Salmo 135

Introducción. – Himno que conmemora el poder creador de Dios y el hecho fundamental de la historia de salvación.

El salmo 135 es una invitación a la alabanza, fundada principalmente en la contemplación de las dos obras más destacadas de Dios en favor de la humanidad y de Israel, la creación y el éxodo: Yo sé que el Señor es grande, todo lo que quiere lo hace: en el cielo y en la tierra...; él hirió a los primogénitos de Egipto, envió signos y prodigios... Este salmo es, pues, en su conjunto, una gran afirmación de la trascendencia divina. Es igualmente un himno al Dios creador del universo y salvador de Israel. Con él, el pueblo de la antigua alianza aclamaba al que tiene en sus manos el universo y dirigió los destinos de Israel, desde la liberación de Egipto hasta la instalación en Canaán.
Para nosotros, cristianos, este salmo puede ser muy evocativo; con él celebramos a Dios creador y recordamos la historia de la salvación. De esta forma, el salmo prepara ya la celebración del domingo, día en que empezó la creación y llegó a su término la historia de la salvación.
Este recuerdo de la creación y de la Pascua hacía germinar en el corazón de Israel una fe tan sólida, que la multitud de ídolos les parecían simple caricatura. ¿Son también para nosotros nuestros himnos a Dios tan sinceros que nos lleven al desprecio de la multitud de ídolos que continuamente crea nuestro mundo?
Nosotros queremos alabar al Señor por la creación y por el nuevo éxodo que nos ha hecho vivir. El Señor es grande, hace lo que quiere, hirió de muerte a pueblos numerosos, a los innumerables pecados de los hombres y a la misma muerte..., y nos dio su tierra -el reino eterno- en heredad a nosotros, Israel, su nuevo pueblo.

A. El buen Dios, Creador y Redentor.
[1¡Aleluya!]
Alabad el nombre del Señor,
alabadlo, siervos del Señor,
2que estáis en la casa del Señor,
en los atrios de la casa de nuestro Dios.
Aleluya es una palabra hebrea. Significa «Alabad al Señor». Por medio de ella los fieles se animan los unos a los otros a dar gracias a Dios, y alegran sus corazones y afinan sus espíritus para ejecutar este deber de la mejor manera, haciendo que esta palabra les sirva de prefacio a ello. El verdadero gozo del Espíritu Santo no resiste el ser mantenido encerrado dentro del pecho del hombre, sino que se esfuerza por hallar compañeros para derramarlo e impartirlo a otros, para que ellos puedan ser llenados y recibir refrigerio de esta fuente de gozo.
Invitación a la alabanza, dirigida a la asamblea del pueblo en el templo.
La invitación es una exhortación con imperativo, alabad, pues hemos de “decidir” alabar a Dios. El nombre de Jehová señala su naturaleza, su esencia. Adoramos a Dios por quien es. Primero exhorta a los siervos que están en el templo. Sin duda los sacerdotes y levitas que ministraban todo el tiempo en el templo se sentían aburridos a veces; o perdían el entusiasmo en su ministerio y amor hacia Dios. Así, la exhortación hace falta, deben hacer todo en adoración a Dios. La dedicación y vivencia espiritual de los que dirigen la adoración influye en todo el pueblo. Pero el salmista también exhorta a todos los israelitas, pues ellos estaban en los atrios.
Alabad el nombre del Señor: El Salmo 135 comienza y termina con esta frase. Es un llamado a la alabanza apasionada y conmovedora a Dios, pero no a una que funcione solo con el combustible de la emoción. Este salmo da muchas razones lógicas y razonables por las que alabar el nombre del Señor.
Características de la alabanza: “En esto, adoramos a Dios por todo lo que Él es en sí mismo. Olvidando nuestros propios intereses y preocupaciones mezquinos, nuestro yo y mi y mío, nos colocamos junto a los ángeles y arcángeles y todo el ejército del cielo al clamar: ¡Tú eres digno, oh santo, santo, santo Señor! El cielo y la tierra están llenos de tu gran gloria. ¡Gloria a Ti, oh Dios Altísimo!”.
Adorar es avivar la conciencia con la santidad de Dios, alimentar la mente con la verdad de Dios, purgar la imaginación con la belleza de Dios, abrir el corazón al amor de Dios, dedicar la voluntad al propósito de Dios.
Es honrarlo en todo Su carácter y atributos. Se entendía que el nombre representaba la naturaleza de la persona.
... en los atrios de la casa de nuestro Dios: Esto puede hablar del pueblo de Israel en general, quienes como adoradores no tenían acceso a la casa de nuestro Dios (solo los sacerdotes podían entrar al lugar santo). El hombre común podía estar en los atrios de la casa de nuestro Dios. Este era un llamado a todo el pueblo de Dios a alabarlo.
... en los atrios, donde el pueblo también tenía un lugar, 2 Cr 4, 9, y se requiere que participe en este Aleluya celestial.

Razones para alabar al Señor.
3Alabad al Señor porque es bueno,
tañed para su nombre, que es amable.
4Porque él se escogió a Jacob,
a Israel en posesión suya.
Primer motivo de la alabanza es la elección: por ella Dios es dueño de Israel de modo especial.
Al enumerar las razones por las que el Seño debe ser alabado, el salmista comienza con la simple declaración de la bondad de Dios. Esta idea se presenta muchas veces en la biblia (como en el Sal 73, 1 y 143, 10; Mc 10, 18).
Nosotros, como seres humanos, tenemos ideas del bien y del mal porque estamos hechos a imagen de Dios. Cualquiera que cuestione la bondad de Dios o su existencia tiene que responder a la pregunta: “¿De dónde sacamos nuestro concepto del bien?”.
Una de las formas en que se muestra la alabanza es en el canto. El pueblo de Dios debería ser un pueblo que canta.
Porque Él es bueno es la segunda razón que se da para alabar a Yahveh – porque beneficia al que lo alaba. Esta nunca debería ser la razón principal, porque entonces la adoración se enfoca en la autogratificación.
La verdadera alabanza es benigna, “... un ejercicio angelical y, para el hombre de mente espiritual, muy delicioso. Para otros, en verdad, que no tienen una verdadera noción de Dios sino como un enemigo, no es más que como música en los funerales, o como la trompeta ante un juez, sin consuelo para la esposa en duelo o prisionero culpable”.
El salmista enumera una tercera razón para alabar a Dios – Su elección de Israel como posesión suya. No eligió a Israel porque ellos fueran grandes, sino porque Él es grande en amor.
i. Dios le dijo a Israel esto en Deut7, 7-8: No por ser vosotros más que todos los pueblos os ha querido Jehová y os ha escogido, pues vosotros erais el más insignificante de todos los pueblos; sino por cuanto Jehová os amó, y quiso guardar el juramento que juró a vuestros padres, os ha sacado Jehová con mano poderosa, y os ha rescatado de servidumbre, de la mano de Faraón rey de Egipto.
La elección de Dios exalta; porque aquí se cambia el nombre de Jacob, el suplantador, a Israel, el príncipe. El amor de Dios da un nuevo nombre e imparte un nuevo valor.
Israel era llamado a alabar a Dios porque Él los eligió; esta es también una razón para el creyente del Nuevo Pacto. “¿No debemos, pues, los cristianos alabar al mismo Señor misericordioso, que nos escogió del mundo, que nos dio su evangelio, que habita en nosotros por su Espíritu?

Alabanza al Dios que creó todas las cosas.
5Yo sé que el Señor es grande,
nuestro dueño más que todos los dioses.
6El Señor todo lo que quiere lo hace:
en el cielo y en la tierra,
en los mares y en los océanos.
7Hace subir las nubes desde el horizonte,
con los relámpagos desata la lluvia,
suelta a los vientos de sus silos.
Dios en la naturaleza: más que en el acto creativo inicial, se fija en la actividad de Dios en la atmósfera. Señor poderoso de la tempestad, y dador benévolo de la lluvia
Al declarar la grandeza de Dios, el cantor usa dos grandes títulos o nombres para Dios. Yahveh, el Dios del pacto de Israel es grande. Dios es exaltado por encima de todas las deidades pretendidas de los paganos.
El salmista exalta a Yahveh por tener el poder supremo, con la capacidad de hacer lo que Él desee. Su poder se extiende por todas partes, en los cielos y en la tierra, y en los mares y a los extremos de la tierra... en los mares visibles y en esas profundidades invisibles, tanto de la tierra como de las aguas que están contenidas en las entrañas de la tierra”.
Esto exalta a Yahveh sobre el ídolo cananeo Baal, quien era considerado como el dios del clima. A veces se representaba a Baal sosteniendo un relámpago, y se creía que era el que enviaba la lluvia. El cantor reprende esta idea, y canta a Yahvé como el Señor sobre los relámpagos, la lluvia, y el viento.
El salmista nos enseña a restaurar la artillería celestial a su legítimo dueño, Yahvé, el Dios de Israel y Creador del universo.

Alabanza al Dios que redime a su pueblo.
8Él hirió a los primogénitos de Egipto,
desde los hombres hasta los animales.
9Envió signos y prodigios
-en medio de ti, Egipto-
contra el Faraón y sus ministros.
10Hirió de muerte a pueblos numerosos,
mató a reyes poderosos:
11a Sijón, rey de los amorreos,
a Hog, rey de Basán,
y a todos los reyes de Canaán.
12Y dio su tierra en heredad,
en heredad a Israel, su pueblo.
La "redención" de Israel, como la conocemos también por los "credos", comprende la liberación desde Egipto y la entrega de la tierra prometida. Para lo cual Dios tuvo que derrotar primero a los egipcios y después a los reyes de Transjordania y de Canaán.
Yahveh también se exaltó sobre los supuestos dioses de los egipcios. Este salmo se refiere a las muchas plagas que Dios infligió a Egipto, siendo la mayor de ellas el juicio de muerte sobre los primogénitos de Egipto.
Los siervos de Dios están mucho mejor que los siervos del faraón: los que están en los atrios de Jehová son librados, pero los cortesanos del faraón son todos heridos, porque todos participaron en sus malas acciones.
Una vez que Israel fue libre de Egipto, Yahveh también mostró Su grandeza sobre todos los supuestos dioses al derrotar a las naciones y a los reyes poderosos que atacaron a Su pueblo
Dios demostró su grandeza sobre todos los dioses de los cananeos al derrotar a los reyes de Canaán y dar su tierra a Israel, como heredad – algo que se transmite de generación en generación.

La grandeza de Dios en contraste con la vacía necedad de los ídolos.
Los ídolos de las naciones son plata y oro,
Obra de manos de hombres.
Tienen boca, y no hablan;
Tienen ojos, y no ven;
Tienen orejas, y no oyen;
Tampoco hay aliento en sus bocas.
Semejantes a ellos son los que los hacen,
Y todos los que en ellos confían.
Un contraste sorprendente con la grandeza del Dios todopoderoso que reina en los cielos. La bondad y la grandeza de Yahveh hacen que los ídolos insignificantes, obra de manos de hombres, parezcan aún más vacíos y más necios.
El salmista vuelve al tema de la vanidad de la idolatría con una cita extensa del Salmo 115, 4-8
Como en varios otros pasajes de las Escrituras hebreas, la biblia se burla de los que hacen o adoran ídolos. El que hace la estatua tiene una boca, ojos y oídos superiores al ídolo mismo.
Los ojos de los ídolos con frecuencia han sido muy costosos; se han utilizado diamantes con ese fin; pero ¿de qué sirve el gasto si no ven nada?
Si ni siquiera pueden vernos, ¿cómo pueden conocer nuestros deseos, apreciar nuestros sacrificios o proveernos los medios de ayuda?
“El reverendo John Thomas, un misionero en la India, estaba un día viajando solo por el país, cuando vio una gran cantidad de personas esperando cerca de un templo de ídolos. Se acercó a ellos y, tan pronto como se abrieron las puertas, entró en el templo. Al ver un ídolo elevado por encima de la gente, caminó valientemente hacia él, levantó la mano y pidió silencio. Luego le puso los dedos en los ojos y dijo: ‘¡Tiene ojos, pero no puede ver! Tiene oídos, ¡pero no puede oír! Tiene nariz, ¡pero no huele! Tiene manos, ¡pero no las puede manejar! Tiene boca, ¡pero no puede hablar! ¡Tampoco hay aliento en él!’ En lugar de hacerle daño por haber ofendido a su dios y a ellos mismos, los nativos se sorprendieron; y un viejo brahmán quedó tan convencido de su necedad por lo que dijo el señor Thomas, que también gritó: ‘¡Tiene pies, pero no puede huir!’ La gente gritó y, avergonzada de su estupidez, abandonaron el templo y se fueron a sus casas”.
Poner cualquier cosa de nuestra propia creación, ya sea riqueza, fama o poder, en el lugar de Dios, es comenzar un proceso de degradación, cuyo final destruye todo lo que tiene grandes posibilidades en la vida.

Exaltar a Dios en toda su grandeza.
La grandeza de la fama de Dios.
Oh Jehová, eterno es tu nombre;
Tu memoria, oh Jehová, de generación en generación.
Porque Jehová juzgará a su pueblo,
Y se compadecerá de sus siervos.
A la luz de la incomparable grandeza de Yahveh (que se acaba de declarar en los versículos anteriores), el cantor alaba Su nombre inmutable y Su fama sin fin. Dios no cambia. Es inmutable, por usar la palabra teológica adecuada para su inmutabilidad. Dios no solo es bueno; sino que también siempre será bueno. Siempre es el mismo en sus atributos eternos. Nunca lo encontraremos menos bueno de lo que lo ha sido para nosotros en el pasado.
El Dios bueno y grande traerá derecho, justicia y compasión a su pueblo. Su bondad y grandeza son para ellos, no contra ellos.

El pueblo de Dios llamado a bendecir y a alabar a Jehová.
Casa de Israel, bendecid a Jehová;
Casa de Aarón, bendecid a Jehová;
Casa de Leví, bendecid a Jehová;
Los que teméis a Jehová, bendecid a Jehová.
Desde Sion sea bendecido Jehová,
Quien mora en Jerusalén.
Aleluya.
En una serie de tres declaraciones, este salmo se cierra con una llamada a los descendientes de Israel, Aarón y Leví a que honren a Dios y le den el reconocimiento que se merece.
Este puede ser una llamada a los gentiles que honraban a Dios para que también se unan a Israel, a los sacerdotes y a los levitas para alabar y honrar a Yahveh.
Jerusalén era (y es) un lugar especial para Dios, pero Su alabanza, Su bondad y Su grandeza se extienden desde Sion. No es una deidad local; Su poder y grandeza no se limitan a Sion.
Es apropiado que un salmo tan elevado termine como comenzó: declarando la alabanza de Dios e invitando a otros a que también lo hagan.