cuenta de lo que pide. El sentir compasión de la malicia sería añadir malicia a la humanidad; el eximir a los astutos victimarios de sangre humana sería crueldad hacia los oprimidos.
El sufrimiento causado a un buen hombre por los informes calumniosos no puede imaginárselo ninguno que no haya sido herido por ellos; en todo el armamento de Satanás no hay peor arma que las lenguas engañosas. El que la reputación de uno que la ha cuidado con esmero diariamente sea salpicada por las aspersiones más viles no se puede describir; pero cuando los hombres malvados y mentirosos abren su boca, apenas podemos esperar pasarlo mejor que otros.
Me odian porque yo los amaba. Uno de nuestros poetas dijo del Señor Jesús: «Culpable de un exceso de amor.» Sin duda, ésta fue su única falta. Pero yo oraba. No hacía otra cosa que orar. Él se volvió oración, y ellos malicia. Esta fe su respuesta a sus enemigos; apeló contra los hombres y su injusticia al Juez de toda la tierra, que ha de ser justo. El verdadero valor sólo puede enseñar a un hombre a dejar sin respuesta a los que calumnian y llevar el caso ante el Señor.
6 Nombra contra él un malvado,
un acusador que esté a su derecha;
7 salga condenado del juicio,
que su defensa no atine;
8 que sus días sean breves,
y que su empleo lo ocupe otro;
9 que sus hijos queden huérfanos,
y su mujer viuda;
10 que sus hijos mendiguen, vagabundos,
y pidan limosna, echados de sus ruinas;
11 que el usurero se apodere de sus bienes,
que extraños arrebaten sus sudores;
12 que nadie le muestre clemencia
y ninguno se compadezca de sus huérfanos,
13 que su posteridad sea exterminada,
y en una generación se acabe su apellido;
14 que el Señor recuerde las culpas de su padre,
y no borre los pecados de su madre;
15 que el Señor los tenga siempre presentes,
y arranque de la tierra su memoria.
16 Porque no se acordó de obrar con clemencia,
porque persiguió al pobre y desvalido, y al atribulado, para darle muerte,
17 porque amó la maldición: recaiga sobre él;
no buscó la bendición: quede lejos de él;
18 se vestía como un traje la maldición:
que le empape como agua las entrañas,
como aceite los tuétanos;
19 sea un vestido que lo envuelva,
un cinturón que lo ciña siempre».
20 Así pague el Señor a los que me acusan,
a los que me calumnian.
Cómo hemos de entender las imprecaciones Los pasajes imprecatorios de los Salmos plantean interrogantes al cristiano, pues parecen muy vengativos y contrarios a la enseñanza del NT.
El salmista desea que Dios juzgue a sus enemigos con la muerte (55:15), la pérdida de su trabajo y de sus bienes (109:8, 11), el quebrantamiento de sus dientes (58:6), la matanza de sus niños (137:9; 109:13). Por cierto, el cristiano en el Nuevo Pacto bajo la ley de Cristo tendrá diferentes perspectivas. Tiene que aplicar las enseñanzas del AT dentro del marco del Nuevo Pacto, es decir, no puede aplicarlas de manera que choquen con la enseñanza de Jesús y de los apóstoles.
A la vez, los cristianos siempre han visto en los Salmos la voz de Dios para dirigirles en la adoración a él. Para entender e interpretar estos pasajes imprecatorios, hemos de tomar en cuenta: (1) La ira de Dios es un tema importante en toda la Biblia. El mismo evangelio contiene palabras muy severas y duras (Mat 13:50; Mat 23:13-33; Mat 25:41; Luk 18:7-8; Luk 19:27; Act 13:8-11; 2Th 1:6-9; Apoc. 6:10; 18:4-6). Según el NT, lo que el hombre sembrare, eso también segará (Mat 7:22-23; Gal 6:6-8). (2) El salmista vivía bajo la ley que requería retribución (Lev 24:19-20; Psa 17:13).
Las imprecaciones son oraciones para que el justo Dios haga según lo que él ha hablado en la ley. Los salmistas son los campeones de Dios en un mundo que se ha rebelado contra él. Su petición entonces se basa en las promesas de protección de Dios y a favor de la justicia de su causa (Sal. 83; Psa 137:8). (3) No tenemos autoridad para atribuir a los salmistas venganza o crueldad personales. Se abstienen de vengarse a sí mismos y entregan su causa a Dios. Los buenos deben desear el castigo del mal. Si el justo de aquellos días mostrara simpatía hacia aquellos que luchan contra Dios, entonces participarían de sus pecados, su incredulidad y su impiedad. Vale notar que los salmistas, por ejemplo David, eran personas misericordiosas. (4) Las imprecaciones estaban revestidas en los moldes del pensamiento de esos días, conforme a sus costumbres, según la edad a que pertenecían.
En la mente hebrea el pecador se identificó con su pecado, se identificó el hombre con su familia. (5) Podemos aprender del salmista su celo por la gloria de Dios en un mundo de rebeldía contra él. (6) El propósito del salmista no es meramente intelectual, sino quiere sacudir al oyente y tocar sus emociones para que se comprometa con Dios.
Otros móviles expresados son: (a) la conversión de los malos (Psa 2:10-12), (b) la vindicación de la causa de Dios (Psa 79:10), (c) que los malos no desprecien a Dios (Psa 10:12), (d) que los justos se animen (Psa 35:26 s.), (e) que los malvados aprendan a temer a Dios (Psa 64:7-9; cf. 2Ti 4:14; Act 23:2; Act 8:20), (7) no es siempre posible, hablando gramaticalmente, distinguir entre los significados, “que esto pase” y “esto pasará” (cf. vv. 17, 18); a veces son predicciones (Job 69:25 y 109:8 hablan de Judas Iscariote, Act 1:20; cf. Job 69:22-23 con Rom 11:9-10). Debemos usar las imprecaciones a la luz del NT.
No podemos pronunciar maldiciones sobre nuestros enemigos personales; reservemos la artillería pesada para la casa de prostitución, la corrupción, los lugares de perversión, pero no olvidemos orar por la salvación de los individuos. Además, el lenguaje de estos pasajes se adapta muy bien a la batalla espiritual. Según el NT nuestra lucha es contra poderes malignos; son los enemigos de Dios y del cristiano. El cristiano puede desear y pedir su destrucción: puede usar el lenguaje imprecatorio de los Salmos en este sentido. Vale notar que grandes líderes como Juan Calvino a menudo aplicaron estos pasajes a la lucha espiritual contra el diablo y los demonios
21 Pero tú, Señor, trátame bien, por tu nombre,
líbrame con la ternura de tu bondad,
22 que yo soy un pobre desvalido,
y llevo dentro el corazón traspasado;
23 voy pasando como sombra que se alarga,
me sacuden como a la langosta;
24 se me doblan las rodillas de no comer,
estoy flaco y descarnado;
25 ellos hacen burla de mí,
al verme menean la cabeza.
26 Socórreme, Señor Dios mío,
sálvame por tu bondad.
27 Reconozcan que aquí está tu mano,
que eres tú, Señor, quien lo ha hecho.
28 Que ellos maldigan: bendíceme tú,
fracasen mis enemigos, mientras tu siervo se alegra;
29 que se cubran de infamia los que me acusan,
que la vergüenza los envuelva como un manto.
La fórmula «pero tú» indica un cambio importante: en primer plano queda el salmista frente a Dios. Sucede la súplica y lamentación. Describe su estado presente, corporal y espiritual, para conmover a Dios.
A estos dolores se suman las burlas triunfantes del enemigo.
La porción central del Salmo, en que yace la dificultad, no puede ser considerada, a sangre fría, como el deseo personal del salmista, sino como su denuncia profética de las personas que describe, y enfáticamente de una en especial, «El hijo de perdición», a quien ve con ojo presciente.
Por aturdidos que estén, que la misericordia que se nos ha mostrado sea tan conspicua que se vean forzados a ver su origen en el Señor. Los impíos no ven la mano de Dios en nada si pueden evitarlo, y cuando ven al hombre bueno entregado a su poder, se sienten más confirmados que nunca en su ateísmo.
Una especie de explicación a todas estas imprecaciones:
“No puedo por menos que contar este pequeño incidente que ocumo una mañana en el culto de familia. Sucedió que estaba leyendo uno de los Salmos imprecatorios y, al detenerme para hacer un comentario, mi hijito, un muchacho de diez años, me preguntó con sinceridad: «Padre, ¿crees que está bien que un buen hombre ore pidiendo la destrucción de sus enemigos de esta manera?»; y me hizo notar que Cristo oraba por sus enemigos.
Hice una corta pausa para dar forma a la respuesta de modo que satisficiera su pregunta, y le contesté: «Hijo mío, si un asesino entra en la casa esta noche y mata a tu madre, y luego se escapa, y la policía y otros lo persiguen intentando detenerle, ¿no orarías a Dios para que pudieran atraparle y arrestarle y presentarlo a la justicia?»
«¡Sí!», me contestó, «pero nunca lo vi así antes. No sabía que éste era el sentido de estos Salmos». «Sí», le dije; «hijo mío, los hombres contra los cuales David ora son hombres sanguinarios, hombres de falsedades y crimen, enemigos de la paz de la sociedad, que procuran su vida, y a menos que sean arrestados y sus viles intentos suprimidos, todas las personas inocentes tendrán que sufrir». Esta explicación satisfizo perfectamente su mente”. (F. G. Hibbard)
30 Yo daré gracias al Señor con voz potente,
lo alabaré en medio de la multitud:
31 porque se puso a la derecha del pobre,
para salvar su vida de los jueces.
El gran motivo de la súplica es la bondad de Dios. La salvación inesperada del oprimido será una revelación para los enemigos: lección o escarmiento.
La súplica desemboca en un acto de confianza y una imprecación contra los falsos acusadores.
Como en salmos semejantes, concluye una promesa de acción de gracias: esta vez porque el Señor «se puso a la derecha del pobre», haciendo justicia contra la injusticia humana.
Nosotros estamos dispuestos a orar por la conversión de nuestro peor enemigo, y el salmista habría hecho lo mismo; pero viendo a los adversarios del Señor y obradores de iniquidad como tales, y como incorregibles, no podemos desearles ningún bien; al contrario, deseamos que sean derrocados y destruidos. Los corazones más mansos arden de indignación cuando oyen barbaridades intentadas contra niños y mujeres, y astutos planes para destruir al inocente, opresión cruel de huérfanos inermes, e ingratitud atroz hacia el que es bueno y manso.
Deseamos bien a toda la humanidad, y por esta misma razón ardemos de indignación contra los monstruos inhumanos que pisotean toda ley que protege a nuestros prójimos y reducen a la nada todo dictado de humanidad.
Líbrame, porque tu misericordia es buena. No porque yo soy bueno, sino porque tu misericordia es buena; ve cómo los santos buscan y piden su defensa en oración al mismo Señor. La misericordia es la estrella a la cual el pueblo de Dios dirige el ojo cuando se ve vapuleado por la tempestad y desolado, porque la riqueza peculiar y la bondad de esta misericordia son un cordial para los corazones cansados y tristes. Cuando los hombres no tienen misericordia, todavía la hallamos en Dios. Cuando los hombres devoran, acudimos a Dios para ser librados.