Salmo 132
1 Señor, tenle en cuenta a David su total disponibilidad,
2 cuando hizo un juramento al Señor, una promesa al Fuerte de Jacob:
3 No entraré en la tienda, que es mi casa, ni me tenderé en el lecho donde descanso,
4 no concederé el sueño a mis ojos ni descanso a mis párpados
5 hasta que halle un lugar para el Señor, una morada para el Fuerte de Jacob'.
La petición es que el Señor recuerde, y ésta es una palabra llena de significado. Sabemos que el Señor recordó a Noé e hizo cesar el diluvio; recordó a Abraham y sacó a Lot de Sodoma; recordó a Raquel y a Ana y les dio hijos; recordó su misericordia a la casa de Israel y libertó a su pueblo. Sin duda, innumerables bendiciones descienden sobre familias y naciones a través de las vidas piadosas y sufrimientos pacientes de los santos. No podemos ser salvados por los méritos de otros, pero más allá de toda duda nos beneficiamos de sus virtudes.
Si el judío podía en propiedad apelar a Dios para que mostrara misericordia a su iglesia y nación por amor al joven pastor a quien Él había prosperado hasta el trono, mucho más podemos abogar nosotros en favor de nuestra causa en el nombre del hijo de David (llamado David cuatro veces en los profetas).
Y prometió al Fuerte de Jacob. El que está dispuesto a prometer o hacer votos en todo momento va a quebrantarlos cada vez. Es una regla necesaria que «hemos de abstenemos de hacer votos siempre que podamos», ya que de la proliferación de los mismos resultan muchos y graves inconvenientes.
Podemos observar que la Escritura menciona muy pocos casos de votos en comparación con los muchos ejemplos de grandes y maravillosas providencias, como dándonos muchos ejemplos de lo que hemos de hacer y pocos de lo que no hemos de hacer. Podéis leer que Jacob vivió ciento cuarenta y siete años (Gn 47, 28); pero sólo leemos que hizo un voto.
El primero que hace un voto santo del cual tenemos noticia es Jacob, mencionado aquí, y que es, por tanto, llamado el padre de los votos; y por esto algunos creen que David menciona a Dios bajo el título de «el Fuerte de Jacob», más bien que otro, a causa de su voto.
El Fuerte de Jacob. Donde los intérpretes han traducido el «Dios de Jacob», en el hebreo es «el fuerte en Jacob». Nombre que a veces es atribuido a los ángeles, y otras es aplicado a otros seres en que hay fuerza y firmeza, como un león, un buey y otros. Pero aquí es una palabra de fe especial, significando que Dios es el poder y fuerza de su pueblo; porque sólo la fe la atribuye a Dios.
6 Hemos sabido que el Arca está en Efrata, la encontramos en los campos de Jaar.
7 Entremos, pues, en su morada, postrémonos ante la tarima de sus pies.
8 ¡Levántate, Señor, y ven a tu reposo, tú y el Arca de tu fuerza!
Habría sido inútil establecer el arca si el Señor no hubiera de continuar en ella y resplandeciera perpetuamente entre los querubines. A menos que el Señor repose con nosotros, no hay descanso para nosotros; a menos que el arca de su fortaleza permanezca con nosotros, nosotros seguimos sin fortaleza.
9 ¡Que tus sacerdotes se revistan de justicia y tus fieles griten de alegría!
Ningún vestido es tan resplandeciente como el que tiene un carácter santo. En este vestido glorioso está ataviado nuestro gran Sumo Sacerdote para siempre, y quiere que todo su pueblo esté adornado de la misma manera. Sólo entonces son sacerdotes idóneos para aparecer ante el Señor y para ministrar en beneficio del pueblo cuando sus vidas están dignificadas por la bondad.
Siempre tienen que recordar que son sacerdotes de Dios y, por tanto, deben llevar la «librea» de Dios, de modo que sea conspicua la justicia en cualquier parte de ellos. Todo el que mira a los siervos de Dios debe ver la santidad, aunque no vean nada más.
Y se regocijen sus santos. La santidad y la felicidad van juntas; donde hay la una, la otra no está muy lejos. Las personas santas tienen derecho a un gozo intenso y expresivo; pueden prorrumpir en gritos de júbilo. Como son santos, y son tus santos, y Tú has venido a morar con ellos, ¡oh Señor!, Tú has hecho que regocijarse sea un deber para ellos y, por lo tanto, dejan que los otros conozcan su gozo.
La frase, que puede leerse como un permiso para hacerlo, es también un precepto: a los santos se les manda que se regocijen en el Señor. ¡Feliz la religión que hace un deber de estar contento! Allí donde la justicia es el vestido, el gozo puede bien ser la ocupación.
10 Por amor a David, tu servidor, no apartes la cara de tu ungido.
Cuando Senaquerib puso cerco a Jerusalén con su ejército, Dios trajo liberación a Israel en parte por consideración a la oración del piadoso Ezequías, y en parte por respeto a la piadosa memoria de David, el rey y héroe según el mismo corazón de Dios.
11 El Señor se lo juró a David, verdad de la que no se desdecirá: 'Del fruto de tus entrañas pondré a alguien en tu trono.
El arma más potente de Dios es su propia Palabra. Una verdad de la que no se retractará. Jehová no es mudable. Nunca se aparta de su propósito, y mucho menos de su promesa solemnemente ratificada por un juramento. Nunca se retracta. ¡Qué roca para afianzar el pie la que tiene como fundamento el inmutable juramento de Dios!
12 Si tus hijos guardaren mi alianza y mis testimonios que les he enseñado, también sus hijos para siempre se sentarán en tu trono'.
Esta promesa tenía dos partes: (1) los descendientes de David gobernarían perpetuamente sobre Israel mientras siguieran a Dios, y (2) la línea real de David nunca terminaría. La primera parte era condicional. En la medida que los reyes obedecieran a Dios ("guardaren mi pacto, y mi testimonio que yo les enseñaré"), su dinastía continuaría.
La segunda parte de la promesa era incondicional y se cumplió en Jesucristo, un descendiente de David, que reinará para siempre. Se refiere a uno de sus poderosos descendientes. Salomón, el hijo de David, fue en efecto un rey glorioso. Sin embargo, estos versículos miran más allá, hasta otro descendiente de David, Jesús el Mesías (Mat 1:17). El poder, la majestad y la gloria del Mesías durarán para siempre.
Este versículo nos muestra la necesidad de la piedad familiar. Los padres han de procurar que sus hijos conozcan el temor del Señor, y han de pedir al Señor que les enseñe esta verdad. No tenemos ningún derecho hereditario al favor divino; el Señor mantiene su amistad a las familias de generación en generación porque no le gusta abandonar a los descendientes de sus siervos, y no lo hace nunca a menos que sea después de una prolongada provocación. Como creyentes, estamos todos, hasta cierto punto, bajo el mismo pacto que David; algunos pueden mirar hacia atrás y ver hasta cuatro generaciones de sus antepasados fieles, y ahora estamos contentos de mirar hacia adelante y ver a nuestros hijos, y a los hijos de nuestros hijos, andando en la verdad.
El rey estaba interesado en la edificación de la casa de Dios; y vemos que Dios le contesta, prometiéndole la edificación de una casa para el rey. Dios paga un edificio con un edificio. Hay una metáfora en la palabra, sobre la cual también juega un autor posterior, el hijo de Sirac, cuando dice que los hijos y los edificios de una ciudad perpetúan el nombre de uno; ¡cuánto más si son de linaje real, que están destinados a sentarse en un trono! Y Dios promete a David hijos para este fin honorable: «Se sentarán sobre su trono.»
Yo les, enseñaré. Aquí hemos de notar que añade «Yo les enseñaré», porque El será el maestro y será escuchado. No dice que haya de ser escuchado el consejo de la iglesia, o los que enseñan lo que El no ha enseñado... Dios no da autoridad a nadie por encima de la Palabra. De modo que ¿podría poner al hombre, que es polvo y ceniza, sobre El mismo? Porque, ¿qué es la Palabra sino Dios mismo?
Los que honran, obedecen y guardan esta Palabra son la verdadera iglesia, por despreciables que sean ante el mundo; y los que no lo hacen son la iglesia de Satanás y no tienen arte ni parte con Dios. Y ésta es la causa por la que esto está indicado de modo expreso en el texto.
Y mi testimonio que yo les enseñaré. Porque Dios usará de tal modo el ministerio de maestros y pastores en la iglesia que, a pesar de que Él será su pastor principal, y todos los demás ministros y pastores, sí, la misma iglesia será regida y gobernada por la Palabra.
13 Y el Señor escogió a Sión, quiso que fuera su residencia:
14 Aquí está mi descanso para siempre, en ella moraré, pues yo lo quise.
15 Sus graneros los bendeciré y a sus pobres los saciaré de pan.
La Iglesia recibirá su provisión diaria, su provisión real, su provisión satisfactoria, gozosa, a rebosar; y la bendición divina hará que la recibamos con fe, para alimentarnos de ella por la experiencia, para crecer por ella por la santificación, para ser corroborados por ella en la labor, alegrados por ella para la paciencia y edificados por ella para la perfección.
Y, además de todo esto, tiene las aportaciones dulces y vivificantes del Espíritu, llenándole de un placer tan verdadero que puede fácilmente prescindir del banquete más suntuoso, la fiesta más noble, los deleites más altos del mundo, como algo infinitamente inferior a una hora de refrigerio en el aposento de su Amigo. Y si éste es el modo en que nos trata en un mesón, ¿qué será lo que tendrá en la corte? Si este maná celestial es su alimento en el desierto, ¿cuál será el nivel de vida cuando llegue a Canaán? Si ésta es la provisión para el camino, ¿cuál será la del país?
A sus pobres saciaré de pan. El pan de la tierra es «el pan que perece», pero el pan de Dios perdura para vida eterna. En la iglesia, donde Dios reposa, su pueblo no morirá de hambre; de ser así, el Señor no descansaría. No descansó durante seis días hasta que hubo preparado el mundo para que el primer hombre pudiera vivir en él; no daría reposo a su mano hasta que todas las cosas estuvieran preparadas; por tanto, podemos estar seguros de que si el Señor reposa es porque «todo está consumado», y el Señor ha preparado su bondad para los pobres. Allí donde Dios halla su deseo, su pueblo debería hallar el suyo; si Él está satisfecho, ellos deberían estarlo.
Cristo es un bien satisfactorio. Un pan de madera, un pan de plata, un pan de oro no satisfarían el hambre. Las golosinas y dignidades del mundo, la grandeza y la gloria del mundo, la abundancia y prosperidad del mundo, el halago y la popularidad del mundo no satisfarán al alma que se dirige a las puertas del infierno y dama desde las profundidades; ha de ser Cristo. «Dame hijos, o muero», exclamó la mujer; Cristo, o muero; ¡Cristo, o estoy condenado!, es el grito de] alma desesperada. ¿Qué hay en el mundo o del mundo que pueda dar sosiego, cuando Cristo, el Sol de justicia, se pone para el alma?
16 De gloria revestiré a sus sacerdotes y sus fieles gritarán de júbilo.
Se promete más de lo que se ha pedido. Ved cómo el versículo nueve pide que sus sacerdotes se vistan de justicia. Dios acostumbra a hacerlo todo abundantemente, por encima de lo que nosotros pedimos o incluso pensamos. La justicia es sólo un aspecto de la bendición; la salvación es el todo de la misma. ¡Qué vestido de oro es éste! ¡Más que un atavío regio! ¡Vestidos de salvación! Sabemos quién los ha tejido, quién los ha teñido y quién los ha dado a su pueblo.
Estos son los mejores vestidos para los sacerdotes y predicadores, los príncipes y el pueblo; no los hay semejantes: ¡dádmelos! No todo sacerdote irá vestido así, sino sólo sus sacerdotes, los que verdaderamente pertenecen a Sión, por la fe que es en Cristo Jesús, que los ha hecho sacerdotes para Dios. Estos están vestidos por el Señor mismo, y nadie puede vestirlos como El. Si incluso la hierba del campo es vestida por el Creador de modo que es superior a Salomón en, toda su gloria, ¿cómo van a ser vestidos sus hijos? Verdaderamente El será admirado en sus santos; las «libreas» de sus siervos serán el asombro del cielo.
Y sus santos darán voces de júbilo. Sión no tiene santos mudos. La vista de Dios reposando entre sus escogidos es bastante para hacer gritar de júbilo a un mudo. Si las estrellas de la mañana cantaron a coro cuando fueron hechos los cielos y la tierra, mucho más cantarán de gozo los hijos de Dios cuando sean hechos el nuevo cielo y la nueva tierra, y la Nueva Jerusalén descienda del cielo de Dios preparada como una esposa para su marido.
Un europeo se asombraría si oyera cantar a estos nativos, y lo encontraría divertido. No tienen la menor idea ni de armonía ni de melodía; lo que entienden es el ruido, y al que canta más alto se le considera como el que canta mejor.
Alguna vez les reprendí sobre este punto, pero la respuesta que recibí me hizo callar para siempre. «Canta más bajo, hermano», le dije al principal de los miembros. «¿Canta más bajo?», me contestó; «¿eres tú nuestro padre que nos dice que cantemos más bajo? ¿Has oído algunas veces cantar las alabanzas a nuestros dioses hindúes, y has visto cómo inclinamos la cabeza hacia atrás y a pleno pulmón gritamos las alabanzas de los que no son dioses?
Y ahora ¿tú nos dices que hemos de susurrar las alabanzas de Jesús? No, hermano, no es posible; hemos de expresar nuestra gratitud bien alto al "que nos amó y murió por nosotros".» Y siguieron cantando con todas sus fuerzas, y yo no hice más comentarios.
17 Allí haré brotar un cuerno para David, allí pondré una lámpara para mi ungido.
Al principio del mes de marzo el ciervo común está escondido por el bosque, inerme como la hembra y tímido como ella. Pronto aparecen un par de prominencias en su frente, cubiertas de una piel de terciopelo. En pocos días han crecido bastante y dan idea de lo que será su forma posterior
Si tocas una de estas prominencias con la mano verás que está muy caliente, porque la sangre fluye en abundancia por esta piel aterciopelada, depositando material de carácter óseo. Los cuernos crecen rápidamente, las arterias carótidas se engruesan para poder aportar suficiente nutrición, y en el corto período de diez semanas hay una masa enorme de materia ósea que ha sido acumulada. Un proceso así carece casi de paralelo en la historia del reino animal.
He dispuesto lámpara a mi ungido. El gran medio asignado por Dios para manifestar la gloria de Cristo a un mundo perdido; El ha provisto «una lámpara» para su ungido. El uso de una lámpara es para dar luz al pueblo en la oscuridad de la noche; lo mismo la Palabra de Dios, particularmente el Evangelio, es una luz que brilla en un lugar oscuro hasta que el día de gloria amanece, cuando el Señor Dios y el Cordero serán la luz de los redimidos para siempre jamás.
18 Cubriré de vergüenza a sus enemigos, mientras sobre él brillará su diadema'.
Esto es, vergüenza será su cobertura inseparable, y les seguirá por dondequiera que vayan; como el hombre lleva siempre sus vestidos consigo, lo mismo llevarán ellos su vergüenza. Mas sobre él florecerá su corona. Los laureles de su victoria serán verdes. El vencerá y llevará la corona de honor, y su diadema heredada aumentará en resplandor. ¿No es así hasta este momento con Jesús? Su reino no puede caer; sus glorias regias no pueden marchitarse. Es a El mismo que nos deleitamos en honrar; es El mismo que recibe el honor, y sobre El mismo que florece.
Si otros intentan apoderarse de su corona, sus objetivos traicioneros serán derrotados; pero El, en su propia persona, reina para siempre con esplendor creciente.
El Señor nunca se aleja de nosotros cuando invocamos el pacto con su Profeta, Sacerdote y Rey ungido. —¡Cuán extenso es el amor de Dios por el hombre para hablar así de su iglesia! Su deseo es habitar con nosotros, pero ¡qué poco deseamos habitar con Él! Habitó en Sion hasta que los pecados de Israel le hicieron entregarlo a los saqueadores. No nos abandones, oh Dios, y no nos entregues en forma semejante, aunque somos pecadores. —El pueblo de Dios tiene una bendición especial sobre los goces corrientes y esa bendición pone una dulzura peculiar en ellos. El pobre de Sion tiene razón para estar contento con poco en este mundo, porque hay cosas mejores preparadas para ellos.
Dios bendecirá abundantemente la alimentación del hombre nuevo y satisfará al pobre de espíritu con el pan de vida. Él da más de lo que pedimos, y cuando da salvación, dará gozo abundante. —Dios reducirá a nada todo designio formado para destruir la casa de David hasta que el Rey Mesías surja de ella para sentarse en el trono de su Padre. En Él se centran todas las promesas. Sus enemigos, que no quieren que reine sobre ellos, serán vestidos de vergüenza y confusión perpetua en el día postrero.