Salmo 141

Introducción. - Tradicionalmente el salmo 141 es por antonomasia el salmo de la oración vespertina a causa de la expresión suba el alzar de mis manos como ofrenda de la tarde. Pero hay un motivo más profundo que la simple cita literal de la tarde para hacer de este salmo la oración del fin de la jornada: nuestro texto es la oración de un hombre que, tentado en su fidelidad a Dios, quiere mantenerse firme, pero teme ante las acechanzas del tentador: No dejes, Señor, inclinarse mi corazón a la maldad, guárdame del lazo que me han tendido.
El fin de la jornada es un momento especialmente indicado para hacer la síntesis del día y para ver hasta qué punto también nosotros, como el salmista, estamos rodeados de continuas tentaciones que ponen en peligro nuestra fidelidad. Como el autor de nuestro salmo, somos unos pobres perseguidos por el tentador; como nos recomendó ya el Señor, nos es necesario "velar y orar para no caer en la tentación" (Mt 26,41), pues nuestro enemigo, el diablo, constantemente nos incita a la infidelidad: No nos dejes, Señor, caer en la tentación, en ti nos refugiamos, no nos dejes indefensos.
[Pedro Farnés]

A. La naturaleza de la oración
Una oración como incienso.
1Señor, te estoy llamando, ven de prisa,
escucha mi voz cuando te llamo.
2Suba mi oración como incienso en tu presencia,
el alzar de mis manos como ofrenda de la tarde.
Invocación inicial. El rito del incienso simboliza y expresa la oración de los fieles: aquí se vuelve la imagen en dirección opuesta: como el incienso asciende durante la ofrenda de la tarde, y Dios lo recibe complacido, así sea recibida mi súplica. A las palabras de la súplica acompaña el gesto orante de las manos alzadas.
Oración del justo en peligro. El salmista pide sea aceptada su plegaria vespertina -quizá con ocasión del sacrificio de la tarde- para no desfallecer en el camino de la virtud. Desea que los rectos de corazón le reprendan para no ir tras de las sendas de la impiedad. Parece que alude el salmista a dos clases de peligros que le acechan: de índole corporal (miedo a perder la vida) y de índole moral (peligro de abandonar el camino de la virtud). Sobre todo le preocupan los peligros espirituales: pecados de pensamiento, palabras y acciones, que provienen de la mala inclinación del corazón y del ejemplo perverso. Por ello quiere evitar la compañía de los malvados y permanecer en estado de perpetua vigilancia con sus oraciones. Sobre todo quiere evitar los halagos de los malvados, que tratan de atraerle al mal camino.
La necesidad del salmista era urgente, por lo que dirige su oración al Dios verdadero (el Señor) y le suplica que lo ayude prontamente. A ti he clamado, todavía te lloro, y siempre tengo la intención de clamar a ti. ¿A quién más podría ir? ¿Qué más puedo hacer? Otros confían en sí mismos, pero yo clamo a ti Cuando un niño clama a un padre, el padre oye no solo las palabras, sino también la voz del clamor. El Señor puede escuchar la voz de su pueblo cuando ellos claman a él, y eso lo mueve a la acción.
Plegaria contra las seducciones malignas. El salmista se siente acechado por dos graves peligros: el de sus malas inclinaciones y el de las solicitaciones malignas de los enemigos de la ley de Dios, que le ponen tropiezos para caer y no seguir el camino de la virtud. Por eso suplica que su oración sea agradable a Yahvé como el incienso del sacrificio vespertino, y su elevación de manos (signo deprecativo) le sea acepta como ofrenda de la tarde. Tiene miedo a prevaricar de palabra, y por eso suplica que guarde sus labios cuidadosamente como solícito centinela. No quiere adoptar el lenguaje de los impíos, que no saben valorar las exigencias de la ley divina. Por otra parte, desconfía de sus propias inclinaciones, que se dejan llevar por lo más fácil, por la pendiente del camino que conduce al mal. De ningún modo quiere tomar parte en las francachelas de los impíos, en las que «comen el pan de la maldad y beben el vino de la violencia» (Prov 4,17). La vida licenciosa de los impíos es algo que repugna a la sensibilidad religiosa de las almas selectas.
El salmista usa el humo y el olor del incienso como una representación de su oración a Dios. Su postura de oración era una ofrenda para Dios, al igual que la ofrenda de la tarde. Ap 5, 8 dice que las oraciones del pueblo de Dios son como incienso, y Hb 13, 15 describe la alabanza como un sacrificio a Dios.
·La oración se eleva al cielo incluso como el humo del incienso se eleva hacia arriba.
·La oración agrada a Dios así como el incienso tiene un olor agradable.
·La oración necesita algo de “fuego” para ser eficaz (Stgo 5, 16 habla de “...la oración eficaz y ferviente”), y el incienso se activa con fuego.
Todas las mañanas y las tardes se ofrecía incienso delante del Señor, sobre el altar de oro, delante del velo del santuario. Ex 29, 39 y Nm 28, 4.
El levantar las manos era un símbolo de dependencia y alabanza al Señor

Una oración para mantenerse alejado del mal
3Coloca, Señor, una guardia en mi boca,
un centinela a la puerta de mis labios;
4no dejes inclinarse mi corazón a la maldad,
a cometer crímenes y delitos;
ni que con los hombres malvados
participe en banquetes.
Las palabras y acciones de los malvados son una tentación: la boca y el corazón se van tras ella. Dios cumplirá la salvación poniendo un centinela en esa puerta extraña, por donde el mal entra cuando sale: lo que sale de esa puerta "mancha al hombre", dijo Jesús. Además, Dios sostiene el corazón, contrarrestando el peso de la inclinación mala, de esa temible fuerza de gravedad hacia el mal.
El salmista no quería que la misma boca que oraba como si fuera incienso se usara para mentiras o cosa mala. Él le pide a Dios: guarda la puerta de mis labios, para que no dijera cosas malas o necias. Que no se mueva crujiendo y quejándose, como sobre bisagras oxidadas, por falta del aceite del gozo y la alegría
Habiendo hecho la naturaleza de mis labios una puerta a mis palabras, que la gracia guarde esa puerta, para que no se permita que salga ninguna palabra que pueda tender a la deshonra de Dios o al daño de otros
El salmista sabía que no solamente sus labios necesitaban protección; su corazón también podía ser afectado por cosa mala, resultando en obras impías. Esta era la forma en que David oraba lo que Jesús enseñó más tarde: no nos dejes caer en la tentación (Mt 6, 13).
La forma en que el corazón inclina la vida pronto influye: las cosas malas deseadas dan lugar a cosas malas practicadas. A menos que la fuente de la vida se mantenga pura, las corrientes de la vida pronto se contaminarán.
El salmista no está sufriendo por la hostilidad de los obradores de iniquidad, sino que teme infectarse con su pecado.
El salmista no quería andar en los caminos de los que hacen iniquidad, por lo que tampoco quería comer en su mesa. Esta puede haber sido una situación literal para David, pero el principio de no disfrutar de todos los lujos de los que participan los inicuos es siempre relevante para el pueblo de Dios.
La frase ‘con los que hacen iniquidad’... denota hombres de tierra, rango y estatus dentro de la comunidad. Sin embargo, estos miembros de la aristocracia eran, sin embargo, ‘malhechores’ que practicaban ‘actos inicuos’ (cf. Sal 28, 3) ... El alejarse uno mismo de su influencia y del disfrute de sus beneficios materiales era el segundo paso para alejarse de la tentación; la dependencia del Señor era el primero.
A veces hay muchas ventajas en un camino perverso e inicuo. El hombre o la mujer piadosos saben que deben evitar tales ventajas.
En lugar de calumnias y violencia, buscan seducirlo de su lealtad a la verdad y la rectitud. La referencia a ‘sus manjares’ parecería sugerir que estaban tratando de mostrarle las ventajas que él disfrutaría si ponía su suerte con la de ellos.
Un cristiano que vive entre los incrédulos y sensualistas del mundo, tiene sobradas razones para hacer las mismas oraciones y tomar las mismas precauciones
En cualquier caso, el sentido general se puede identificar y transformar en meditación y oración. Ante todo, el orante suplica al Señor que impida que sus labios (cf. v. 3) y los sentimientos de su corazón se vean atraídos y arrastrados por el mal y lo impulsen a realizar «acciones malas» (cf. v. 4). En efecto, las palabras y las obras son expresión de la opción moral de la persona. Es fácil que el mal ejerza una atracción tan grande que lleve incluso al fiel a gustar los «manjares deliciosos» que pueden ofrecer los pecadores, al sentarse a su mesa, es decir, participando en sus malas acciones.

5Que el justo me golpee, que el bueno me reprenda,
pero que el ungüento del impío no perfume mi cabeza;
yo seguiré rezando en sus desgracias.
El texto de este verso está mal conservado: la traducción es conjetural. Más vale la represión y aun la herida que nos produce el justo, que los banquetes y el perfume de los malvados. El ungüento de los malvados se opone al incienso que Dios acepta
Prefiere ser fustigado por el justo, cuya palabra de corrección es para él agradable como óleo perfumado sobre su cabeza (v. 5). Lejos de molestarse por sus reprimendas, las agradecerá, y orará por ellos cuando se hallen envueltos en desgracias. Prefiere la voz acusadora de los justos a los halagos y atractivos de la vida placentera de los malvados, que le invitan a participar en sus banquetes y desmesuradas alegrías. Es lo que dice el sabio en Prov 27,6: «Leales son las heridas hechas por el amigo, pero los besos del enemigo son engañosos».
En caso de que ofensa de palabra o de hecho, nunca me [falte] un reprobador fiel, que me golpee como con un martillo (así la palabra significa), que me reprenda duramente.
Confía en ello, el hombre que te dirá tus faltas es tu mejor amigo. Puede que no sea agradable para él hacerlo, y sabe que corre el riesgo de perder tu amistad; pero es un amigo verdadero y sincero, por lo tanto, agradécele por su reprensión y aprende cómo puedes mejorar con lo que te dice
La reprensión de un buen hombre podía ser tan curativa y útil para el salmista como un excelente bálsamo sobre su cabeza. Al igual que con la amable unción de un amigo, no rechazaría tal reprimenda o corrección – incluso si fuera tan severa como una herida sobre él. En] hebreo, un aceite para la cabeza, como el que vertían sobre la cabeza de sus amigos; y eso era de lo mejor
Es posible que desees una unción fresca, pero no la recibas porque te llega como corrección de un hombre o una mujer justos. “La unción fresca que buscas en la mañana puede que venga no en experiencias emocionales absortas, sino en el trato directo de algún compañero discípulo. Siempre que se diga algo que te critique y te culpe, recíbelo con humildad y ternura, preguntándote si puede contener un mensaje de tu Padre

6Sus jefes cayeron despeñados,
aunque escucharon mis palabras amables;
7como una piedra de molino, rota por tierra,
están esparcidos nuestros huesos a la boca de la tumba.
Los v. 6-7 son extremadamente enigmáticos, y parecen estar fuera de contexto. Quizá aluda el salmista a alguna catástrofe en la que perecieron afrentosamente los jueces o jefes de la nación, que toleraban la vida disoluta a pesar de haber oído las palabras consoladoras y amables del justo.
El v. 7 parece aludir a la situación angustiosa del justo, cuyos huesos están quebrantados y dislocados como la semilla que se echa al arar la tierra, pues ha estado al borde del sepulcro -a las puertas del seol, la región tenebrosa de los muertos-, sintiendo las angustias de la muerte. O quizá otra explicación posible de la frase sea que el cuerpo dolorido del justo está maltratado como la tierra que despiadadamente se hiende con el rejón del arado.
Pero, en medio de las angustias mortales, la mente del salmista se eleva llena de esperanza hacia Yahvé, del que únicamente puede provenir el debido auxilio. Sus enemigos conspiran contra él con las artimañas del cazador, que pone lazos para coger la presa; pero gracias a la intervención divina serán burlados, cayendo en las mismas redes que tendieron a su paso.
La traducción de estos versos es conjetura, y su sentido es enigmático. Parecen enunciar el castigo de los malvados, como un motivo fuerte que contrarresta la tentación; o el sufrimiento de los justos.
La oración se interrumpe con esta meditación de fondo sapiencial, la cual se reduce a consideraciones, deseos y resoluciones en la misma línea de las peticiones precedentes. El texto es muy inseguro y constituye uno de los nudos, el más largo, del Salterio. Las correcciones del justo, por duras que parezcan, proceden siempre de su bondad; al contrario de los banquetes del malvado, precedidos de la unción de los cabellos.
Las líneas anteriores describen al salmista como agradecido por la corrección de los justos. Aun así, él ora por la obra de Dios en contra de las maldades de aquellos. Por ejemplo, quería que los jueces malvados fueran despeñados – un juicio severo pero apropiado para aquellos que toman partido indebidamente.
El sentido de serán despeñados sus jueces es difícil de entender a partir del hebreo original. George Horne dijo del versículo 6: “De este versículo, tal como está en nuestra traducción, no sé qué se puede hacer”.
Esta es otra frase difícil de entender del original. Quizás el salmista usa esta imagen verbal para describir lo arruinado que se sentían él y sus compañeros justos por las maldades de aquellos. Los que estaban tan arruinados solo podían pedir ayuda a Dios.
Se trata de una de las imprecaciones típicas del Salterio, que tienen como finalidad afirmar de modo plástico e incluso pintoresco la oposición al mal, la opción del bien y la certeza de que Dios interviene en la historia con su juicio de severa condena de la injusticia.
El salmo concluye con una última invocación confiada (cf. vv. 8-9): es un canto de fe, de gratitud y de alegría, con la certeza de que el fiel no se verá implicado en el odio que los malvados le reservan y no caerá en la trampa que le tienden, después de constatar su firme opción por el bien. Así, el justo podrá superar indemne cualquier engaño, como se dice en otro salmo: «Hemos salvado la vida como un pájaro de la trampa del cazador; la trampa se rompió y escapamos»

8Señor, mis ojos están vueltos a ti,
en ti me refugio, no me dejes indefenso;
9guárdame del lazo que me han tendido,
de la trampa de los malhechores.
10Caigan los impíos en sus propias redes, mientras yo escapo libre.
Súplica final doble: que el Señor guarde al justo; que su propia maldad se vuelva contra los malvados. Para la reflexión del orante cristiano. En el Padrenuestro pedimos también "no nos dejes caer en la tentación", es decir, "haz que no caigamos". El mayor mal que el Maligno nos puede hacer es ganarnos para el mal, aprovechar nuestra inclinación para tirar de ella. Este es "el mal" de que pedimos ser librados. Y para ello aceptamos la corrección y el escarmiento. Oración final doble. El justo, con expresiones de confianza: mis ojos están vueltos a ti, pide para sí protección y defensa contra los lazos y trampas de los inicuos; mientras solicita para los malvados caigan en las redes que para él tendieron.
Incluso en una condición tan terrible (descrita en las líneas anteriores),el salmista deliberadamente pone sus ojos en el Señor. Debido a que Dios mismo era su refugio,
“En todo tiempo, en todo lugar, en toda ocasión, me aferraré al Señor y pondré toda mi confianza en él.
Mis ojos miran hacia ti, oh Dios, Señor’, es una revelación del hecho de que su ancla todavía se mantiene firme, no solo contra el feroz ataque de los enemigos, sino también contra la insidiosa tentación de desviarse del camino de la rectitud para escapar de la vengativa oposición de sus enemigos.
Recuerden lo que el salmista le dijo a Saúl en 1 Sam 26, 19: Si el Señor te incita contra mí, acepte él la ofrenda; mas, si fueren hijos de hombres, malditos sean ellos en presencia de Jehová, porque me han arrojado hoy para que no tenga parte en la heredad de Jehová, diciendo: Ve y sirve a dioses ajenos. Esto muestra que David sabía que muchos otros le mintieron a Saúl sobre él, con la esperanza de matarlo con sus calumnias.
Los enemigos del salmista estaban decididos a destruirlo, y por eso le pusieron muchos lazos, trampas y redes. La oración del salmista era que ellos cayeran en sus propias redes, mientras el pasaba adelante. La confianza del salmista en Dios fue reivindicada repetidamente, ya que los que buscaban destruirlo fueron destruidos.
Es difícil mantenerse alejado de las trampas que no puedes ver, y escapar [de las trampas] que no puedes descubrir. Bien podría el salmista tan perseguido gritar: ‘guárdame
La última línea tiene una solidez digna del hombre que se ha deslizado a través de muchas redes con la ayuda de Dios, y está seguro de que su viaje de ninguna manera ha terminado
Lo que más predomina en la mente del salmista es, en cualquier caso, no la destrucción de sus enemigos, sino su impotencia para evitar que ‘pase adelante’ sus trampas sin ser capturado
Esta oración fue contestada. De la secuela de la historia encontramos que la esperanza y seguridad aquí expresadas por el salmista no fueron vanas. Él escapó de todas las trampas que le estaban tendidas por todos lados
Concluyamos nuestra lectura del salmo 141 volviendo a la imagen inicial, la de la plegaria vespertina como sacrificio agradable a Dios. Un gran maestro espiritual que vivió entre los siglos IV y V, Juan Casiano, el cual, aunque procedía de Oriente, pasó en la Galia meridional la última parte de su vida, releía esas palabras en clave cristológica: «En efecto, en ellas se puede captar más espiritualmente una alusión al sacrificio vespertino, realizado por el Señor y Salvador durante su última cena y entregado a los Apóstoles, cuando dio inicio a los santos misterios de la Iglesia, o (se puede captar una alusión) a aquel mismo sacrificio que él, al día siguiente, ofreció por la tarde, en sí mismo, con la elevación de sus manos, sacrificio que se prolongará hasta el final de los siglos para la salvación del mundo entero» (Le istituzioni cenobitiche, Abadía de Praglia, Padua 1989, p. 92).