Salmo 128

«Que el Señor te bendiga desde Sión», es decir, desde su Iglesia. (Arnobio)

Introducción. - El concepto de la felicidad es muy relativo según la persona, sus intereses, sus gustos, su ambiente social, la familia donde le haya tocado vivir o simplemente su nacionalidad. La realidad es que la felicidad no es posible categorizarla según nuestros propios baremos, cada persona tiene su propio estereotipo de la felicidad.
La Biblia también nos ofrece estilo de felicidad, "bienaventurado todo aquel que teme al Señor, que anda en sus caminos. Cuando comas del trabajo de tus manos, dichoso serás y te irá bien. Tu mujer será como fecunda vid en el interior de tu casa; tus hijos como plantas de olivo alrededor de tu mesa. He aquí que así será bendecido el hombre que teme al Señor. El Señor te bendiga desde Sion, veas la prosperidad de Jerusalén todos los días de tu vida, y veas a los hijos de tus hijos. ¡Paz sea sobre Israel!"
La Biblia dedica parte de sus palabras a hablar de la felicidad, tanto es así, que la palabra bienaventurado, que se usa para referirse a alguien muy feliz, aparece un total de 97 veces en toda la Biblia, lo cual nos da una idea y un mensaje claro, Dios quiere que seamos felices. Los hay que dicen que Dios no desea nuestra felicidad, pero eso no es cierto. Ahora bien, hay que reconocer que los baremos de felicidad de Dios no son los nuestros, mientras que nuestra felicidad se suele basar en cosas terrenales, para Dios la felicidad son los tesoros celestiales que repercuten en todo lo terrenal.
Así nos presenta este salmo la felicidad, en el temor al Señor y esto se consigue andando en sus caminos. Cuando cumplimos lo celestial entonces lo terrenal produce felicidad, un matrimonio prospero en cuanto a descendencia, y unos hijos también ricos en descendencia, de manera que la familia siga creciendo. Hoy en día no parece que las familias estén de moda, más bien al contrario, por eso tenemos una misión, temer a Dios para guardar a nuestras familias y orar para que Dios las guarde y las preserve.

Dichoso el que teme al Señor
y sigue sus caminos.
Ya es conocido que el término “temor a Dios” no conlleva una connotación negativa de “miedo” sino más bien de “conocimiento” “manifestación de honra y respeto” a su bondad, majestuosidad y grandiosidad en relación a la persona. La Biblia presenta a Dios como el artífice, dueño y Señor de la familia integrada, según lo hemos podido ver a lo largo de todos los pasajes que se refieren a este tema. La persona necesita ayudar a su familia a proyectarse hacia esa integración y a conseguirla, porque la obra que Dios quiere realizar en cada cristiano, e implícitamente en cada familia, es la de integrar las vidas de sus miembros, equilibrarlas y utilizarlas para cumplir sus propósitos, que nos vienen muy claramente expuestos en Col 2,10 y Ef 3, 14 - 21. Hay una verdad que todos tenemos que tener muy presente: Dios quiere bendecir a cada persona de manera abundante y hacer de cada hogar donde su nombre es honrado, una bendición para sus integrantes y para la comunidad donde se encuentra. En este estudio vamos a ver algunas de estas bendiciones.
• Bendiciones de una estrecha relación con Dios. Todos sabemos, de sobra a qué hace referencia el temer a Dios, pero en esta ocasión tenemos que resaltar que este sentimiento de la persona hacia Dios indica que existe una estrecha y sana relación con él, que produce un andar correcto (Pro 8, 32 / Job 28, 28) y frutos de justicia (Fil 11). Es inútil hablar de temer al Señor si actuamos como aquellos a quienes no les importa si hay Dios o no. Los caminos de Dios serán nuestros caminos si le tenemos una sincera reverencia: si el corazón está unido a Dios, los pies le seguirán con perseverancia

Comerás del fruto de tu trabajo,
serás dichoso, te irá bien;
tu mujer, como parra fecunda,
en medio de tu casa;
• Disfrutar de una Vida fructífera Dios tiene, además más bendiciones para la persona y la familia integrada que camina en su voluntad. La familia que teme a Dios y camina delante de él, verá que Dios le asiste en todas sus responsabilidades y necesidades. Dios hará que su trabajo produzca buenos frutos (Is 65, 21-22 en comparación con los frutos de los que desobedecen a Dios Dt 28, 33 y Am 5, 11-12)
Yo creo que todos los cristianos, en mayor o menor grado hemos podido experimentar en nuestra propia persona esta bendición. Cuando vemos que nuestra vida progresa y mejora cuando andamos y nos apoyamos en Dios, nos hemos sentido bienaventurados y dichosos, hemos experimentado un contentamiento enorme, ¿no es así?

tus hijos, como renuevos de olivo,
alrededor de tu mesa:
ésta es la bendición del hombre
que teme al Señor.
Además, para las mujeres (como vid que lleva fruto) está la dicha añadida de proveer y agrandar la familia con los hijos que son (como ramas de olivo alrededor de la mesa) una auténtica bendición para la familia. El olivo es símbolo de la “vitalidad y el vigor” que Dios da (Sal 52, 8 / Jer 11, 16). Por eso los hijos, vistos como plantas de olivo alrededor de la mesa, dan la idea de los hijos contribuyen a la familia, produciendo seguridad y contentamiento a los padres (Sal 127, 3- 5 / Pro 23, 24). De hecho, casi todos nosotros hemos podido experimentar los mejores momentos de felicidad en nuestras vidas, cuando hemos estado sentados a una mesa en torno a la cual hemos podido tener a todos nuestros hijos, e incluso a nuestros nietos y....algunos a biznietos. ¿No es así? Todo esto no tiene lugar a dudas.
La familia cristiana no toma sus criterios para vivir de la sociedad, sino de la Palabra de Dios. Por esa razón mantiene los principios morales y éticos que son necesarios para una buena salud propia y de la sociedad. • La familiaridad y el parentesco no es suficiente para conseguir la unión en la familia. Es necesaria la fuerza del amor de Cristo. En una familia que crece conocimiento y viviendo la Palabra de Dios la desunión es muy improbable. La dirección de Dios en la vida de cada uno de los miembros de esta familia hace posible que la unión familiar sea una realidad y a pesar de que los miembros de una familia, a su vez, formen otras familiar y físicamente se produzca separación, la unidad real, que es espiritual permanece.

Que el Señor te bendiga desde Sión,
que veas la prosperidad de Jerusalén
todos los días de tu vida;
que veas a los hijos de tus hijos.
¡Paz a Israel!
El salmo termina con esta feliz y confiada declaración. El salmista entendía que si el pueblo de Israel temía al Señor, esta bendición de shalom sería evidente en su comunidad, en su familia y en el reino en general.
Este antiguo cantor tenía una verdadera concepción de las obligaciones que se derivan de las bendiciones personales y domésticas. Él nos enseña que no es suficiente ‘ver a los hijos de los hijos’, a menos que tengamos ojos para buscar la prosperidad de Jerusalén, y lenguas que oren no solo por aquellos en nuestros hogares, sino por ‘la paz sobre Israel.