Salmo 130
Introducción. - Del Señor viene la misericordia, la redención copiosa. (Penitencia y confianza en Dios)
Cuando el hombre es aplastado, es cuando más siente su condición de pecaros. Se dirige al Señor que por un momento esconde su rostro; sabe que con gritos insistentes y fuertes logrará llamar la atención del que siempre perdona.
Espero al Señor, cuento con su palabra. Esto que decían los judíos esperando las liberaciones divinas es válido para nosotros, pues seguimos viviendo de las promesas de Cristo. El camino de la fe no lo recorremos totalmente estre los favores de Dios y llevado por el entusiasmo, sino que después del fervor fácil de los comienzos hay que andar a tientas, de noche. El centinela espera la aurora y el creyente la segunda venida de Cristo.
La misericordia del Señor siempre se pone de manifiesto. Y el salmo, un tanto a diferencia de la tónica general del Antiguo Testamento, habla del respeto y no del temor, que Dios infunde en todos nosotros; un respeto que cualquier persona merece, pero muy especialmente lo merece un padre y, yendo al Nuevo Testamento, más en especial aún, el Padre que Jesús nos presenta, pleno de amor para con sus hijos. Así establecido, el hombre se pone en el camino de la esperanza, en el camino de la Palabra, de la redención y del perdón por las faltas que el ser humano comete.
A. Clamor al Dios que ayuda y perdona.
Desde lo hondo a ti grito, Señor;
Señor, escucha mi clamor;
estén tus oídos atentos a la voz de mi súplica.
El gran perdón de Dios.
Si llevas cuentas de los delitos, Señor,
¿quién podrá resistir?
Pero de ti procede el perdón,
y así infundes respeto.
B. Sabia conversación consigo mismo y el Salvador.
Conversación con el alma.
Mi alma espera en el Señor,
espera en su palabra;
mi alma aguarda al Señor,
más que el centinela la aurora.
Conversación con el pueblo de Dios
Aguarde Israel al Señor,
como el centinela la aurora.
Porque del Señor viene la misericordia,
la redención copiosa;
y él redimirá a Israel de todos sus delitos.
Sé que el grito no será necesario, Señor, que Tú escuchas en toda ocasión mi tímido susurro; haz humilde mi súplica y sincera mi palabra
Ampara, Señor, mi debilidad ante los envites de este mundo ambicioso y ansioso de poder
El perdón, Señor, siempre está de tu lado. Inserta en mí el mismo sentimiento, para que sea capaz de llegar a Tí con esa oración primordial que tu Hijo nos ha regalado.
Mantén, Señor, mi corazón abierto a la Palabra que de Ti me llega, esa Palabra que, al decir del profeta Isaías: “no volverá a Ti con las manos vacías, sino después de haber hecho, lo que Tú querías, y haber llevado a cabo lo que le encargaste” (Is 55, 11)
Hazme impaciente en la espera de tu llegada, como en aquellas guardias en la mar en la que el relevo se hacía tardar.
Y derrama sobre nosotros tu misericordia, esa bondad que nos llevará a abrazar a nuestro prójimo más necesitado.
Sabiendo que, al final, Tu siempre nos redimes de nuestras faltas y nos llenas de tu Espíritu que alegra y lleva al amor nuestra vida.
Rogamos al Señor, esperamos en su misericordia y en su Palabra y estamos seguros de su acogida, ¡qué más podemos pedir!
Reconocemos nuestras faltas y esperamos la rehabilitación espiritual de la misericordia divina, seguros de alcanzar la misericordia de Yahvé.
Queremos presentar a Dios todos los recovecos de nuestra realidad, para que él los mire con ojos de misericordia. El perdón define la actitud fundamental de Dios con nosotros. Por esto, esperamos en él, a pesar de nuestros incontables pecados.
Nuestra esperanza está en su misericordia y su prontitud al perdón, pues si no olvida los pecados y los guarda cuidadosamente en su memoria, reteniendo la culpabilidad de los hombres, ¿quién podrá subsistir o mantenerse incólume ante su tribunal? Nadie puede hacer frente a las exigencias de la justicia divina. Pero la medida con que trata a sus siervos no es la de la justicia, sino la de la extrema indulgencia.
Y debemos de ser capaces de extender en nuestro ámbito de influencia estos sentimientos de esperanza, seguridad en el perdón, espera activa, redención.