Introducción. - Este salmo es el último del grupo aleluyático («Gran Hallel») y rezuma un profundo sentido eucarístico, de acción de gracias. El salmista habla en nombre de la nación: Yahvé ha liberado milagrosamente al pueblo de un gran peligro nacional, y el salmista, recogiendo el sentir colectivo, expresa, durante una procesión al templo para ofrecer las víctimas eucarísticas, los sentimientos de gratitud hacia el Dios nacional.

[¡Aleluya!]
1 Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.
2 Diga la casa de Israel:
eterna es su misericordia.
3 Diga la casa de Aarón:
eterna es su misericordia.
4 Digan los fieles del Señor:
eterna es su misericordia.
La palabra «misericordia» traduce la palabra hebrea hesed, que designa la fidelidad generosa de Dios para con su pueblo aliado y amigo. Esta fidelidad la cantan tres clases de personas: todo Israel, la «casa de Aarón», es decir, los sacerdotes, y «los que temen a Dios», una expresión que se refiere a los fieles y sucesivamente también a los prosélitos, es decir, a los miembros de las demás naciones deseosos de aceptar la ley del Señor
¿Sabemos practicar la oración de acción de gracias?

5 En el peligro grité al Señor,
y me escuchó, poniéndome a salvo.
El salmista declara cómo Yahvé ha mostrado su misericordia con él -habla en nombre de la colectividad nacional-, pues le ha liberado de una situación angustiosa. En realidad, teniendo a su favor a Yahvé, nada puede temer de sus enemigos. Los auxilios humanos son insuficientes y aun falaces; por eso, sólo debe confiarse en Yahvé, que no engaña y es omnipotente.
¿Tenemos presente al Señor en nuestra vida, angustias y alegrías?

6 El Señor está conmigo: no temo;
¿qué podrá hacerme el hombre?
7 El Señor está conmigo y me auxilia,
veré la derrota de mis adversarios.
8 Mejor es refugiarse en el Señor
que fiarse de los hombres,
9 mejor es refugiarse en el Señor
que fiarse de los jefes.
10 Todos los pueblos me rodeaban,
en el nombre del Señor los rechacé;
11 me rodeaban cerrando el cerco,
en el nombre del Señor los rechacé;
12 me rodeaban como avispas,
ardiendo como fuego en las zarzas,
en el nombre del Señor los rechacé.
13 Empujaban y empujaban para derribarme,
pero el Señor me ayudó;
14 el Señor es mi fuerza y mi energía,
él es mi salvación.
El salmista usa imágenes fuertes y expresivas: a los adversarios crueles se los compara con un enjambre de avispas o con un frente de fuego que avanza reduciéndolo todo a cenizas. Pero la reacción del justo, sostenido por el Señor, es vehemente. Tres veces repite: «En el nombre del Señor los rechacé» y el verbo hebreo pone de relieve una intervención destructora con respecto al mal (cf. vv. 10-12). En efecto, en su raíz se halla la diestra poderosa de Dios, es decir, su obra eficaz, y no ciertamente la mano débil e incierta del hombre. Por esto, la alegría por la victoria sobre el mal desemboca en una profesión de fe muy sugestiva: «el Señor es mi fuerza y mi energía, él es mi salvación»
Un personaje importante -probablemente, el rey o el pueblo entero, personificado en este personaje- ha tenido que librar una fuerte batalla contra el enemigo. El combate ha sido recio y el peligro grande; la misma vida ha estado en trance: Todos los pueblos me rodeaban, cerrando el cerco; me rodeaban como avispas y empujaban para derribarme. Ante tales dificultades, se acudió al Señor, y el Señor mostró su poder: En el peligro grité al Señor. El Señor me castigó, pero no me entregó a la muerte, me escuchó.
Por ello se celebra esta fiesta de acción de gracias, esta procesión jubilosa al templo, que constituye el segundo tema del salmo. Todo el pueblo se dirige al templo con cantos de acción de gracias. El Señor manifiesta realmente su poder en la guerra: Éste es el día en que actuó el Señor; dad, pues, gracias al Señor, porque es eterna su misericordia. Al son de estos cantos de acción de gracias, la procesión llega al templo, para celebrar una liturgia de acción de gracias: Abridme las puertas del triunfo (del templo), y entraré para dar gracias al Señor. Israel era, ciertamente, insignificante ante el poder de los enemigos, pero la piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Dios ha bendecido con la victoria al débil, y por ello los sacerdotes, desde el templo, repiten esta bendición sobre la procesión que avanza: Bendito el que viene en nombre del Señor.
Para los cristianos, esta lucha y esta victoria evocan el misterio pascual de Jesús, luchando en la pasión y triunfando en la resurrección. El Señor mismo, a las puertas de su muerte, aplicó este salmo a su persona: «¿No habéis leído nunca en la Escritura: "La piedra que desecharon los arquitectos..."?» (Mt 21, 42). Las turbas aplicaron a Jesús este canto en el domingo de ramos: «Bendito el que viene en nombre del Señor» (Mt 21, 9). Los apóstoles, en su predicación, confirmaron esta interpretación (cf. Hch 4,11; cf. 1 Pe 2,4).
No es extraño, pues, que en todas las liturgias este salmo haya venido a ser un salmo dominical y pascual. A nosotros, recitado en la primera hora del domingo, debe invitarnos a una oración contemplativa del triunfo pascual y a la acción de gracias por el mismo. El salmo nos evoca la voz del Señor en la lucha de su pasión: «Todos los pueblos me rodeaban, cerrando el cerco; me rodeaban como avispas y empujaban para derribarme, pero acudí con lágrimas y súplicas al Padre (Hb 5,7), y el Señor, si bien me castigó en la cruz, cargando sobre mí el pecado del mundo, no me entregó a la muerte definitiva, y me escuchó». Por eso, el domingo resuena en todas las comunidades cristianas con cantos de victoria y acción de gracias. Escuchad, hay cantos de victoria: «La diestra del Señor es poderosa». No he de morir, viviré; porque el Señor, cual vencedor, sube al templo, a su gloria, a dar gracias al Padre -abridme las puertas del triunfo, ordenad una procesión con ramos, que la piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular-; y la Iglesia, con Cristo, evoca este triunfo y se une a esta acción de gracias.
¿Nos apoyamos en el Señor?

15 Escuchad: hay cantos de victoria
en las tiendas de los justos:
«La diestra del Señor es poderosa,
16la diestra del Señor es excelsa,
la diestra del Señor es poderosa».
17No he de morir, viviré
para contar las hazañas del Señor.
18Me castigó, me castigó el Señor,
pero no me entregó a la muerte.
19Abridme las puertas del triunfo,
y entraré para dar gracias al Señor.
20- Esta es la puerta del Señor:
los vencedores entrarán por ella.
Después de la victoria sobre los obstinados enemigos, los israelitas, agradecidos, entonan himnos jubilosos de triunfo, pues se ha manifestado la diestra poderosa de Yahvé como en los tiempos antiguos. La estructura procesional parece mantenerse en la repetición del estribillo: «la diestra del Señor es poderosa». El pueblo entra solemnemente en el templo de Jerusalén y canta las nuevas gestas de su Dios, no inferiores a las del Éxodo.
Una vez llegados al umbral del recinto sagrado, una voz pide que se abran las puertas del templo, que representan la justicia; ellas guardan al Dios justo, y en su morada santa se muestra su espíritu de justicia para con su pueblo. Los guardianes del templo declaran que ésta es la puerta del Señor (v. 20). Por eso, por ella deben entrar sólo los justos, que conforman su vida a las exigencias de la ley divina. De nuevo una voz declara el motivo de la actual exultación colectiva: el pueblo de Dios, minúsculo en apariencia, ha sido despreciado por los grandes imperios, pero ahora se ha convertido, según los planes divinos, en piedra angular del edificio de todas las naciones (v. 22). Israel es, en efecto, la piedra angular en el edificio de la salvación de la humanidad, pues es el vehículo de transmisión de los designios salvadores de Dios en la historia. Jesucristo se aplicó este texto a sí mismo, pues las clases dirigentes de Israel no le han querido reconocer como Mesías, cuando es la piedra angular del mesianismo (Mt 21,42). En efecto, Cristo es el punto de conjunción del Israel de las promesas y el de las realizaciones mesiánicas universalistas. El salmista, entusiasmado ante los destinos de Israel, dice: Es el Señor quien lo ha hecho. Este día de la liberación de Israel es el día en que actuó el Señor.
Al hacer su entrada en el templo el presidente del cortejo procesional, una voz proclama enfáticamente: ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! Las turbas de Jerusalén saludarán con estas mismas palabras a Jesús al entrar triunfante en la ciudad santa.
Finalmente, se invita a todo el pueblo a desplegarse procesionalmente en el templo con los ramos en las manos. El salmo se cierra con la antífona inicial repetida por el pueblo: Dad gracias al Señor porque es bueno...
La distribución coral y procesional de las distintas partes del salmo parece necesaria para poder entender los cambios de personas y de ideas del mismo
¿Confiamos en la misericordia del Señor?

21- Te doy gracias porque me escuchaste
y fuiste mi salvación.
22La piedra que desecharon los arquitectos
es ahora la piedra angular.
23Es el Señor quien lo ha hecho,
ha sido un milagro patente.
Jesús cita esta frase, aplicándola a su misión de muerte y de gloria, después de narrar la parábola de los viñadores homicidas (cf. Mt 21,42). También la recoge san Pedro en los Hechos de los Apóstoles: «Este Jesús es la piedra que vosotros, los constructores, habéis desechado y que se ha convertido en piedra angular. Porque no hay bajo el cielo otro nombre dado a los hombres por el que nosotros debamos salvarnos» (Hch 4,11-12). San Cirilo de Jerusalén comenta: «Afirmamos que el Señor Jesucristo es uno solo, para que la filiación sea única; afirmamos que es uno solo, para que no pienses que existe otro (...). En efecto, le llamamos piedra, no inanimada ni cortada por manos humanas, sino piedra angular, porque quien crea en ella no quedará defraudado»
Esta magnífica liturgia de acción de gracias ha sido genérica en sus explicaciones: habla de peligros, de ataques enemigos, de liberación de la muerte. Pero es muy clara en su tema central: victoria de Dios, día en que actúa Dios, milagro patente. Y también es explícita la participación gozosa de toda la asamblea. Si queremos llenar de sentido este salmo, tenemos que pensar con la liturgia cristiana en la gran victoria sobre los enemigos y la muerte, en el gran día en que actuó el Señor: en la resurrección de Cristo. Este es el milagro de los milagros, y la victoria de las victorias, cuando Cristo desechado se convierte en piedra. Este es el día de los días, que ordena todo el ciclo del año, y que conmemoramos cada semana como «día del Señor» o «dies dominicus» (domingo). Por eso se reza este salmo en el oficio dominical, como salmo de resurrección. Cristo resucitado encabeza la procesión de la humanidad para dar gracias al Padre, para hacer a todos partícipes de su gozo y de su propia victoria.
¿Sabemos que nuestra salvación eterna empieza hoy, aquí, si sabemos seguir al Señor?

24Éste es el día en que actuó el Señor:
sea nuestra alegría y nuestro gozo.
25Señor, danos la salvación;
Señor, danos prosperidad.
26- Bendito el que viene en nombre del Señor,
os bendecimos desde la casa del Señor;
27el Señor es Dios, él nos ilumina.
- Ordenad una procesión con ramos
hasta los ángulos del altar.
La liturgia es alegría, encuentro de fiesta, expresión de toda la existencia que alaba al Señor. El rito de los ramos hace pensar en la solemnidad judía de los Tabernáculos, memoria de la peregrinación de Israel por el desierto, solemnidad en la que se realizaba una procesión con ramos de palma, mirto y sauce.
Este mismo rito evocado por el salmo se vuelve a proponer al cristiano en la entrada de Jesús en Jerusalén, celebrada en la liturgia del domingo de Ramos. Cristo es aclamado como «hijo de David» (Mt 21,9) por la muchedumbre que «había llegado para la fiesta (...). Tomaron ramas de palmera y salieron a su encuentro gritando: Hosanna, Bendito el que viene en nombre del Señor, el Rey de Israel» (Jn 12,12-13). En esa celebración festiva que, sin embargo, prepara a la hora de la pasión y muerte de Jesús, se realiza y comprende en sentido pleno también el símbolo de la piedra angular, propuesto al inicio, adquiriendo un valor glorioso y pascual.
¿Hablamos diariamente con el Señor? ¿Sabemos escucharle?

28Tú eres mi Dios, te doy gracias;
Dios mío, yo te ensalzo.
29Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.
Termina el salmo con estos dos preciosos versículos, instándonos a esa oración de gracias que tanto escatimamos al Señor. Su bondad y misericordia son razones más que suficientes para ello
¿Vemos que el Señor es fiel?